Lior Vilk viajó desde hasta Brasil para conocer a su madre Adelina Corrêa Lopes dos Santos después de descubrir que fue uno de los miles de niños brasileños traficados hacia el extranjero en la década de 1980
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Era una tarde nublada de sábado. Adelina Corrêa Lopes dos Santos esperaba sentada en un banco, frotándose las manos visiblemente nerviosa. A sus 62 años, aquella mujer de ojos y cabello castaño estaba a punto de conocer a su hijo. Lior Vilk viajó desde Israel, donde creció, hasta Brasil para conocer a Adelina, después de descubrir que fue uno de los miles de niños brasileños traficados hacia el extranjero en la década de 1980.
Después de 16 años de búsqueda, finalmente iba a reencontrarse con su madre biológica en una plaza del municipio de Joinville, en el estado de Santa Catarina, en el sur de Brasil. El reencuentro fue producto de mucho esfuerzo, idas y venidas, algunos golpes de suerte, incluida una conversación que escuchó por casualidad, y un banco de ADN.
Madre e hijo esperaron casi cuatro décadas para ese reencuentro, que ocurrió en julio y fue presenciado por la BBC. Hasta ese momento, Lior parecía tranquilo: “Traté de ocultarlo, pero me conmoví hasta las lágrimas”.
“Perdóname porque no pude criarte”
Algunos niños jugaban en el parque infantil de la plaza, cerca de la residencia de ancianos donde Adelina recibe cuidados porque padece epilepsia. “Mientras me dirigía hacia aquel lugar, no podía escuchar a la gente, los ruidos. Simplemente me vi caminando bajo los árboles hasta llegar a ella”, dice Lior.
El hombre rompió el silencio con un “hola” ahogado. Adelina miró hacia atrás sorprendida. “Cuando se sentó a mi lado, estaba en shock. Me sentí feliz”, cuenta Adelina. Sus ojos se llenaron de lágrimas y se abrazaron. “Todo el estrés desapareció. De repente, éramos solo ella y yo”, recuerda Lior. Tuvieron una larga conversación. “Le dije que soy su madre”, recuerda Adelina. “‘Perdóname porque no pude criarte’, le dije”. La madre y su hijo se vieron unos días antes por videollamada.
“Frente a la cámara, ella no se parecía a mí”, dice Lior, quien tiene 38 años, los ojos azules y el cabello canoso. Antes era castaño, como el de Adelina. Aunque está bronceado, Lior tiene la piel blanca, como su madre. “Mirándola a la cara, sí nos parecemos”. “Es un sueño hecho realidad. Hubo muchas desilusiones pero también resistencia”, afirma Lior. “Se acabó un capítulo que duró la mitad de mi vida”.
La separación
Adelina se separó de Lior cuando él nació en 1985. Ella tenía 24 años y él era su tercer hijo. Había elegido un nombre para él: Leandro. Decidió volver a vivir con su padre y sus siete hermanos. Su madre murió cuando ella era pequeña. Prefiere no hablar sobre el padre biológico de Lior. “Adelina estaba embarazada cuando llegó (a casa). Estábamos pasando por un momento difícil”, recuerda Adenir Corrêa Rufino, Déne, hermana menor de Adelina, quien tenía 14 años en aquel momento.
En una conversación, el padre de Adelina dijo que sería mejor que ella entregara a Leandro a una familia que pudiera educarlo. “No puedes criar a este niño, ¿qué vas a hacer?”, dice Adelina recordando las palabras de su padre. “No puedo cuidar de ti, tu madre se ha ido. ¿Qué pasa si el niño muere de hambre?”, preguntó su padre. Los dos primeros hijos de Adelina, una niña y un varón, también fueron dados en adopción. Ella no quería volver a hacerlo, pero estuvo de acuerdo.
