El cambio de época se siente en el aire en una Gran Bretaña exhausta, aunque sin demasiado optimismo
Liderado por Keir Starmer, el Partido Laborista derrotaba los conservadores después de 14 años, pero herederá un “legado de cenizas” que encierra varios desafíos
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LONDRES.- Los británicos concurrieron hoy a las urnas con una mezcla de frustración y enojo con el gobierno conservador, pero sin demasiada confianza en que su reemplazo logre desenredar la maraña de problemas que aqueja al país.
Y ese escepticismo tiene fundamentos, dicen los analistas. Por más que el Partido Laborista se alce con una amplia mayoría parlamentaria, como sugieren las encuestas, se enfrentará con una montaña de desafíos, desde una economía inerte hasta un Servicio Nacional de Salud en descomposición, sin contar con demasiadas herramientas para solucionarlos.
El líder de los laboristas, Keir Starmer, “heredará un legado de cenizas”, dice Robert Ford, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Manchester. Y los votantes, que hace menos de cinco años eligieron por abrumadora mayoría a los conservadores, probablemente no le den mucha cuerda para revertir las cosas.
“El mensaje no podría ser más claro: o las cosas cambian o estás en el horno”, dice Ford. “La paciencia se acabó.”
Esta elección se convirtió en una divisoria de aguas para el Reino Unido. El resultado parece reflejar un repudio al Partido Conservador después de sus 14 años en el poder, y el ascenso del Partido Laborista, que hace menos de cinco años sufrió su propia debacle electoral frente a los conservadores, la más aplastante desde 1935.
Ese vertiginoso vuelco de preferencias políticas es reflejo de la inestabilidad en la que está sumida Gran Bretaña desde que optó por abandonar la Unión Europea (UE), en 2016. El Brexit fracturó al Partido Conservador, que se fue radicalizando y volviendo cada vez más errático mientras batallaba con la pandemia y la crisis inflacionaria.
Y ahora, con los laboristas golpeando a la puerta de Downing Street, el gobierno conservador se enfrente a la necesidad de hacer difíciles concesiones que reflejan la debacle de estos años: un país empobrecido, exhausto, desesperado por un cambio.
Reconstruir la economía
El discurso central de campaña de los laboristas fue que ellos pueden relanzar la economía y generar suficientes ingresos extra a partir de impuestos existentes para evitar un doloroso ajuste de los servicios públicos, aumentos impositivos o mayor endeudamiento. Pero las palancas que tienen a su disposición para lograrlo son limitadas, en especial después de que a principio de este año su multimillonario plan para transformar a Gran Bretaña en una “economía verde” cayera víctima de la debilidad financiera de las arcas públicas.
Otra opción sería flexibilizar las restricciones al comercio con la UE que obstaculizan las exportaciones británicas desde el Brexit. Sin embargo, Starmer ha descartado volver a unirse al inmenso mercado único del bloque, ya que eso implicaría permitir que los europeos vivan y trabajen libremente en Gran Bretaña, o a su Unión Aduanera, lo que significaría someterse a algunas de las reglas arancelarias del bloque regional.
Si bien para los analistas dicen que un gobierno laborista podría sellar algunos acuerdos limitados, como un nuevo pacto comercial sobre animales y plantas que mejoraría las condiciones para los exportadores británicos de alimentos, el impulso de esas medidas para la economía será mínimo.
Eso también deja flotando en el aire otro importante objetivo de la agenda laborista: reformar el sistema de planificación del gobierno británico para acelerar construir la construcción de viviendas y de proyectos de obra pública. Todos esperan que el Partido Laborista haga una revisión de las zonas rurales que por normativa están fuera del alcance de los desarrolladores y que vuelva a poner metas para la construcción de viviendas en áreas urbanas.
Modificar la normativa de planificación urbana y rural podría desatar un auge de la construcción, pero los economistas dicen que también irritaría a los votantes que quieren preservar los espacios verdes.
La estrechez presupuestaria también complicaría los intentos laboristas para solucionar los graves problemas del Sistema Nacional de Salud (NHS), donde el actual gobierno no logró reducir los tiempos de espera, que actualmente se extienden durante meses. El Partido Laborista ha prometido programar 40.000 turnos médicos adicionales por semana, y asegura que lo puede lograr convenciendo a los trabajadores del NHS para que dar más turnos fuera de su horario laboral previsto.
El tema de la inmigración
Para los laboristas el tema de la inmigración será otro desafío a abordar, sobre todo debido a la escasez de mano de obra en el NHS y en la economía en general. El control de las fronteras fue un tema gravitante en el referéndum sobre el Brexit, pero desde entonces la migración legal neta —el número de personas que ingresaron al país, menos las que se salieron— casi se triplicó y en 2022 llegó a unas 750.000 personas, para luego experimentar un leve retroceso.
Los laboristas se beneficiarán de los cambios introducidos por el gobierno conservador, que restringió el derecho de los estudiantes extranjeros a traer a sus familias a Gran Bretaña, y de la reducción del número de refugiados procedentes de Ucrania, Hong Kong y Afganistán. Con todo eso, cabe esperar que ahora la migración neta disminuya.
Pero en ese contexto, al Partido Laborista le costará cumplir su promesa de capacitar a más ciudadanos británicos para cubrir los puestos vacantes y de disuadir a los empleadores de ir buscar trabajadores en el extranjero.
Frenar el flujo de solicitantes de asilo que desembarcan barcazas improvisadas en la costa inglesa será todavía más difícil. Starmer prometió dar por terminada la costosa política de deportar en avión a Ruanda a algunos solicitantes de asilo. En cambio, los laboristas proponen tomar medidas enérgicas contra los traficantes de personas y reforzar la cooperación en esa materia con los gobiernos de toda Europa continental.
Sin embargo, Gran Bretaña ya le ha dado decenas de millones de dólares al gobierno francés para ayudarlos a detener el flujo de barcazas cargadas de migrantes, con éxito apenas parcial. Tampoco está claro cuánto margen hay para una mayor colaboración con el continente, ya que en la primera ronda de las elecciones en Francia los partidos de extrema derecha antiinmigrante lograron sorprendentes resultados.
Frente a un aliado incierto
Sin importar quien termine ocupando Downing Street, se enfrentará con un panorama político cada vez más embarrado en Estados Unidos. Las dudas sobre la viabilidad de la candidatura de Joe Biden para las próximas elecciones multiplican las probabilidades de que su oponente republicano, Donald Trump, vuelva a la Casa Blanca.
El principal dirigente laborista en materia de política exterior, David Lammy, ha tratado de cultivar relaciones con personas de la órbita de Trump, incluido el senador republicano por Ohio, JD Vance. Pero la carta de presentación de Lammy en Estados Unidos es su estrecha relación con el expresidente Barack Obama: ambos fueron a la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard y en 2008 Lammy hizo campaña por Obama.
Los vínculos de Starmer con Estados Unidos no son tan profundos. Si bien no tiene un historial de comentarios críticos contra Trump, hay pocos indicios de que un exfiscal jefe de 61 años pueda desarrollar una relación sólida con un hombre de 78 años acusado en varias causas penales.
El miércoles, sin embargo, Starmer obtuvo apoyo de otra fuente igualmente improbable: Rupert Murdoch: por primera vez desde 2005, su influyente tabloide londinense, The Sun, respaldó explícitamente al Partido Laborista.
Traducción de Jaime Arrambide
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