La mujer, llamada Laura Corkill, narró la trágica historia que vivió tras perder a su hijo recién nacido
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Laura Corkill estaba preparada para el nacimiento de su hijo. La habitación del bebé estaba recién decorada, incluso había elegido el nombre. Leiland-James Micheal Corkill nació por cesárea de emergencia cuatro días antes de Navidad en el Hospital West Cumberland.
La madre y el bebé conectaron de inmediato: Laura lo describe como “perfecto”. “Recuerdo sus grandes ojos brillantes. Estaba feliz, llena de alegría. Tenía muchas ganas de traer a mi bebé a casa”, cuenta. Pero 48 horas después del nacimiento, se llevaron a Leiland-James. La partera que había ayudado a dar a luz vino a decirle a Laura que había una trabajadora social en su cuna a punto de sacarlo.
Laura dice que fue y se enfrentó a la trabajadora social, pero le dijeron que le habían enviado los documentos a su abogado. “Todavía no he visto ningún documento”, dice Laura. El mundo de Laura quedó “destrozado” cuando se llevaron a su hijo.
Era 2019 y durante el año siguiente intentaría recuperarlo. Pero solo unos días después de su primer cumpleaños, el bebé fue asesinado por la mujer con quien los trabajadores sociales lo habían colocado. Laura Corkill nunca antes habló sobre esto. Ella no estuvo involucrada en el posterior juicio por asesinato. No participó en la revisión del Ayuntamiento del condado de Cumbria sobre su muerte. Dice que se siente silenciada. Esta es su historia, contada por primera vez.
Esta es también la historia de lo que sucede cuando los servicios sociales se equivocan y cuando las madres que sufrieron abuso doméstico terminan perdiendo a sus hijos.
Cuando Laura quedó embarazada de Leiland-James, fue un momento de esperanza, un momento para dejar atrás su pasado problemático. Estaba en un buen lugar, con el apoyo de Aishea Drysder, de Women Out West, una organización que ayuda a mujeres que sufrieron violencia doméstica y sexual.
Laura ya sabía lo que era que los servicios sociales se llevaran a un hijo. Años atrás, sufrió violencia doméstica, pero semanas después de pedir ayuda para sacar a su pareja abusiva de la casa, en su lugar se llevaron a sus hijos. Su vida se deshizo. Pero ella dice que estar embarazada de Leiland-James fue diferente.
“Quería hacer cualquier cosa y todo lo posible, para asegurarme de que los servicios sociales no pusieran sus manos sobre él. Estaba en las nubes. No escuché nada de los servicios sociales hasta la semana 22 de embarazo”. La primera trabajadora social, dice, parecía estar contenta con los preparativos hechos en casa para el bebé. “Revisó todo y dio la vuelta a la casa. No tuvo problemas. Pudo ver, por lo que leyó en mi expediente, que he recorrido un largo camino”, comenta.
Pero Laura seguía siendo cautelosa y dice que preguntó directamente si podría quedarse con su bebé. Dice que la mujer le aseguró que no había ninguna razón para que el bebé fuera puesto bajo custodia de los servicios sociales. “Conseguí la cuna. Decoré la habitación en azul y blanco”, relata.
Laura cree que todo cambió cuando una segunda trabajadora social reemplazó a la primera. La mujer quería saber más sobre el pasado de Laura, particularmente sobre su tiempo con una pareja abusiva cuando le quitaron sus dos primeros hijos. Laura dice que fue abierta y honesta. “Mi mente estaba en dos lugares. Temía que fueran a quitarme todo, pero estaba decidida a continuar. Pensé ‘no se lo quedarán’”. Antes del nacimiento, Laura pasó varios cursos de evaluación para padres.
“Pasé por todos los obstáculos para traer a Leiland-James a casa”, cuenta. El Ayuntamiento del condado de Cumbria tiene una versión diferente de los hechos y dice que en el último mes de su embarazo el plan era quitarle el niño a Laura al nacer. Dicen que le dijeron esto tres veces. Laura lo niega y dice que todavía está esperando ver la documentación y que solo recibió confirmación cuando la trabajadora social estaba sacando a su hijo del hospital.