“En la sala de maternidad me dijeron que no me quedaría con el niño”, dice. Adelina recuerda la única vez que tuvo contacto con Leandro: “Lo sacaron de su cuna, muy flaquito y sin ropa. No lo volví a ver”. Ella dice que nunca lo amamantó. Leandro fue entregado a una enfermera que lo llevaría con su nueva familia. Lo que Adelina y su familia no sabían era que en Santa Catarina operaban mafias que seducían a madres jóvenes y vulnerables, sin perspectivas de mantener a sus hijos, para convencerlas de que entregaran a sus hijos.
Estos grupos vendían a los niños por precios que alcanzaban los US$40.000, en cifras de la época, para adopciones en el extranjero. En el lucrativo plan participaron jueces, abogados, médicos y enfermeras. Los objetivos eran principalmente mujeres del sur de Brasil, porque la demanda de bebés de piel clara y ojos azules era alta. “Pensamos que iría a una buena familia y que seguramente estaría aquí en Joinville, cerca de nosotros, o incluso en Brasil”, dice Déne. “Nunca pensamos que lo llevarían a otro país”.
Israel fue el principal destino de más de 3.000 bebés que fueron traficados desde Brasil gracias a lagunas en las leyes de adopción en la década de 1980, según estimaciones de la Policía Federal (PF). Testimonios de parejas israelíes contactadas por la PF indicaron que en su país se difundió la noticia de que era más fácil adoptar niños en Brasil.
Leandro llegó al aeropuerto de Tel Aviv cuando tenía 20 días de vida. Fue entregado a sus padres adoptivos, Abraham y Tova Vilk, quienes lo llamaron Lior. Acompañada por dos guardias de seguridad, la mujer que se presentó ante Abraham como la conexión para las “adopciones brasileñas” recibió US$5.000 al cambio de la época.
Más tarde, los padres adoptivos le dijeron a su hijo que pensaban que el dinero se utilizaría para cubrir los gastos de viaje del niño a Israel y que no tenían conocimiento de ningún plan ilegal. La familia adoptiva afirma que Lior fue entregado por una mujer que años después fue condenada por participar en el esquema de adopciones ilegales, aunque no por el caso específico del hijo de Adelina.
El descubrimiento
Lior descubrió que fue adoptado a los 6 años, cuando escuchó a la madre de un amigo decir que él no era el hijo biológico de Tova. “¡Tú no eres mi madre!”, le dijo Lior a Tova días después para confrontarla. Él recuerda que ella lo consoló acariciándole el cabello y diciéndole: “Hijo mío, tienes dos madres: una que te engendró y otra que te crió”.
Lior creció conociendo su historia, pero no fue hasta los 14 años que quiso saber más sobre su familia biológica. Cuenta que sus padres adoptivos siempre lo apoyaron en esa búsqueda: le contaron todo lo que sabían sobre la adopción y le entregaron sus documentos brasileños. “No hablaba portugués, pero después de leer que el nombre de mi madre biológica era Izabela Alves dos Santos, no hubo vuelta atrás”, dice Lior.
“Es un sentimiento que nunca te abandona”. Decidido a descubrir sus orígenes, Lior quiso saber más sobre Brasil. Hizo un amigo en la cafetería donde trabajaba. Fue entonces cuando escuchó por primera vez hablar sobre los niños brasileños que fueron traficados a Israel. Entre 1984 y 1988, las acusaciones de tráfico de bebés brasileños coparon las portadas de los periódicos en Brasil y en el extranjero.
El amigo de Lior de la cafetería sabía que era uno de estos casos. “Él fue adoptado ilegalmente. Ya había estado en Brasil y sabía pedir ayuda”, recuerda. “Cuando vio mis documentos, me dijo: ‘Lior, no hay manera de localizarlos, creo que es todo falso’”.
