El Centro 73, donde las misiones clandestinas de Ucrania dan forma a la guerra más allá de la línea de fuego
La unidad integrada por exploradores de avanzada, operadores de drones y saboteadores submarinos se escabullen hasta las barracas rusas para plantar bombas y preparar el terreno para arrebatar el control rival
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KHERSON, Ucrania.- El primer plan de batalla que habían elaborado quedó obsoleto desde el momento mismo en que la represa colapsó, así que los oficiales de esta unidad de las fuerzas especiales ucranianas pasaron seis meses adaptando su estrategia para asegurar un cruce al otro lado del río Dniéper, en el sur de Ucrania.
Pero poder cruzar el río no alcanzaba: también necesitaban refuerzos para retener el control del cruce, y para eso hacía falta una prueba de que podía hacerse. El oficial apodado Skif decidió que la mejor prueba era plantar una bandera y sacar una foto como evidencia.
Skif se mueve como el anfibio camuflado que es: calculador, precavido, hasta que llega el momento de atacar. Es uno de los oficiales del Centro 73, una de las unidades de élite de las fuerzas especiales ucranianas, integrado por exploradores de avanzada, operadores de drones y saboteadores submarinos, entre otros. Sus equipos de asalto forman parte de las Fuerzas de Operaciones Especiales manejadas por los partisanos de la resistencia ucraniana en los territorios ocupados, donde se escabullen hasta las barracas rusas para plantar bombas y preparar el terreno para arrebatarlo del control de Rusia.
Su misión en el más dinámico de los dos principales frentes de batalla de la contraofensiva ucraniana refleja varios de los problemas que enfrenta Ucrania en el contexto de la guerra en su conjunto. De hecho, las operaciones del Centro 73 son uno de los pocos éxitos del Ejército ucraniano en una contraofensiva que ya lleva seis meses.
A finales de mayo, los 73 hombres del Centro 73 estaban apostados a lo largo de la orilla del Dniéper, algunos de ellos casi a la vista del embalse de Kakhovka y al alcance de las fuerzas rusas que habían tomado el control de la represa y del territorio a lo largo del Dniéper los primeros días de la invasión, en febrero de 2022. Y ambos bandos sabían que el objetivo de la inminente contraofensiva de Ucrania era tomar el control del río como clave para recuperar el sur ocupado por los rusos.
En los primeros días de la operación, el 6 de junio, una explosión destruyó la represa, y el agua del embalse arrasó río abajo matando a un número incalculable de civiles y destruyendo las posiciones del Ejército ucraniano.
“Estábamos listos para cruzar, y de pronto la represa explotó”, apunta Skif. El agua subió 20 metros y dejó sumergidas las líneas de suministro, las posiciones rusas y todo lo que encontró a su paso en cientos de kilómetros. Se largaba la carrera: cuando las aguas retrocedieran ¿qué fuerza se apoderaría de las islas y con ellas del control total del Dniéper?
Para la mayoría de los ucranianos que los ven en las calles de las aldeas casi desiertas de la línea de frente de la región de Kherson, los hombres del Centro 73 son tipos de remera y ojotas, gente común y corriente. Los hombres rana son nocturnos: de noche se transforman de civiles comunes en combatientes de élite, algunos con trajes de neoprene y otros en barcos. Por la mañana, cuando finalizan sus operaciones, vuelven al anonimato.
Rara vez se atribuyen el mérito de su trabajo y los ucranianos casi nunca se enteran de sus misiones secretas. Pero las declaraciones militares rusas que anuncian alegre y erróneamente la destrucción del Centro 73 son la mayor evidencia de su eficacia bélica.
Las aguas retroceden
En julio las aguas retrocedieron. Tanto los rusos como los ucranianos avanzaron nuevamente hacia el río desde direcciones opuestas, los rusos desde el sur y los ucranianos desde el norte.
Los equipos del Centro 73 exploraron y avanzaron por la ribera del río. La misión de la unidad de Skif era recuperar una isla cerca de la represa, ahora convertida un descampado de barro agrietado y árboles muertos. Su red de espías en la región de Kherson, los drones y las imágenes satelitales les indicaban dónde se habían reposicionado las fuerzas rusas.