La casa de Laura está en las afueras de Whitehaven, en una esquina de una propiedad que da al puerto de la ciudad. Tiene una vista impresionante. Es un lugar de extraordinaria belleza pero también de profunda privación. Es difícil de creer ahora, pero en el siglo XVIII era una ciudad enriquecida por el carbón y el segundo puerto más activo después de Londres. Esos días quedaron atrás.
El salón de Laura ahora es un santuario para sus hijos y, en particular, para Leiland-James. Cuando me reúno con ella, está con Aishea de Women Out West y su colega Rebecca Todd. Entre las dos suman más de 50 años de experiencia ayudando a mujeres que sufrieron violencia doméstica y sexual.
No tenían idea de que se llevarían a Leiland-James. “Lo primero que supimos fue cuando Laura nos llamó por teléfono desde la sala. Estábamos devastadas”, dice Aishea. Cualquiera que fuera el plan, no les fue comunicado, dicen.
Aishea dice que tenían su propio plan que habría ayudado a Laura en casa con el bebé. Después de que se lo llevaron, hubo varios intentos de negociar con el Ayuntamiento del condado de Cumbria para traerlo a casa.
Un portavoz del Ayuntamiento le dijo a la BBC que cuando existe la preocupación de que las necesidades de un niño no se puedan satisfacer, tienen el deber de actuar y trabajan arduamente para apoyar e informar a los padres biológicos. Inicialmente, Leiland-James fue colocado con un cuidador temporal. Laura dice que él estaba feliz. Pero ella nunca dejó de preguntar por él.
La BBC vio evidencia de que el equipo de Women Out West que apoya a Laura ofreció a los trabajadores sociales propuestas para llevar a Leiland-James a casa. Tanto Aishea como Rebecca dicen que no fueron escuchadas. El Ayuntamiento nos dijo que se evaluó que Laura no podía satisfacer las necesidades de Leiland-James y que durante su vida sus circunstancias no cambiaron. Esto es fuertemente negado por Laura y Women Out West.
La separación de Leiland-James de su madre resultó ser el comienzo de una serie de eventos que resultaron fatales. Laura, Aishea y Rebecca creen que las decisiones se tomaron en base al pasado de Laura, la creencia de que la violencia que enfrentó anteriormente podría volver a ocurrir, poniéndola a ella y al bebé en riesgo.
Leiland-James fue separado de su madre en el hospital y puesto bajo cuidado por los servicios sociales. Luego fue asesinado por la mujer que quería adoptarlo. Laura había sufrido varios abortos espontáneos después de experimentar violencia severa a manos de una pareja anterior. Después de uno de ellos, mientras yacía en una cama de hospital recuperándose de una transfusión de sangre, sus dos hijos fueron sacados de la casa familiar.
Ella dice que en ese momento se acercó al Ayuntamiento del Condado de Cumbria en busca de ayuda, pero no había recibido lo que necesitaba. “De lo que ellos no se dieron cuenta es que yo podía haber sido la víctima, pero también era la protectora de mis hijos mayores”, señala.
Ella dice que “se descarriló” y sufrió un colapso de salud mental. Terminó en el hospital nuevamente. Los siguientes años fueron un infierno, dice. Laura dice que no estaba en una relación mientras estaba embarazada de Leiland-James y que estaba en un estado de ánimo positivo.
Durante los primeros meses de la vida de Leiland-James, Laura pudo verlo en un centro de contacto administrado por el Ayuntamiento. Me muestra fotografías y llama la atención lo felices que se ven los dos. Laura veía a su hijo cuatro veces por semana, durante una hora y media al día.
“Todavía esperaba que él volviera a casa”, dice ella. “El contacto significó mucho para mí. Incluso les pedí que lo extendieran a unas dos horas. No lo hicieron. No confiaba en ellos los trabajadores sociales, pero estaba dispuesta a cooperar para recuperar a Leiland”, comenta.
Pero, con la pandemia de Covid-19 se cortó el contacto. En marzo de 2020, cuando el país entró en su primer confinamiento, dice que tomó dos autobuses (un viaje de una hora) y llegó al centro solo para descubrir que estaba cerrado. Durante los siguientes tres meses, pidió contacto por video. Pero cuando lo consiguió, no fue lo mismo. “Solo quería abrazarlo”, dice ella.
