El caso Nicaragua, la crisis que puso a América Central en la agenda del Gobierno
La Argentina tiene un vínculo tradicional con los países del centro del continente y el Caribe, que combina afinidad política, lazos comerciales y asistencia humanitaria
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Cuando, hace menos de un mes, la Argentina se abstuvo de condenar en la Organización de Estados Americanos (OEA) la ola de arrestos del régimen de Daniel Ortega contra opositores en la previa de las elecciones de noviembre, una región tomó trascendencia en la agenda de la política exterior local: América Central.
Si bien las relaciones entre el país y el centro del continente no encabezan la lista de prioridades del Palacio San Martín, sí son vínculos históricos, que combinan afinidad política, intercambios comerciales y asistencia humanitaria, como es el caso de Haití.
“A diferencia de Brasil, que mira más a América del Sur, la Argentina siempre fue más latinoamericanista”, resumió Francisco De Santibañes, del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Según señaló el académico a LA NACION, la relación con América Central se afianzó “cuando la Argentina era potencia regional”, y si bien el país luego perdió peso en la escena regional, la afinidad sigue vigente.
El vínculo también tuvo su época oscura durante la última dictadura argentina, cuando el gobierno de facto participó del asesoramiento de militares para la lucha contrarrevolucionaria en América Central.
En el ámbito diplomático, los votos de los países centroamericanos a favor de la cuestión Malvinas en los organismos multilaterales son muy valorados por la Argentina. Además, en términos de integración, el arma preferida de Alberto Fernández es la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), un bloque creado en Caracas en 2011 y del que el gobierno de Mauricio Macri se había distanciado.
Al respecto, Mariano Caucino, quien fue embajador en Costa Rica en 2016 y 2017, consideró que “el gobierno argentino ha decidido profundizar la grieta regional” y en ese sentido es que “ha optado por enfrentarse con [el secretario general de la OEA, Luis] Almagro y dinamizar la Celac”.
En relación a los vínculos comerciales, la balanza comercial entre la Argentina y América Central es favorable para el país, mientras que –a nivel Mercosur- se encuentra en etapa “exploratoria” un acuerdo de libre comercio con países centroamericanos.
Julieta Zelicovich, doctora en Relaciones Internacionales, destacó que ese convenio, “a diferencia de grandes acuerdos como con UE y China, puede realizarse entre iguales, entre países que tienen dificultades en su desarrollo e inserción y que tienden a no incluir cláusulas de tipo predatorias sobre las industrias y que ayudan a que el comercio pueda traccionar desarrollo”.
El caso Nicaragua
No obstante, el comercio queda en un segundo plano a la hora de establecer alianzas en la región, como evaluó Santibañes. “En toda América Latina se están ideologizando las políticas exteriores. Eso a largo plazo es peligroso. Tenemos que tener esa maduración de políticas de Estado a Estado con un mínimo nivel de consenso, porque si no, cuando cambia el gobierno, los proyectos de integración desaparecen”, señaló.
Uno de los principales cambios de rumbo en la política exterior argentina entre la gestión de Macri y la de Fernández fue en relación a Venezuela –el gobierno anterior promovía una salida del poder de Nicolás Maduro y la actual mantiene una política oscilante, con guiños hacia el régimen chavista-. A eso se sumó en el último mes otro gobierno del eje bolivariano, con sede en América Central: el de Daniel Ortega en Nicaragua.
A mediados de junio, la Argentina y México se abstuvieron en la OEA de condenar el arresto de opositores y violaciones a los derechos humanos por parte del gobierno sandinista, al argumentar una política de “no intervención” en terceros país, algo que generó “decepción” en Estados Unidos. Luego, ambas naciones convocaron a sus embajadores en Managua a “consultas”, paso previo al retiro de su delegación diplomática. Sin embargo, al día siguiente, volvieron a abstenerse de firmar un documento –esta vez, en la ONU- que llamaba a elecciones libres en Nicaragua, una campaña que ya suma seis precandidatos presos.
En una región en crisis, con gobiernos que toman posturas autoritarias como el de Nayib Bukele en El Salvador o un país que además de estar azotado por la pobreza fue testigo del asesinato de su presidente, como Haití, ¿existe la posibilidad de que haya otra situación, como la de Nicaragua, que obligue al Gobierno a pronunciarse?
Mientras fuentes diplomáticas remarcan la “política de Estado, que sobrepasa a un gobierno u otro, de la protección de los Derechos Humanos” y la condena a los crímenes de lesa humanidad, los especialistas coinciden en que todavía ningún otro país centroamericano ha llegado a ese punto.
“Con Nicaragua lo que está haciendo el Gobierno es dar un aval una dictadura. Los otros países tienen gobiernos democráticos, con déficits, pero que respetan la relación en el poder”, señaló Caucino. “Son países complejos. Y el principio básico de la diplomacia es la prudencia. No tomar riesgos de los que te vas a arrepentir”, opinó Santibañes.
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