La búsqueda
La peregrinación de Lior comenzó en 2007. Contactó por internet a grupos en Curitiba, donde creía haber nacido porque era la ciudad que aparecía en sus documentos. Por medio de la desaparecida Orkut, la red social más popular de Brasil en ese momento, conoció a personas que quedaron conmovidas por su historia. A través de ellas descubrió la Asociación de Desaparecidos de Brasil, que en ese momento era un sitio web creado por Amanda Boldeke* para encontrar a su hermano. Lior inició una larga búsqueda, con muchos avances y decepciones.
Amanda era un vínculo entre madres e hijos separados por la trata internacional de personas. En su portal, compartió historias de jóvenes adoptados ilegalmente e investigaciones sobre la historia de la trata de niños y las adopciones ilegales en Brasil. Comenzaron a llegar correos electrónicos y solicitudes de ayuda para Amanda. Su primer contacto con Lior fue en 2009.
“Era un joven que no sabía nada de Brasil, aún no hablaba portugués y había que traducir todo”, dice Amanda. “Para entender su historia tuve que buscar en bibliotecas, en periódicos de hace 30 años. No había nada en internet”. En páginas viejas y amarillentas, se dibujaba ante los ojos de Amanda una gigantesca red de tráfico ilegal de bebés en Brasil. Al menos cuatro bandas de traficantes de bebés fueron arrestadas en Santa Catarina en la década de 1980.
“Todos los datos de Lior y de otros jóvenes como él fueron falsificados, dejando sin efecto las investigaciones y búsquedas de la supuesta madre que aparecían en los documentos. Sin embargo, él nunca se rindió”, dice Amanda. “Seguí cada momento de su lucha, las frustraciones, el desánimo, los logros, la determinación. Lior es un ejemplo para todos nosotros”, afirma.
Un banco de ADN
Un informe en Israel sobre jóvenes adoptados de diversas nacionalidades que vivían en el país llamó la atención de los responsables de My Heritage (Mi Herencia), un banco de ADN con una plataforma de genealogía en línea. Alrededor de 92 millones de usuarios en 42 idiomas han generado más de 35 millones de árboles genealógicos y pueden buscar en más de 9.000 millones de registros históricos globales.
My Heritage tiene un proyecto, DNA Quest, que ofrece kits gratuitos de pruebas genéticas a personas adoptadas o a quienes buscan familiares en adopción, una herramienta que ha propiciado reencuentros en todo el mundo. Lior dice que sólo se sintió preparado para realizar la prueba después de un tiempo. Ya había hecho otras de este tipo, pero ninguna ofreció resultados en la búsqueda de su familia biológica.
Sin embargo, dos coincidencias cambiaron las cosas esta vez. La primera fue la decisión de Márcia**, una brasileña que vive en Alemania, de hacerse la prueba de ADN. En 2018, Lior recibió un correo electrónico de My Heritage felicitándolo por haber encontrado a una prima segunda: Márcia. Una nueva prueba de ADN reveló que el padre de Márcia podría ser el tío abuelo de Lior. Con más pruebas y contactos, ella y Lior llegaron a otra prima, Rosa, que vivía en Blumenau, otro municipio de Santa Catarina.
Entonces surgió la hipótesis de que el padre de Lior era uno de los 13 hermanos de Rosa. “Todos habían muerto menos uno. Él aceptó hacerse el examen, no porque pensara que me parecía a él, sino porque pensaba que me parecía a su exesposa, Adelina”, recuerda Lior. Pero el resultado de la prueba fue negativo. La segunda coincidencia se produjo cuando Juliana Alves, una brasileña que vive en Italia, perdió una apuesta con su marido y se registró en el banco de ADN.
En 2022, Lior recibió un nuevo correo electrónico de My Heritage que decía que Juliana también era su prima segunda. Lior le escribió. Parte de la familia de Juliana estaba en Italia, pero ella nació en Joinville. Luego pasó a Lior los nombres y datos de contacto de sus familiares. Con una lista de posibles parientes en la mano, pidió ayuda a sus amigos y a Amanda, de la Asociación de Desaparecidos de Brasil, para encontrar direcciones y nombres.