Pero lo peor estaba por venir. En julio, el tribunal de familia concedió una orden de adopción para Leiland-James. Laura dice que no le habían dicho que el Ayuntamiento del Condado de Cumbria ya había identificado a su hijo para adopción y había encontrado una familia para colocarlo meses antes.
El Ayuntamiento del condado de Cumbria dice que le dijeron a Laura en abril que Leiland-James debía ser dado en adopción. Laura lo niega y dice que el tiempo que pasó con Leiland-James en el centro de contacto debería haber indicado que ella podía cuidar a su hijo. Ella cree que se puso demasiado peso en su pasado de abusos y en la suposición de que el bebé correría el riesgo de sufrir daños emocionales en el futuro.
“¿Cómo pueden los trabajadores sociales pensar en eso cuando vieron cómo era yo en contacto con el bebé?”, pregunta Laura. Laura también cree que la falta de contacto cara a cara con su hijo a causa del Covid-19 y el cierre del centro se usaron en su contra. El 22 de agosto de 2020, Leiland-James fue colocado formalmente con una madre adoptiva, Laura Castle, con miras a la adopción.
Laura dice que estaba destinada a conocer a Laura Castle, ya que todavía tenía los derechos de paternidad antes de la adopción formal. Pero, la hora de la reunión se cambiaba constantemente. Ella dice que los trabajadores sociales le dieron excusa tras excusa. “Leiland estaba mal cuando no lo estaba, o tenían que trabajar. Siempre surgía algo”, apunta.
El Ayuntamiento del condado de Cumbria dice que planeó una reunión antes de que se otorgara la orden de adopción, pero todos los involucrados debían estar emocionalmente preparados y la pandemia también causó dificultades.
Laura empezó a sospechar. “Pensé que algo andaba muy mal. Automáticamente pensé: ‘está siendo abusado’”. Me muestra la última foto de ella y su hijo en el centro de contacto. “Es precioso”, dice, con la voz entrecortada. Es todo lo que le queda. Nunca volvería a abrazar a Leiland-James.
En enero de 2021, el bebé fue trasladado al hospital en ambulancia. Laura Castle dijo a los servicios de emergencia que se había caído de un sofá, se había lastimado la cabeza y que no respondía. Una trabajadora social llamó a Laura Corkill, pero no le dijo en qué hospital estaba el niño.
“Estuve caminando para arriba y para abajo toda la noche. Solo quería tratar de averiguar si podía ir a todos los hospitales que pudiera para encontrarlo. Fue malvado no decírmelo”, señala. Al día siguiente, le dijeron que habían trasladado al niño al Alder Hey Children’s Hospital en Liverpool.
El Ayuntamiento del condado de Cumbria dice que solo se compartieron detalles limitados con Laura porque sus posibles padres adoptivos estaban con él y no se conocía el alcance de las lesiones en ese momento. Pero al día siguiente, cuando quedó claro que no se esperaba que viviera, llamaron a Laura en una hora.
Un taxi enviado por el Ayuntamiento debía llevarla a Liverpool, pero Laura dice que no llegó. Los trabajadores de Women Out West le proporcionaron transporte. Laura estaba sola en el hospital cuando llegó. Ella dice que cuando llegó a su habitación, Leiland-James había muerto. Para entonces, Laura dice que el cuerpo de su hijo era evidencia, una escena del crimen y que el personal del hospital no le permitía tocarlo.
Laura dice que instintivamente supo que su muerte no había sido un accidente. “Dije que quienquiera que lo tuviera, lo había matado. El cirujano me dijo ‘teníamos sospechas de esto y se abrió una investigación tan pronto como Leiland-James ingresó al hospital’”.
Más tarde, los patólogos dirían en la corte que las lesiones de Leiland-James habían sido un indicador clásico de “traumatismo craneal abusivo”, un término que reemplaza al “síndrome del bebé sacudido”, y eran de la gravedad que se observa en los accidentes automovilísticos a alta velocidad.
