El caótico arranque de Pedro Castillo en Perú: entre las dudas sobre su liderazgo y una inminente batalla política
Varios nombramientos en el gabinete, muy cuestionados, anticipan un choque del Poder Ejecutivo con el Congreso, que debe aprobarlos
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LIMA.– En su ceremonia de asunción del mes pasado, que coincidió con el bicentenario de la independencia de su país, el primer presidente campesino de Perú condenó el “régimen racial” impuesto por los conquistadores que sigue dividiendo a las sociedades latinoamericanas hasta el día de hoy.
Y para que no quedaran dudas de lo que estaba diciendo, Pero Castillo prometió que no usaría la residencia presidencial, conocida como “Casa de Pizarro” por su fundador, Francisco Pizarro, líder de la conquista. El presidente izquierdista de 51 años, exmaestro de escuela rural, recalcó que ya era tiempo de “romper con los símbolos coloniales”.
Pero apenas dos semanas después de su histórica jura, la inexperiencia de Castillo y el nombramiento en altos cargos de gobierno de marxistas ortodoxos, algunos de ellos implicados en delitos, ha dejado a este país que el año pasado ya tuvo tres presidentes en un mes, una vez más al borde del colapso político.
El caos ha dado el disparo de largada de una batalla de vida o muerte entre el Poder Ejecutivo y un Parlamento opositor dominado por los conservadores: desde un bando ya hablan de juicio político contra el presidente, y desde el otro de disolver el Congreso.
El disparador de la actual situación se produjo al día siguiente de la asunción, cuando Castillo designó a Guido Bellido, un agresivo legislador de 42 años de su partido, Perú Libre, como primer ministro, un cargo para el que incluso muchos de sus aliados de izquierda lo consideran poco apto. Bellido es objeto de una investigación penal por supuesta “defensa del terrorismo”, con sus posteos en las redes sociales donde expresa su simpatía con Sendero Luminoso, la agrupación extremista maoísta que en las décadas de 1980 y 1990 asesinó a más de 28.000 peruanos, mayormente de localidades remotas y pobres. Bellido también ha sido fuertemente criticado por un posteo de 2019 en Facebook con elogios a Fidel Castro por haber impedido que los gays –utilizó una palabra insultante– participaran de la revolución.
Pero Bellido –que fue nombrado después de conocerse que otro postulante para el cargo, también legislador de Perú Libre, Roger Nájar, había embarazado a una niña de 14 años–, es apenas la punta del iceberg.
Héctor Bejar, de 85 años y canciller, que acaba de restablecer las relaciones diplomáticas de Perú con el régimen de Nicolás Maduro, asegura que Sendero Luminoso fue “obra de la CIA”. El ministro de Defensa, Walter Ayala, en el pasado fue exonerado de la policía por haber golpeado a un preso que escapó, y además es investigado por tráfico de personas.
Para terminar de ensombrecer el panorama, durante sus primeros cuatro días en la presidencia, Castillo –que todavía no dio una sola conferencia de prensa y ni siquiera permitió que los medios asistieran a algunos de sus eventos oficiales–, trabajó desde una oficina privada que le prestaron en circunstancias poco claras, donde no hubo registro oficial de sus visitas. Tras un diluvio de críticas, y ante posibles riesgos legales, Castillo dio marcha atrás con su promesa y ahora está instalado en el palacio presidencial.
También hay otras propuestas populistas de Castillo que podrían volvérsele en contra. Sus promesas de recortar a la mitad los salarios ministeriales, y de volver al servicio militar obligatorio para jóvenes que no estudian ni trabajan, han sido vilipendiadas, incluso por especialistas en medidas progresistas.
Hugo Ñopo, economista del centro de estudios Grade, de Lima, advierte que dos tercios de quienes calificarían para el servicio militar serían mujeres, y que una leva compulsiva podría llevar a situaciones de abuso de los indígenas y otros conscriptos de grupos vulnerables. “Es una mala solución para un problema mal diagnosticado”, dice Ñopo. “Y más que nada, el problema es de género”.
Asamblea Constituyente
Mientras tanto, Castillo insiste con sus planes para convocar una Asamblea Constituyente, a pesar de la falta de apoyo del Congreso, de la ciudadanía en general, y de no contar con una vía constitucional para hacerlo. Todo esto ocurre mientras Perú, que tiene la tasa de mortalidad per cápita de Covid-19 más alta del mundo, se prepara para el azote de la tercera oleada del virus, una crisis inminente a la que Castillo debería estar volcando todos sus esfuerzos.
La intriga no termina ahí, porque no queda claro si el que realmente está al mando es Castillo o si el presidente en realidad es la mano ejecutora de su polémico mentor, Vladimir Cerrón, un neurocirujano recibido en Cuba y fundador de Perú Libre.
Cerrón eligió a Castillo como candidato de su partido cuando él mismo fue inhabilitado para competir por tener una condena por corrupción. Actualmente, Cerrón enfrenta otras 12 investigaciones penales, incluida una por su supuesto rol en el financiamiento de la campaña de Perú Libre con suculentas coimas que embolsó cuando era gobernador de la región de Junín. Así y todo, Cerrón parece estar en contacto diario, aunque secreto, con Castillo.
En los últimos días, Cerrón le pidió a Corea del Norte la reapertura de la embajada en Lima y acusó a Pedro Francke –el ministro de economía, un moderado que fue economista del Banco Mundial–, de ser un “Chicago boy”. El nombramiento de Francke fue esencial para evitar el hundimiento del mercado en Perú.
En estos días Cerrón también se ha referido al voto de confianza del Congreso al gabinete de Castillo, en una sesión para fines de agosto, como un “choque de dos mundos, el europeo y el andino”. Si los legisladores rechazan dos veces el gabinete, el presidente tiene derecho a disolver el Congreso.
Una explicación de las tácticas provocadoras de Cerrón podría ser su propia situación legal, que es “sumamente complicada”, en palabras del exfiscal anticorrupción César Azabache. “La condena efectiva que pesa sobre Cerrón implica que no puede ocupar un cargo público, ni siquiera como asesor del gobierno, directa o indirectamente”, dice Azabache. “Su mera presencia pone en tela de juicio la seriedad del compromiso del gobierno contra el terrorismo y el narcotráfico”.
Richard Arce, excongresista y uno de los críticos acérrimos del presidente desde la propia izquierda, dice que Castillo y su partido deben entender que su estrecha victoria electoral se debió en gran parte a la aversión de los peruanos hacia Keiko Fujimori, la opositora de Castillo y una figura que es sinónimo de corrupción.
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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