El clan Fujimori, ante su hora más sombría tras la jugada de Vizcarra
Con sus referentes en prisión y el Congreso disuelto, la dinastía pierde influencia y poder
LIMA.- En una mansión colonial que conoció tiempos mejores, los dirigentes de la opositora Fuerza Popular se reunieron de urgencia, desesperados por recuperar el lugar dominante que ocupaba su partido en la política peruana.
El presidente Martín Vizcarra disolvió el Congreso y convocó a nuevas elecciones luego de una disputa con los legisladores en torno a sus medidas contra la corrupción, lo que eliminó la mayoría legislativa obtenida por Fuerza Popular con gran esfuerzo.
Entretanto, la máxima dirigente del partido, Keiko Fujimori, se encuentra presa en una cárcel de mujeres entre traficantes de drogas y ladronas, mientras se la investiga por corrupción.
La disolución del Congreso sumió a Perú en su crisis constitucional más profunda en casi tres décadas, y algunos creen que sería el principio del sombrío último capítulo de la dinastía política más destacada del país.
La disolución anterior del Legislativo fue en 1992, cuando el autoritario Alberto Fujimori -padre de Keiko- ocupaba el sillón presidencial. Ahora, con el partido al comando de su adorada hija mayor, es su propia agrupación la que está siendo expulsada del Congreso.
Al salir de su sede después de la reunión, los dirigentes de Fuerza Popular se dieron de frente contra la realidad cruel: buena parte de Perú ya no los ama, y la hostilidad se expresa incluso en las calles.
Un pequeño grupo de partidarios de Fuerza Popular que hacía un acto para exigir justicia para Keiko Fujimori escuchó la reacción furiosa de una transeúnte: "¡Al infierno se van a ir!", gritó Susana Valverde.
El fenómeno político peruano conocido como fujimorismo tuvo sus altibajos bruscos, pero siempre pudo rehacerse. Esta vez, quizás no.
Si se cumple el plan de Vizcarra de hacer elecciones legislativas en 2020, es casi seguro que el partido perderá su mayoría.
"El fujimorismo cayó en una espiral fatal", dijo el especialista en ciencias políticas Steven Levitsky, de la Universidad de Harvard. "Sufrirá una paliza en las próximas elecciones".
La dinastía política tuvo su inicio en 1990 cuando Alberto Fujimori, limeño hijo de inmigrantes japoneses, ganó las elecciones con la promesa de llevar a Perú a una nueva era de progreso. Sus medidas proempresariales, sus iniciativas intransigentes contra el delito y sus programas sociales le granjearon el apoyo de multitudes de peruanos como Nancy Ríos.
"El 'chinito' se preocupó e hizo unas hermosas rutas", dijo Ríos, en alusión al expresidente y el apodo cariñoso de sus partidarios. "Cuando llegó, este país estaba completamente destruido, peor que Venezuela. Cuando llegó Alberto Fujimori, logramos la paz, la estabilidad económica".
Pero al cabo de una década en funciones, Fujimori envió su renuncia por fax después de huir a Japón cuando enfrentaba su destitución por un Congreso mayoritariamente opositor. En 2005, lo apresaron en Chile y fue extraditado a Lima, donde tiempo después lo condenaron a 25 años de prisión por violación de los derechos humanos, corrupción y creación de escuadrones de la muerte.
El exprofesor de matemática aún purga su condena por su papel en la muerte de 25 personas, entre ellas, un chico de ocho años, bajo su gobierno.
Con todo, muchos peruanos estaban dispuestos a perdonar al fujimorismo. Keiko Fujimori retomó la antorcha de su padre, amplió la base del partido y trató de crear una imagen más moderada y amable del movimiento. Pero perdió las dos elecciones a las que se presentó y, desde entonces, todo ha ido cuesta abajo.
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