Antes de que Leiland-James fuera puesto bajo su cuidado, Laura Castle había estado de acuerdo con el enfoque de tolerancia cero del Ayuntamiento del condado de Cumbria con respecto al castigo corporal. Pero durante su juicio por el asesinato en mayo de este año, se supo que constantemente golpeaba y abusaba del bebé. En la corte, fue descrita como egocéntrica, abusiva y violenta.
Ella filmó al bebé angustiado. En mensajes de texto, presumió ante su esposo sobre cómo lo había golpeado y lo describió como “el engendro del diablo”. En un mensaje de texto, ella escribió: “Sinceramente, no me gusta mucho últimamente, es un absoluto quejica y me arrepiento totalmente de haber hecho esto. “Aunque necesito dejar de golpearlo porque si empiezo, no me detendré en un punto y no nos llevará a ninguna parte y entonces me siento mal”.
Estos mensajes de texto y el abuso se ocultaron a los trabajadores sociales, no tenían idea de que este tipo de violencia estaba ocurriendo, pero estaban preocupados por lo que Laura Castle les estaba diciendo sobre el niño. El tribunal escuchó que un trabajador social informó que Leiland-James parecía inquieto, mientras que otro informó que Laura Castle lo había calificado de “vago” y “grande” y dijo que no lo amaba.
En diciembre de 2020 se había llevado a cabo lo que se conoce como Revisión del niño bajo tutela. Los trabajadores sociales acordaron no apoyar una solicitud para que Laura Castle adoptara formalmente a Leiland-James. Pero cuando le dijeron esto a Laura Castle, ella le dijo a una trabajadora social que “Leiland-James no se iría a ninguna parte”.
En mayo de este año, Laura Castle fue declarada culpable de asesinato y sentenciada a 18 años. Su esposo, Scott Castle, fue absuelto de causar o permitir la muerte de Leiland-James en la casa de la pareja. Él le dijo a la corte que en la mañana del ataque fatal estaba durmiendo en la cama después de trabajar en un turno de noche.
Laura Corkill describe a la mujer que mató a su hijo como un “monstruo sádico malvado”. Pero también está enojada con el Ayuntamiento del condado de Cumbria y dice que este también debe asumir alguna responsabilidad por su muerte. “¿Por qué lo colocaron allí? ¿Por qué les tomó tanto tiempo darse cuenta? Deberían haber cancelado la orden de adopción”, señala.
Ella también argumenta que el Ayuntamiento necesita ofrecer más apoyo a las víctimas de abuso. La BBC supo que actualmente hay 26 madres en el oeste de Cumbria, víctimas de abuso doméstico y sexual, que corren el riesgo de perder a sus hijos porque los trabajadores sociales están preocupados por el impacto en los menores.
Todas ellas cuentan con el apoyo de Women Out West. Laura Bell es lo que se conoce como la “amiga McKenzie” del centro: no es una profesional del derecho, sino alguien que puede apoyar a las víctimas de violencia doméstica en el tribunal de familia o cuando se trata de servicios para niños.
Las 26 mujeres a las que apoya deben pasar por procedimientos de protección infantil, a pesar de ser víctimas. Esto se debe a que existe una creencia incorrecta, dice, de que estas mujeres no pueden mantener a salvo a sus hijos. “Es un escándalo nacional. Muchas veces, estas mujeres víctimas de abuso doméstico o sexual toman la decisión correcta, dejan la relación, intentan obtener ayuda pero terminan siendo victimizadas nuevamente, ya sea por el perpetrador o por agencias destinadas a apoyarlas.
“Nueve de cada 10 veces, tienen que poner a sus hijos a disposición para que tengan contacto con la persona que abusó de ellas”.
Women Out West fue fundada por Rachel Holliday hace tres años. Ella dice que seis madres que enfrentaron abuso doméstico y sexual por parte de sus parejas le revelaron que el Ayuntamiento del condado de Cumbria se llevó a sus hijos y los colocó con sus abusadores.
