El exmilitar obstinado que se reinventó para canalizar la rabia y desesperanza de Brasil
RÍO DE JANEIRO.- La vida de Jair Mesías Bolsonaro cambió el 8 de mayo de 1970. Aquel día, perseguido por la dictadura, el guerrillero Carlos Lamarca buscó refugio en las inmediaciones del tranquilo pueblo de El Dorado, en el estado de San Pablo, donde el ahora presidente electo de Brasil vivía junto a sus padres y cinco hermanos. Fascinado por los uniformes y las armas de los soldados que llegaron como parte de un gran operativo, Bolsonaro, entonces de 15 años y conocedor de la zona, los guió por el monte.
Hubo un fuerte tiroteo, Lamarca consiguió escapar, pero aquel primer contacto con los militares marcó el rumbo de ese obstinado y ambicioso adolescente: le generó un fuerte odio hacia la izquierda y, en busca de mejores oportunidades, decidió incorporarse al Ejército tres años después para cumplir su misión patriótica.
Descendiente de inmigrantes italianos y alemanes, Bolsonaro nació el 21 de marzo de 1955 en Glicério, otra localidad del interior de San Pablo, por donde la familia de clase media baja se mudaba regularmente por el trabajo de su padre, Percy Geraldo Bolsonaro, dentista práctico. Su madre, Olinda Bonturi, insistió en ponerle como segundo nombre Mesías luego de un embarazo complicado y hasta hoy, con 91 años, considera un milagro de Dios el nacimiento de su tercer hijo. A todos les inculcó una firme fe católica, moldeada por las tradiciones pacatas del pueblo donde Bolsonaro pasó la mayor parte de su infancia.
Aunque al pequeño Bolsonaro le gustaba mucho la actividad física y pasar el día corriendo afuera con sus amigos, tenía poca habilidad para el fútbol (solían ponerlo de arquero), y prefería ir a pescar y cazar pajaritos con su mejor amigo de esa época, Gilmar Alves. Como era flaco y muy alto, se ganó su primer apodo, Palmito, que nunca le gustó. De personalidad seria y responsable, tampoco se llevaba muy bien con su padre, a quien le gustaba mucho beber y fumar; falleció en 1995.
"Tenían una relación conflictiva. Bolsonaro no sentía admiración por su padre, quien llevaba una vida más bohemia, sin grandes metas", contó a LA NACION el periodista Clovis Saint-Clair, autor de la biografía no autorizada Bolsonaro: el hombre que enfrentó al ejército y desafía a la democracia.
Al cumplir 18 años, Bolsonaro ingresó en la Escuela Preparatoria de Cadetes del Ejército, en Campinas, estado de San Pablo. Pero poco después consiguió trasladarse a la prestigiosa Academia Militar de las Agujas Negras (AMAN), en Resende, Río de Janeiro, donde entabló amistad con varios compañeros que ahora –la mayoría ya como generales de reserva- forman parte del núcleo duro de su campaña que diseña políticas públicas para su eventual gobierno.
Integraba la brigada de infantería paracaidista donde llegó a tener el rango de capitán. Destacado por su fortaleza física y su velocidad para correr, empezó a ser conocido como "Cavalão" (gran caballo), apodo del que sí se siente orgulloso.
"En plena dictadura militar, en la AMAN se reforzaba la lucha contra el comunismo. Ahí adquirió valores antidemocráticos; se reprimía el debate político y se inculcaba que el golpe de estado de 1964 había sido una ‘revolución libertadora’. Era un ambiente rígido, de mucha disciplina y con una fuerte cultura machista que moldeó su personalidad", apuntó Saint-Clair.
Ya entonces solía hacer chistes misóginos, homofóbicos y racistas. Años más tarde, como diputado, para rechazar las críticas que recibía por su oposición a la enseñanza de la "ideología de género" en las escuelas, llegó a decir que no estaba en contra de los homosexuales y que su amigo Gilmar Alves era gay, algo que el propio Alves negó; acusó a Bolsonaro de ser un mentiroso y acabó la amistad. Por aquellos años conoció a su primera esposa, Rogéria Braga, madre de sus tres primeros hijos: Flávio (37, actualmente diputado estatal en Río de Janeiro y recién elegido senador), Carlos (35, concejal en la ciudad de Río de Janeiro) y Eduardo (34, reelecto como diputado). La propia Rogéria fue concejala con la ayuda de su esposo, cuando este comenzó su carrera legislativa.
Bolsonaro pasó 17 años en el ejército, en diferentes sitios en los estados de Río de Janeiro y Mato Grosso do Sul. Sus superiores lo calificaron como una persona excesivamente ambiciosa, agresiva y con la intención de liderar a sus camaradas que le causaba permanentes conflictos por la falta de lógica y equilibrio de sus argumentos. Pero los problemas se volvieron más serios cuando en 1986 –ya terminada la dictadura- publicó un artículo no autorizado en la revista Veja en la que se quejaba de los bajos sueldos de los soldados. Aunque la nota le ganó el respeto entre sus compañeros, la cúpula del ejército lo acusó de indisciplina y lo mantuvo preso por 15 días.
Al año siguiente la misma Veja reveló que Bolsonaro encabezaba un grupo que planeaba pequeños atentados con explosivos en instalaciones militares para llamar la atención pública sobre la insatisfacción en las filas y presionar por mejoras. Fue sometido a un juicio en el Superior Tribunal Militar que terminó por absolverlo en 1988.
"Había ganado cierta notoriedad pero su permanencia en el ejército se hacía insostenible. Le llegó información de que sería perseguido y finalmente expulsado, por lo que decidió pasar a la reserva e intentar suerte en la política, como candidato a concejal en Río por el Partido Demócrata Cristiano", relató Saint-Clair.