El reencuentro
Los familiares de Juliana en Joinville comenzaron a ser contactados por personas que ayudaban a Lior en la búsqueda. Fue entonces cuando Déne, hermana de Adelina, recibió una llamada de su cuñada y se enteró de la historia de Lior. La hija de Déne, Emanuelle, de 13 años, encontró a Lior en las redes sociales y le envió un mensaje. “Busqué su nombre en internet y encontré su Instagram”, dijo Emanuelle.
Fue el primer contacto de Lior con su familia materna. Poco después conoció a su tía. “Lior empezó a contar su historia y todo encajó. No tenía dudas de que era mi sobrino”, recuerda Déne. En los meses siguientes, Lior se acercó más a su familia en Brasil desde Israel. En conversación con Déne, aseguró que sus documentos eran falsos. Le contó su fecha de nacimiento a Déne, quien recordó que Adelina fue al hospital el 31 de agosto de 1985 y dio a luz el primero de septiembre de 1985.
“Fue entonces cuando descubrí que mi fecha de nacimiento era el único detalle verdadero de mi historia”, dice Lior. “La foto no es mía, no soy de Curitiba, el nombre de mi madre no es Izabela Alves dos Santos, pero nací el primero de septiembre de 1985″. Lior descubrió que sus documentos fueron falsificados en Río de Janeiro. “Mi pasaporte tiene sello de salida de Brasil desde Río de Janeiro el 17 de septiembre de 1985, a las 23:45″.
Después de dar a Lior en adopción, Adelina permaneció en casa de su padre por un tiempo, hasta que conoció a su último marido, con quien estuvo casada durante 32 años. Ella se alejó de su familia durante ese período. Sólo volvió a ponerse en contacto con sus hermanos después de que su esposo falleciera. Ya no podía vivir sola debido a su epilepsia.
“Una vez se cayó, se lastimó y tuvimos que llevarla al hospital”, cuenta Déne. “Entonces hicimos una reunión entre los hermanos y decidimos internarla en un geriátrico, donde tomaría los medicamentos correctamente, porque en casa no los tomaba y a veces le daban convulsiones”. Déne dice que tuvo cuidado de no revelar nada sobre Lior a Adelina antes de estar segura de que efectivamente era el hijo de su hermana.
“La trajimos a casa para recolectar saliva y hacerle la prueba de ADN. No quería crear esperanzas sin estar segura”, advierte Déne. “Después del resultado positivo, toda la familia estaba entusiasmada con la historia y quería conocer a Lior”.
Una nueva vida en Brasil
En la plaza de Joinville, Adelina sonrió al hablar con Lior aquel sábado de julio. Hacía mucho tiempo que había perdido la esperanza de encontrarlo. “Realmente disfruté hablar con él. ¡Amén, Jesús, gloria! Ahora todo está bien”. Para Lior comenzó una nueva etapa tras el largo viaje para conocer a su madre biológica. Poco después descubrió, mediante pruebas de ADN, quién era su padre biológico –ya fallecido– y mantiene contacto con su familia paterna en la ciudad de Blumenau.
También decidió que quería vivir en Brasil y tener su propio negocio, un plan que desarrolló en los años de espera, cuando ahorró y aprendió portugués. Para llevar adelante la idea, tuvo que afrontar un último obstáculo: regularizar sus documentos. Necesitaba un notario para reconocer su partida de nacimiento, que no estaba incluida en los registros brasileños, ya que todos los documentos eran falsos. “Presenté un proceso administrativo a través de un abogado que lleva estas acciones”, explica. “Sólo entonces conseguimos que el registro civil lo aceptara y continuara el proceso”. Lior Vilk desea vivir cerca de sus familiares, especialmente de Adelina. “Quiero poder seguir su vida más de cerca”.
*Amanda Boldeke es la madre de la periodista Mônica Foltran, autora de este reportaje.
**El nombre fue cambiado para proteger su identidad.
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