Parte de la evidencia que reunió con el permiso de las madres, dice, fue entregada al Ayuntamiento hace más de dos años. “A una mujer le quitaron a sus hijos y los trasladaron junto al padre, y esos niños todavía hacen acusaciones hasta el día de hoy de que él les está poniendo las manos encima. “Tenemos una cultura de culpar a las mujeres, no de creerle a las mujeres”, apunta.
Como resultado, dice Rachel, las mujeres y los niños están en peligro. Ella dice que sus preocupaciones no fueron tomadas en serio por el Ayuntamiento del condado de Cumbria. “No importaba ante quién los lleváramos. Era sorprendente que no pasara nada. Mostramos lo que ocurría a muchas personas, líderes comunitarios, pero nada cambió”.
El Ayuntamiento nos dijo cuándo se le dieron los nombres de estas mujeres, revisó las denuncias y algunas habían pasado por sus procedimientos formales de quejas. Agregó que las decisiones de separar a los niños de sus padres y dónde deben ser colocados, las toman los tribunales.
Una revisión de salvaguardia de la adopción y los eventos que llevaron a la muerte de Leiland-James encontró que Laura Castle mintió y engañó a los trabajadores sociales sobre su salud mental, física, consumo de alcohol y deudas. También dijo que la información relevante sobre ella no se compartió entre las agencias. Llegó a la conclusión de que deberían reforzarse los controles sobre las personas que desean adoptar.
A Laura Corkill no se le pidió que forme parte de esto. “Perdí la cuenta de cuántas veces pedí que me devolvieran a mi bebé. Es como si me hubieran borrado de la faz de la tierra. Y cuando llegó a casa, estaba en una caja de madera”, dice.
John Readman, del Ayuntamiento del condado de Cumbria, dijo que en el caso de Leiland-James, el tribunal de familia acordó que debería ser colocado en un hogar de acogida después de su nacimiento y que Laura Corkill fue apoyada por su propio trabajador social.
Dijo que la muerte de Leiland-James “no debería haber ocurrido y nuestras condolencias van para todos los que lo conocieron”. Un año y medio después del asesinato de Leiland James, Laura Corkill dice que nadie del Ayuntamiento la visitó para pedirle perdón ni llamó para disculparse. Si le hubieran permitido ir a casa con ella, dice, todavía estaría vivo hoy.
En el cementerio cerca de la casa de Laura Corkill, hay una pequeña lápida. Las palabras “ido pero nunca olvidado” están grabadas junto al nombre de Leiland-James y el de sus hermanos vivos, los niños que fueron arrebatados a su madre hace años. Aquí, dice Laura, puede estar en paz con su hijo. Pero podría haber sido muy diferente. Laura dice que los trabajadores sociales querían que el cuerpo fuera incinerado y ella tuvo que luchar para darle un entierro.
“Incluso trataron de escribir el texto fúnebre”, dice ella. La BBC vio un borrador enviado por un trabajador social, que incluye las palabras: “Leiland, lamento no haber podido ser el padre que necesitabas”. Laura se negó a leerlo y escribió el suyo propio. “Intentaron controlarme al 100%, pero no funcionó. Intentaron hacerme olvidar que era madre, pero eso nadie me lo puede quitar”.
El Ayuntamiento del condado de Cumbria admite que ayudó a Laura a preparar el texto fúnebre, pero dice que ella tuvo que tomar las decisiones finales. Rebecca Todd, de Women Out West, dice que lo que sucedió después de la muerte de Leiland era impensable. “Todo debe ser investigado. Todos los involucrados en este caso deben rendir cuentas. “Es importante para Laura. Fue silenciada y descartada. Controlar a una dama para que mi siquiera puede decidir el funeral de su propio hijo, dónde está su cuerpo, está mal. Es horrible”, indica.
Dice que debe haber una investigación pública independiente sobre la decisión de separarlo de la madre. Laura a menudo se sienta sola en la tumba contemplando lo que podría haber sido: Leiland-James estaría en la guardería ahora. Ella dice que también es el lugar donde nadie puede controlar su tiempo con su hijo.
“Pasé más tiempo con Leiland en la muerte que en la vida. Ahora está en casa. Lo amaba, todo lo que quería era ser una madre adecuada”, concluye.
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