En la Asamblea Legislativa de la Cidade Maravilhosa pasó apenas un año, suficiente para conseguir alianzas políticas locales que se mantienen hasta hoy a través de su hijo; usó el cargo para dar visibilidad a las cuestiones militares y saltar luego al Congreso nacional como diputado elegido por primera vez en 1991 y actualmente en el final de su séptimo mandato. Entre medio pasó por nueve partidos políticos, siempre con salidas a los portazos.
A principios de este año prácticamente se apoderó de la estructura del pequeño Partido Social Liberal (PSL), al que gracias a su popularidad convirtió ahora en una significativa fuerza en el Congreso a partir del año próximo; en la primera vuelta electoral, el PSL pasó de 8 a 52 diputados y de no tener ningún senador a 4 bancas.
Fue en sus primeros años en el Congreso que empezó un affaire con una asesora parlamentaria, Ana Cristina Valle, que se convertiría en su segunda mujer y madre de su hijo Renan (20, estudiante de derecho e inclinado a una vida relajada que le ha causado discusiones con su padre). Bolsonaro y Valle estuvieron juntos hasta 2010, y luego protagonizaron un agrio proceso de separación y batalla de custodia de su hijo cuando ella se fue a vivir a Oslo, Noruega, con su nueva pareja. Valle lo acusó de amenazas y de robarle dinero, pero ya de vuelta en Brasil, durante la campaña presidencial, ella atribuyó el conflicto a cuestiones pasionales mal resueltas; ahora son amigos.
Como diputado, Bolsonaro nunca tuvo una actividad sobresaliente; pertenecía al llamado "bajo clero" de la Cámara, un figura sin relevancia. En su larga carrera legislativa, apenas consiguió aprobar tres proyectos de ley de su autoría (uno para reducir impuestos sobre productos industrializados, otro para autorizar un comprimido médico como parte de los tratamientos para el cáncer; y una enmienda constitucional para que las urnas electrónicas emitan un comprobante en papel después del voto, que luego fue revertida).
En cambio, sí sobresalió con sus comentarios controvertidos a favor de la dictadura y de la tortura, posturas en contra de la equidad salarial entre hombres y mujeres, su rechazo a la homosexualidad, su declaraciones racistas y xenófobas, y su ya célebre ataque a una colega diputada a la que le dijo que era tan fea que no merecía ni ser violada.
"Era una figura casi folclórica, que generaba repudio, pero no parecía que fuera a ir más allá de las palabras chocantes", indicó Saint-Clair.
Por aquellos tiempos Bolsonaro conoció a su tercera y actual esposa, Michelle de Paula, 36, quien entonces era una joven secretaria. La llevó a trabajar por un tiempo a su gabinete y luego terminó enamorándose de ella, madre soltera (tiene una hija, Leticia, de una fugaz relación) y evangélica. Los casó el pastor Silas Malafaia, de la Asamblea de Dios, una figura de muchísimo peso entre los evangélicos. Con De Paula, el diputado tuvo su única hija, Laura, de 8 años ahora.
El gran cambio político de Bolsonaro ocurrió a partir de las masivas protestas de 2013 en reclamo de mejores servicios públicos en todo el país y en contra de los gastos para estadios e instalaciones del Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de Río 2016. Bolsonaro percibió la insatisfacción mayoritaria de la población con la "vieja clase política" y empezó a crearse una imagen de "antiestablishment".
Luego, con los escándalos de corrupción que expuso la Operación Lava Jato, se autodeclaró "uno de los pocos diputados limpios y honestos" que nunca fue blanco de ninguna acusación de haber recibido sobornos. Y consagró su imagen pública durante el proceso de impeachment a Dilma Rousseff , cuando el debate en la Cámara, en mayo de 2016, dedicó su voto al fallecido coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, un reconocido torturador, terror de la propia mandataria cuando estuvo presa durante la dictadura.
Discurso exaltado y populista
Desde entonces puso la mira en el Palacio del Planalto con un virulento discurso anti-izquierda, moralista que busca recuperar los valores familiares tradicionales y promete tener una política de mano dura frente a la corrupción y la rampante criminalidad. Desarrolló su estrategia junto a líderes de la llamada "bancada BBB", por Biblia, bueyes y balas, en alusión a los diputados evangélicos, los productores del agronegocio y los expolicías y militares ligados a las cuestiones de seguridad pública.
"Las redes sociales le sirvieron de plataforma perfecta para difundir su discurso exaltado, moralista y populista. Bolsonaro siempre vacía el discurso político, no debate con argumentos e ideas sino con rótulos y acusaciones grandilocuentes. Sus mensajes por Facebook, Twitter e Instagram se volvieron virales gracias a que son simples de entender, e insisten en soluciones fáciles que la gente quiere oír. Estoy seguro de que sin las redes sociales, no hubiera llegado tan lejos", opinó su biógrafo.
En plena campaña, aprovechó las redes para suplir su falta de estructura y recursos partidarios. El atentado con cuchillo que sufrió el 6 de septiembre en Juiz de Fora, Minas Gerais, le garantizó más atención pública, lo puso en el papel de víctima y le sirvió de excusa para no participar de los debates televisivos con sus rivales.
Con un efecto bola de nieve, creció en las encuestas machacando una y otra vez su imagen como "anti-establishment", sus vínculos con los grupos conservadores, sus posiciones en contra del Partido de los Trabajadores (PT), sus promesas de neoliberalismo económico, y su firmeza para lidiar con la criminalidad. Así, aquel obstinado y ambicioso adolescente del interior paulista se convirtió en el próximo presidente de Brasil.
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