El bombardeo brutal con el que Putin buscó aquietar a sus halcones, ¿una demostración de fuerza o de debilidad?
Puede ser interpretado por la élite y el pueblo ruso en general como una señal de fortaleza, pero también como un intento desesperado de causar más daño en una guerra que Rusia parece estar perdiendo
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MOSCÚ.- Los medios de prensa rusos insistieron durante meses que el país solo estaba atacando blancos militares ucranianos, sin mención alguna al sufrimiento que la invasión les estaba causando a millones de civiles.
Pero el lunes se cayeron las caretas. La televisión estatal rusa difundió las imágenes de las filas para cargar combustible en Ucrania, de las góndolas vacías en los supermercados, y difundieron un pronóstico meteorológico extendido que prometía meses de temperaturas gélidas en territorio ucraniano. Y en vez de enfocarse en la destrucción causada por civiles en zonas controladas por los rusos, ahora las noticias mostraron columnas de humo y devastación en el centro de Kiev.
“No tienen agua caliente y parte de la ciudad está sin luz”, anunció un presentador ruso al describir la escena que se vive en la ciudad de Leópolis, en el oeste de Ucrania.
Ese cambio abrupto es una señal de que las presiones internas por la fallida aventura bélica de Rusia llegaron a un punto en que el presidente Putin sintió que era necesaria una decisiva demostración de fuerza.
Sus militares venían siendo blanco de críticas cada vez más duras de parte de los partidarios de la guerra por no ser los suficientemente agresivos en el campo de batalla, y ese coro de voces alcanzó su punto álgido el sábado, tras el ataque contra el estratégico puente que conecta con la anexada península ucraniana de Crimea, símbolo del gobierno de Putin.
La brutal escalada de la guerra de este lunes parece ser la respuesta de Putin a esos cuestionamiento y estar destinada a aplacar, al menos momentáneamente, a la furia de los halcones del nacionalismo por las humillantes derrotas rusas en el frente ucraniano.
“Esto es importante, sobre todo, desde la perspectiva de la política interna rusa” dice Abbas Gallyamov, analista político y exredactor de discursos de Putin. “Fue para demostrarle a la élite gobernante que Putin sigue siendo capaz, y que su ejército todavía sirve para algo”.
Pero en términos internos, la escalada también tiene sus riesgos: puede ser interpretada por la élite y el pueblo ruso en general como una señal de fortaleza, pero también como un intento desesperado de causar más daño en una guerra que Rusia parece estar perdiendo.
“Se suponía que era una demostración de fuerza, pero de hecho es una muestra de impotencia”, dice Gallyamov. “Al ejército ya no le queda otra cosa por hacer”.
Después de los ataques del lunes, algunos de los halcones rusos más críticos con la invasión declararon que el ejército finalmente estaba haciendo su trabajo. El hombre fuerte de Chechenia, Ramzan Kadyrov, quien hace poco había criticado al liderazgo del ejército por “incompetente”, dijo por Telegram que ahora está “100% feliz” con el esfuerzo bélico.
“Corre, Zelensky, corre”, escribió en referencia al presidente ucraniano Volodimir Zelensky.
Otros promotores de la guerra recordaron triunfalmente las declaraciones de julio de Putin, cuando dijo que Rusia “todavía no había empezado” en Ucrania.
“Ahora, al parecer, ha empezado”, dijo la presentadora de un programa de entrevistas de la televisión estatal, Olga Skabeyeva.
En un mensaje de 3 minutos por televisión, Putin describió los ataques del lunes sobre Kiev como una respuesta a los “actos terroristas” ucranianos, y dijo que sería el único, exclusivamente destinado a disuadir futuros ataques ucranianos en territorio ruso.
El presidente ruso hizo hincapié en que los ataques fueron una iniciativa de los militares, un aparente esfuerzo por refutar a quienes lo acusan de planificar personalmente y a solas el esfuerzo bélico.
“Esta mañana, a sugerencia del Ministerio de Defensa y de acuerdo con el plan del Estado Mayor Conjunto de Rusia, fue lanzado un ataque masivo con armas de largo alcance de alta precisión en aire, mar y tierra, contra la infraestructura de energía, los comandos militares y las instalaciones de comunicaciones de las fuerzas de ucrania”, dijo Putin. “Si continúan los intentos de llevar a cabo ataques terroristas en nuestro territorio, las medidas de Rusia serán duras y se corresponderán con el nivel de amenaza contra la Federación Rusa. Y no les queda la menor duda que así será.”
En su discurso, Putin cometió una omisión que sorprende: no apunto a Occidente cómo culpable último del ataque del sábado en el Puente de Crimea, ni de otros presuntos ataques ucranianos. El giro discursivo es una posible señal de que el líder ruso no quiere que la guerra se le vaya de las manos y desatar un conflicto directo con la OTAN.
Pero hay algunas señales de que Putin se prepara para una mayor escalada de la guerra. El sábado, nombró al frente de la guerra en Ucrania a Sergei Surovikin, un general conocido por su despiadada crueldad. Y el aliado internacional más cercano de Putin, el presidente bielorruso Alexander Lukashenko, declaró este lunes que pronto llegarían a su país miles de soldados rusos, para formar un grupo militar conjunto con las fuerzas bielorrusas, conjurando así el espectro de una nueva amenaza para Ucrania desde el norte.
Greg Yudin, profesor de filosofía política en la Escuela de Ciencias Sociales y Económicas de Moscú, dice que Putin tuvo que ceder a las presiones de los halcones de derecha que piden una escalada aún mayor. Para Yudin, lo esperable es que “tarde o temprano” Putin redoble sus amenazas de usar armas nucleares tácticas.
Por Anton Troianovski y Valerie Hopkins
Traducción de Jaime Arrambide
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