Análisis: el coronavirus destapa en el mundo una nueva clase de terror
BRUSELAS.- El coronavirus engendró su propia forma de terror. Trastocó por completo nuestra vida diaria, tiene paralizada a la economía y nos obliga a mantenernos a distancia. Nos infundió miedo a lo que no conocemos y no podemos ver. Vació las calles, los bares y los teatros, como una especie de agorafobia universal. No hay aviones en los cielos y las fronteras están cerradas.
Sembró muerte en todas partes y colmó los hospitales como en tiempos de guerra, convirtiéndolos en enormes salas de emergencia. La gente va munida de guantes y barbijo al almacén, como si fuera al frente de batalla.
Especialmente en Europa, que vivió oleadas de actos terroristas que produjeron el mismo efecto, la plaga actual tiene reminiscencias estremecedoras. Pero este virus engendró un terror distinto, porque es invisible, penetrante y sin desenlace claro. Es un terror infligido por la naturaleza, no por la actuación del hombre o en nombre de la ideología. Y nos exigió una respuesta marcadamente distinta.
La gente escapa corriendo de una bomba terrorista y se solidariza con las víctimas manifestando en las calles en contra de la violencia. Pero cuando termine la cuarentena por el coronavirus y den la voz de largada, la gente asomará la cabeza como los topos de sus toperas.
The coronavirus generates much the same fear and anxiety caused by terrorism. And it demands a different response: staying alone. https://t.co/TcoMCNmLTt&— New York Times World (@nytimesworld) April 6, 2020
"La gente le tiene más miedo al terrorismo que a andar en auto", dice Peter R. Neumann, profesor de estudios de seguridad del King’s College de Londres y fundador del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización. Muere muchísima más gente en accidentes de auto o cayéndose en la bañadera mientras se ducha que como víctima del terrorismo, pero la gente le tiene más miedo al terrorismo porque el algo totalmente fuera de su control. Aunque el terrorismo mata gente, dice Neumann, "su objetivo principal es manipular nuestras ideas y nuestros cálculos".
Pero el terrorismo del coronavirus es aún más aterrador no solo por estar tan extendido, sino porque es inmune a las respuestas habituales: no le hacen mella ni la vigilancia, ni los comandos de asalto, ni los dobles agentes, ni la persuasión. "No se trata de un enemigo humano o ideológico, o sea que no se inmuta ni con discursos ni con amenazas", explica Neumann. "El virus es algo que no conocemos ni podemos controlar y que por lo tanto mete miedo".
Razones no faltan: el virus ya se cobró la vida de más del triple de estadounidenses que los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, y la cifra se seguirá multiplicando. "Hay una diferencia entre desastre natural y desastre causado por el hombre", indica Thomas Hegghammer, experto en terrorismo e investigador del Centro Noruego de Investigaciones en Defensa. "La gente suele tenerles más miedo a las amenazas causadas por el hombre, aunque sean menos peligrosas"-
Según Hegghammer, sin embargo, con este virus probablemente sea diferente. "El miedo a este virus está calando mucho más hondo que el terrorismo en la sociedad y afecta a los individuos a mucha mayor escala".
Pero la sensación de indefensión es similar, dice Julianne Smith, exasesora de seguridad del exvicepresidente norteamericano Joe Biden y actual miembro del centro de estudios German Marshall Fund. "No sabemos ni cuando nos golpeará el terrorismo ni cuando llegará la pandemia y por lo tanto invade nuestra vida personal. Con el terror, nos dan miedo las concentraciones de gente, los actos públicos y los eventos deportivos, y con el virus pasa lo mismo: nos atemoriza el gentío".
En parte, el terrorismo es aterrador también por ser aleatorio, sostiene Joshua A. Geltzer, exdirector de antiterrorismo del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos y actual profesor de leyes de la Universidad de Georgetown. "Los terroristas dependen de esa aleatoriedad y de alguna manera el virus actual de la misma manera. Hace que nos digamos: me puede tocar a mí".
So it is difficult for governments that learned to urge citizens to be calm in times of terrorism to now learn how to frighten them into acting for the common good. Rather than mobilization, this enemy demands stasis.https://t.co/1iPXMMAdNa&— Steven Erlanger (@StevenErlanger) April 6, 2020
Pero para derrotar el virus hace falta aplicar una mentalidad diferente, señala Geltzer. "Si ponen una bomba en la maratón de Boston, al año siguiente uno lo piensa dos veces antes de decidir participar, o sea que el impacto es directo. Pero para frenar el virus hay que dar un paso más y pensar de manera comunitaria, para no propagar el virus entre nosotros", señala Geltzer.
El virus también nos exige un nuevo tipo de solidaridad. Ante el terrorismo clásico, la respuesta es no dar cabida a los violentos y seguir con nuestras vidas. Pero son tantos los países que no estaban preparados para el virus, que ahora la resiliencia no es salir a manifestarse o seguir con nuestras vidas, sino quedarnos guardados.
Neumann dice que durante mucho tiempo se ninguneó a los analistas que trabajaban sobre amenazas consideradas "blandas", como los riesgos sanitarios o climáticos. "Los expertos en seguridad dura se reían de ellos, pero ahora nadie abre la boca", confiesa. "A partir de ahora, la CIA empezará a contratar virólogos y tendrá su propio departamento de seguridad sanitaria: va a cambiar completamente nuestra noción de la seguridad".
Y llegarán otras nuevas amenazas: la preocupación por el colapso económico, el endeudamiento generalizado, los levantamientos sociales. Muchos temen el impacto que tendrá el bajísimo precio del petróleo en los países árabes y del Golfo Pérsico, que tienen que pagar los sueldos de empleados públicos y militares, además de subsidiar los alimentos básicos de la población.
Pero hasta Estado Islámico les advirtió a sus seguidores que "los sanos no deberían ingresar en el territorio de la pandemia y los contagiados no deberían salir del mismo", lo que tal vez nos traiga un respiro de la forma tradicional de terrorismo.
Traducción de Jaime Arrambide
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