El Covid está alterando los efectos de la gripe y otros virus comunes
Los virus respiratorios que ya conocíamos se están comportando de manera extraña; los médicos se están replanteando los tratamientos de rutina
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WASHINGTON.- En determinado momento del mes pasado, al Hospital de Niños Yale New Haven empezaron a llegar niños con una increíble variedad de virus respiratorios: adenovirus y rinovirus, virus sincitial, metapneumovirus humano, influenza y parainfluenza, y finalmente también coronavirus, al que muchos especialistas culpan del inusual brote de esos otros virus respiratorios.
“Es atípico para cualquier época del año, y definitivamente atípico en mayo y junio, cuando acá estamos en verano”, dice Thomas Murray, experto en control de infecciones y profesor adjunto de pediatría de la Universidad de Yale. Algunos de los niños que fueron internados, dice Murray, llegaron con coinfecciones de dos y hasta tres de esos virus.
A más de dos años del inicio de la pandemia de coronavirus, los virus respiratorios que ya conocíamos se están comportando de manera extraña. El virus sincitial respiratorio (VSR), por ejemplo, suele atacar exclusivamente en los meses de invierno.
El rinovirus, causante del resfrío común, raramente obligaba a internar a un paciente.
Y la gripe, que después de un año de no manifestarse pareció regresar en diciembre, volvió a desaparecer en enero, cuando se extendió la variante ómicron del coronavirus. Ahora el virus de la gripe volvió, pero no la cepa del linaje conocido como Yamagata, que no se ha vuelto a manifestar en ningún lugar desde principios de 2020. El linaje Yamagata podría haberse extinguido o estar al acecho del momento oportuno para agarrar desprevenido a nuestro sistema inmunitario, señalan los investigadores.
Estas alteraciones se hacen sentir en los hospitales y laboratorios. Los médicos se están replanteando los tratamientos de rutina, y hasta consideran incluir refuerzos de la vacuna en primavera, o incluso en verano. Y los investigadores tienen la rara oportunidad de descubrir si esas alteraciones responden a los cambios de comportamiento social —como el distanciamiento o el uso de barbijo—, y qué tipo de ventaja evolutiva tiene el SARS CoV-2 sobre sus microscópicos rivales.
“Es un experimento natural masivo”, dice Michael Mina, epidemiólogo y jefe científico de la plataforma digital de salud eMed, y agrega que los cambios en la estacionalidad se deben mayormente a que en los últimos años no tuvimos contacto con esos virus comunes, y eso nos hizo más vulnerables.
“Aparecen chicos con cuadros febriles y uno se pregunta cómo puede ser en esta época del año”, dice Peter Hotez, virólogo molecular y decano de la Escuela Nacional de Medicina Tropical del Baylor College, Houston.
Hace años que Theresa Barton, jefa de infectología pediátrica del University Health, el hospital público de San Antonio, Texas, insiste mucho con la vacunación durante el otoño, pero relaja sus consejos durante la primavera, cuando la gripe empieza a amainar. Pero el nuevo cambio en la estacionalidad, con casos de gripe el verano pasado y otra vez esta primavera boreal, la obligó a repensar sus recomendaciones médicas.
“Ahora en el consultorio les insisto a todos para que se vacunen”, dice Barton.
Barton y muchos otros especialistas en infectocontagiosas también están ajustando la respuesta al VSR, un virus común por el que son internados anualmente unos 60.000 niños menores de 5 años, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos. El VSR es causante de una infección potencialmente mortal en bebés prematuros y bebés de alto riesgo, y el tratamiento típico consiste en dosis mensuales de un anticuerpo monoclonal, el palivizumab, durante todo el invierno. Pero el verano boreal pasado se produjo un auge inesperado de casos de VSR, y este año ya está causando problemas en mayo y junio, plena primavera en el hemisferio norte. Los infectólogos están monitoreando de cerca el avance de la enfermedad en caso de que tengan que reactivar el costoso protocolo de palivizumab en pleno verano.
“Llevamos la cuenta de la cantidad de casos para estar listos por si excede cierto número”, dice Murray. Todos los años, el hospital Yale suele organizar reuniones con su personal de salud para prepararse para los típicos brotes de VSR de otoño e invierno, pero ahora esos profesionales fatigados por la pandemia tendrán que hacer frente a brotes en cualquier estación del año.
Hasta los resfríos comunes parecen un poco más virulentos y resistentes, dice Richard Martinello, especialista en virus respiratorios de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale.
“La gente que se resfría la está pasando un poco peor que antes”, dice Martinello, aunque aclara que hasta el momento las evidencias son mayormente anecdótica.
Esos cambios en la estacionalidad y el momento en que se reviertan y vuelvan a la normalidad son reflejo de las modificaciones en los comportamientos sociales durante la pandemia, y también de la interacción del coronavirus SARS-CoV2 con los otros virus, un fenómeno conocido como “interferencia viral”.
El ser humano evolucionó a la par de los patógenos, y nuestro contacto asiduo con esos patógenos permite que nuestro sistema inmunológico se mantenga al día sin enfermarnos gravemente.
“Gracias a la memoria del sistema inmunitario, cada contacto con el virus se convierte en una dosis de refuerzo, en vez de provocar una grave infección”, dice Mina.
Desde el momento en que dejamos de toparnos regularmente con un patógeno común, como ocurrió durante la pandemia, ese balance queda trastocado. Las medidas extraordinarias que tomamos para limitar nuestra exposición al coronavirus, necesarias para frenar el avance de ese enemigo letal, también limitaron nuestro contacto con otros virus. Y si el cuerpo no vuelve a tener contacto con un virus durante mucho tiempo, puede perder la capacidad de defenderse: de allí los brotes fuera de estación y los casos sorprendentemente graves en algunas personas.
Si bien las vacunas interrumpen el panorama viral al restringir la propagación de infecciones, durante la pandemia un virus completamente nuevo, el SARS Cov-2, lo está haciendo al interactuar con sus rivales más comunes.
Todavía no está claro si la caída en los casos de gripe en enero, por ejemplo, responde enteramente porque las personas se distanciaron unas de otras durante el brote de ómicron, o si el coronavirus desplazó a su rival más común a través de algún otro mecanismo.
“Es una pregunta alucinante: ¿la ómicron expulsó la gripe?”, dice Xiaoyan Song, director de control de infecciones en el Hospital Nacional de Niños de Washington DC. Pero más misterioso todavía es el papel que jugó el covid en la desaparición del linaje Yamagata. Hace tres meses, cuando volvió la gripe, ese linaje de virus había desaparecido por completo.
Mientras tanto, el covid sigue echando raíz en nuestros cuerpos y lo que nos depara el futuro en materia inmunológico es incierto.
“Pasarán años hasta que sepamos cómo es el nuevo equilibrio”, dice Martinello.
Mina cree que cuando aumente la inmunidad de la población al coronavirus, el SARS-CoV2s ingresará en un patrón de circulación estacional como el resto de los virus respiratorios, y eso disminuirá lo que se conoce como “fuerza de infección”.
“Cuando hay mucha gente que no tiene inmunidad, el tema estacional incide menos, porque el virus tiene rienda suelta”, dice Mina, “y puede superar las barreras estacionales”.
Por Frances Stead Sellers
Traducción de Jaime Arrambide
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