El complejo plan para poner fin a la guerra en Gaza tras la muerte del líder de Hamas
La muerte de Sinwar por sí sola no es condición suficiente para lograr la paz, pero sí crea la posibilidad de dar el mayor paso hacia una solución de dos Estados
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WASHINGTON.- Es imposible exagerar la importancia de la muerte del líder de Hamas, Yahya Sinwar. Crea la posibilidad no sólo de poner fin a la guerra de Gaza, devolver a los rehenes israelíes y llevar alivio a la población de Gaza. Crea la posibilidad de dar el mayor paso hacia una solución de dos Estados entre israelíes y palestinos desde Oslo, así como la normalización entre Israel y Arabia Saudita, lo que significa prácticamente todo el mundo musulmán.
Es así de importante.
Pero, pero, pero...
La muerte de Sinwar por sí sola no es condición suficiente para poner fin a esta guerra de Gaza y poner a israelíes y palestinos en el camino hacia un futuro mejor. Sí, Sinwar y Hamas siempre rechazaron una solución de dos Estados y estaban comprometidos con la destrucción violenta del Estado judío. Nadie pagó un precio más alto por eso que los palestinos de Gaza. Pero si bien su muerte era necesaria para que fuera posible un siguiente paso, nunca iba a serlo todo.
La condición suficiente es que Israel tenga un líder y una coalición gobernante dispuestos a aprovechar la oportunidad que ha creado la muerte de Sinwar. Para decirlo sin rodeos, ¿puede el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, estar a la altura de su imagen churchilliana y aceptar algo que ha rechazado anteriormente? Es decir, la participación de una Autoridad Palestina de Cisjordania reformada en una fuerza internacional de mantenimiento de la paz que tomaría el control de Gaza en lugar del Hamas dirigido por Sinwar.
Durante el último mes, según mis fuentes diplomáticas estadounidenses, árabes e israelíes, el secretario de Estado Antony Blinken -por orden del presidente Biden y la vicepresidenta Kamala Harris- y el príncipe heredero Mohammed ben Salman (MBS) de Arabia Saudita, Abdel Fattah al-Sisi de Egipto y Mohammed ben Zayed de los Emiratos Árabes Unidos han estado discutiendo ideas sobre qué hacer el día después de que termine esta guerra para reconstruir una Gaza post-Hamas, allanar el camino para la normalización saudita-israelí y crear las condiciones para otro intento de Israel y los palestinos de negociar un futuro diferente tanto en Gaza como en Cisjordania.
La idea general es que el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, acepte nombrar al economista y exprimer ministro de la Autoridad Palestina Salam Fayad –o a alguien con su excelente reputación de incorruptible– como nuevo primer ministro palestino para dirigir un nuevo gabinete tecnocrático y reformar la Autoridad Palestina, erradicar la corrupción y mejorar su gobernanza y sus fuerzas de seguridad.
Una Autoridad Palestina reformada solicitaría formalmente –y participaría en– una fuerza internacional de mantenimiento de la paz que incluiría tropas de los Emiratos Árabes Unidos, Egipto, posiblemente otros estados árabes y tal vez incluso naciones europeas. Esta fuerza se incorporaría gradualmente para reemplazar al ejército israelí en Gaza. La Autoridad Palestina sería entonces responsable de reconstruir Gaza con fondos de ayuda proporcionados por Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y otros estados árabes del Golfo, europeos y muy probablemente los Estados Unidos.
Una Autoridad Palestina reformada, con enormes fondos árabes e internacionales, intentaría restaurar su credibilidad en Gaza y la credibilidad de su organización principal, Fatah, en la política palestina, y marginar a los remanentes de Hamas.
Los diplomáticos estadounidenses y árabes –con la silenciosa ayuda del exprimer ministro británico Tony Blair– han estado trabajando en este concepto con el ministro israelí de asuntos estratégicos, Ron Dermer, el asesor más cercano de Netanyahu. Requiere que Israel, por ahora, sólo permita discretamente la participación de la Autoridad Palestina en la reconstrucción de Gaza como parte de la fuerza internacional, no que la acepte formalmente.
Netanyahu entiende, sin embargo, que los árabes participarán en una fuerza de paz árabe/internacional para limpiar el desastre en Gaza sólo si es parte de un proceso que conduzca a la creación de un Estado palestino.
Mohammed ben Salman, en particular, ha dejado muy en claro a todo el mundo que para que Arabia Saudita siga adelante con la normalización con Israel –después de tantas muertes palestinas en Gaza– necesita que la guerra en Gaza termine y que cualquier fuerza de paz árabe sea un paso que algún día conduzca a un Estado palestino. Lo mismo es válido para los Emiratos Árabes Unidos y Egipto.
MBS debe demostrar, tras la guerra de Gaza, que obtuvo de Israel algo que ningún otro líder árabe obtuvo jamás, porque potencialmente está dando a Israel algo que ningún líder israelí obtuvo jamás: relaciones con la casa de las dos mezquitas más sagradas del Islam. MBS también es vital para lograr que el presidente Abbas nombre a un reformista como Fayad. Abbas respeta a MBS.
Permítanme repetirlo: una iniciativa diplomática para poner fin a la guerra entre estas líneas –y diseñar una normalización de las relaciones entre Arabia Saudita e Israel y una fuerza árabe de mantenimiento de la paz– requerirá en última instancia el compromiso israelí de establecer una vía hacia la creación de un Estado palestino. Eso provocará una oposición virulenta de los socios de derecha mesiánicos extremistas de Netanyahu, el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, y el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich. Temerariamente, verán el asesinato de Sinwar y el colapso de Hamas como una oportunidad para pensar que pueden matar hasta el último miembro de Hamas en Gaza para llevar a cabo su agenda de instalar asentamientos judíos en Gaza y expandirlos en Cisjordania.
Netanyahu ha querido demostrar desde hace mucho tiempo que es una figura histórica, no sólo un estratega que siempre maniobra para mantenerse con vida políticamente, pero que nunca está dispuesto a asumir un gran riesgo para cambiar la historia.
Pues bien, este es su momento.
¿Cruzará el Rubicón o hará lo que suele hacer: chapotear en medio de él y decirles a los de cada lado que va en su dirección?
Pero también es un momento histórico para MBS. Si quiere un tratado de seguridad con Estados Unidos, el proceso debe iniciarse mientras Biden todavía sea presidente (los demócratas del Senado nunca votarán a favor de él bajo el mandato de Donald Trump). Eso significa que MBS tendrá que normalizar las relaciones con Israel antes de que se cree realmente un Estado palestino, pero hacerlo sobre la base de que tanto israelíes como palestinos avancen específicamente en esa dirección.
Como alguien que ha cubierto intensamente la agitación en Medio Oriente desde el 7 de octubre de 2023, tengo nuevas esperanzas sobre la posibilidad de que cese la matanza de palestinos de Gaza, se devuelva a los rehenes y se inicie una verdadera diplomacia. Y si los respectivos líderes están a la altura de este momento, podría haber muchas más razones para tener esperanzas. Hoy es un comienzo. Lo que suceda el día después de esta guerra lo es todo.
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