Al alcanzar la isla, se bajaron de los botes y se adentraron en el terreno, entre las ramas muertas y enjambres de mosquitos. Uno de los hombres activó inadvertidamente el cable de una granada y se arrojó lo más lejos que pudo del explosivo ruso.
Cuando la metralla le atravesó la espalda, estalló el caos. El ucraniano herido se arrastró hacia el bote de extracción de la unidad, que los esperaba a tres kilómetros de distancia, bajo un diluvio de balas de las tropas rusas que habían instalado el explosivo. Los hombres de Skif lograron llegar al bote, que tenía una vía de agua abierta en el casco, y se retiraron hasta su orilla del Dniéper. Los rusos tomaron posesión de la isla y los ucranianos tardaron varias semanas más en expulsarlos.
Luego llegaron nuevas órdenes: vayan río arriba y rompan las defensas rusas debajo de un puente ferroviario destruido.
Los ucranianos tenían una ventaja sobre su enemigo ruso que suele ser subestimada: muchos ucranianos son bilingües y entienden las comunicaciones rusas interceptadas en tiempo real, mientras que los soldados rusos necesitan un traductor de ucraniano.
Así que cuando la unidad de Skif empezó a captar las comunicaciones de radio rusas junto al puente del ferrocarril, los ucranianos entendieron de inmediato a cuántos hombres se enfrentaban y el tipo de municiones que tenían. Hicieron el cruce, esquivaron a los rusos y esperaron la llegada de refuerzos.
Fue entonces cuando su ventaja se evaporó: en una sola embestida, los rusos enviaron misiles Iskander y decenas de drones que lanzaron cientos de granadas.
“En el aire tenían un predominio absoluto y lograron no perder terreno”, apunta Skif.
Con los refuerzos tampoco alcanzó. Las fuerzas ucranianas se retiraron bajo una lluvia de balas y metralla. Ahora, con menos hombres, los esperaba otra misión difícil.
Un golpe de suerte
Pero poco después de esa batalla tuvieron un golpe de suerte. Los rusos enviaron al frente de batalla de Kherson a un oficial que se oponía a la guerra desde un principio, y que según dijo después, tuvo razón en hacerlo, ya que la guerra fue incluso más desastrosa que lo que pensaba.
El oficial ruso se puso en contacto con la inteligencia ucraniana y dijo que tenía 11 camaradas que sentían lo mismo. El grupo se rindió y se entregó a Skif y sus hombres.
Los desertores le dijeron a Skif exactamente lo que necesitaba saber sobre las posiciones rusas en la isla que ahora tenían la tarea de tomar, en las afueras de la aldea de Krynky.
Con 20 hombres experimentados, Skif estaba convencido de poder tomar la isla y todavía más, pero no sin la promesa de apoyo suficiente para que las fuerzas regulares ucranianas después pudieran controlar el territorio. “OK”, le dijo su comandante. Tendría los refuerzos que pedía... si regresaba con imágenes de su unidad izando la bandera ucraniana en la aldea ocupada.
Y así fue como, a mediados de octubre, un dron ucraniano que llevaba la bandera nacional azul y amarilla sobrevoló Krynky justo en el momento en que Skif y sus hombres se dirigían a la aldea ocupada al otro lado del río. Así consiguieron la foto para demostrar que el camino estaba despejado, la enviaron al cuartel general militar y establecieron la cabecera de playa.
Varias brigadas de tropas ucranianas regulares fueron enviadas a ocupar el puesto, y allí están desde entonces.
Pero el invierno boreal avanza, las temperaturas nocturnas son bajo cero, y las fuerzas ucranianas están muy mal equipadas en comparación con las cercanas tropas rusas. Mantenerse y avanzar en invierno es mucho más duro para el cuerpo y la moral de los soldados. Pero las fuerzas ucranianas y el Centro 73 seguirán luchando en el año que se avecina.
“Nuestro trabajo es este”, dice Skif. “Nadie se entera, nadie habla de esto, y lo hacemos con poca recompensa, salvo en beneficio de nuestro país”.
Mstyslav Chernov
Agencia AP
Traducción de Jaime Arrambide
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