El avance de Rusia sobre el este de Ucrania marca un punto de quiebre en la guerra
Moscú rodea los principales bastiones de la región del Donbass, cerca de la frontera, lo que facilitaría la llegada de suministros y refuerzos de tropas
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WASHINGTON.- Las noticias que llegan desde el frente no son nada alentadoras para los ucranianos. La invasión rusa se acerca a sus 100 días y el curso de la guerra en Ucrania del este parece inclinarse a favor de Moscú. El lunes, las tropas del Kremlin entraron en los suburbios de Severodonetsk, uno de los últimos bastiones estratégicamente importantes de la región de Lugansk que todavía controlan los ucranianos. La caída de Severodonetsk le daría a Rusia y sus fuerzas delegadas una autoridad de facto sobre la mitad del Donbass, el codiciando corazón industrial del este del país.
En una reciente entrevista con una radio francesa, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, señaló que el actual impulso de las fuerzas rusas se debe al nuevo enfoque de los objetivos del Kremlin. “Nuestro objetivo obvio, por supuesto es expulsar al ejército y los batallones ucranianos de las regiones de Donetsk y Lugansk”, dijo Lavrov, y encendió las alarmas de funcionarios occidentales que temen que Rusia intente anexarse el territorio de los óblast de Kherson y el Donbass, la región que conecta con la ya anexada Crimea.
El actual embate ruso no da tregua y se caracteriza por la misma brutalidad de sus ofensivas anteriores. Los observadores informan el uso de tácticas como las empleadas en la toma del puerto de Mariúpol: una lluvia de artillería incesante, noche y día, y ataques con misiles que dejan pulverizadas las zonas urbanas. “Un diluvio de metralla que no para”, en palabras de un soldado ucraniano herido.
Los testigos presenciales hablan del olor de los cuerpos en descomposición que inunda las calles, a medida de las temperaturas ascienden y llegan los primeros calores del verano boreal.
Los rusos “recurren a las mismas tácticas una y otra vez, con fuego de artillería constante durante tres, cuatro, cinco horas seguidas, y a continuación, atacan”, dijo el gobernador regional de Lugansk, Serhiy Haidai. “Los que atacan, mueren. Pero después vuelve la artillería y a continuación el siguiente ataque, y así hasta que lograr abrir una brecha en alguna parte.”
Las penurias ucranianas en el campo de batalla son reflejo de un panorama estratégico que se está dando vuelta. “La situación en el este del país marca un cambio con respecto a la anterior etapa de la guerra, cuando las férreas defensas ucranianas forzaron una amplia retirada rusa en Kiev y otras zonas, fogoneando la confianza de los ucranianos y sus aliados occidentales sobre las perspectivas de una victoria total sobre una fuerza rusa mal organizada y peor equipada”, analizaban hace unos días mis colegas de The Washington Post.
“Pero ahora las tropas rusas se han reagrupado y están haciendo avances graduales pero constantes en su campaña en el este ucraniano, donde utilizan lanzallamas pesados y artillería de largo alcance, armas que escasean entre las fuerzas de Kiev y las dejan a la defensiva”, continuaba el análisis. “Y aunque la resistencia ucraniana ha complicado el avance de las fuerzas rusas, Moscú está cada vez más cerca de rodear los principales bastiones del Donbass, que está cerca de la frontera con Rusia y por lo tanto facilita la llegada de suministros y refuerzos de tropas”.
Moscú parece haber aprendido de sus errores iniciales. “La actual avanzada rusa sobre el territorio es gracias al anterior éxito de los ucranianos en la guerra”, señaló Bloomberg News. “Al montar una defensa tan efectiva que obligó a los comandantes rusos a retirarse de las dos ciudades más grandes del país, Kiev y Kharkiv, Ucrania también los obligó a abandonar un plan de batalla demasiado ambicioso, que dispersaba a sus tropas y las dejaba logísticamente alejadas de las líneas de suministros.”
De todos modos, sigue siendo cierto que la guerra ha mermado enormemente a las fuerzas armadas de Rusia, y en algunas zonas las ha dejado con falta de pertrechos, mano de obra, y la moral muy baja. Pero los soldados ucranianos que pelean en el este del país dicen estar superados en número y armamento, como informó mi colega Sudarsan Raghavan. La expansión y consolidación del control ruso en Ucrania del este abre una nueva fase en el conflicto, que pondrá a prueba la resiliencia en tiempos de guerra tanto de Occidente como de Ucrania.
Los funcionarios del gobierno de Kiev han dejado muy en claro sus demandas. La semana pasada, en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, los miembros de la delegación de Kiev reclamaron más ayuda militar y armamento pesado de Estados Unidos y Europa, y enmarcaron las razones de su pedido en términos ideológicos: para Kiev, la defensa de Ucrania es la defensa de todas las sociedades liberales y democráticas. Una victoria rusa, por otro lado, señalaría el triunfo del poder sobre el derecho, de la tiranía brutal sobre el imperio de la ley.
“No les pedimos que mueran por nosotros”, declaró en Davos antes los periodistas la legisladora ucraniana Yulia Klymenko. “Pero nosotros estamos muriendo por ustedes”.
Nuevos despachos de armas
El gobierno de Joe Biden está listo para anunciar nuevos despachos de armas y municiones a Ucrania, que podrían incluir sistemas lanzacohetes de largo alcance que ayudarían a frustrar el avance de Rusia en el este del país. El lunes, Biden señaló que no quería enviar sistemas de cohetes que por su alcance pudiesen adentrarse en territorio ruso. Para el Kremlin, los comentarios de Biden eran “sensatos”, aunque la línea argumental rusa, expresada tanto por sus funcionarios como por los medios de prensa estatales, sigue siendo que Rusia está embarcada en una guerra contra fuerzas subsidiarias de Occidente en Ucrania.
En Europa, a pesar del palabrerío y los alardes de unidad, las diferencias de enfoque sobre el conflicto son cada vez más prfundas. Hace días, sin ir más lejos, Francia y Alemania instaron al presidente ruso, Vladimir Putin, a entablar conversaciones directas con su homólogo ucraniano, Volodimir Zelensky, para poner fin al bloqueo del Mar Negro, que ha sido tan ruinoso para la economía mundial. La propuesta fue recibida con burlas por parte de los estados bálticos, que quieren profundizar el aislamiento de Rusia y asestarle a Putin una derrota decisiva.
Sin embargo, como queda demostrado con la campaña del Donbass, Rusia no está no remotamente cerca de ninguna derrota definitiva en Ucrania. La realidad es que el gobierno de Kiev y muchos de sus mentores occidentales mantienen una visión “de máxima” de cómo debería terminar el conflicto, a saber: la capitulación rusa y la devolución de cada centímetro de territorio bajo el control de Moscú, incluida la península de Crimea.
Esa visión sobre el destino de la guerra choca de frente con los crecientes temores de los expertos en política exterior sobre los riesgos de prolongar una guerra con esta. En Davos, el exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger reclamó negociaciones inmediatas y que Ucrania hiciera concesiones territoriales para evitar una profundización de la crisis y la inestabilidad global.
En un panel del Foro Económico Mundial, el veterano analista de política exterior norteamericana, Graham T. Allison, dijo que el desenlace ideal podría ser un conflicto congelado, con las fronteras en disputa tal como están actualmente, lo que ahuyentaría el riesgo de que Putin despliegue armas nucleares tácticas. “Si Putin no se vuelve con algo concreto que lo deje tranquilo, va a hacer escalar el nivel de destrucción”, dijo Allison.
Los argumentos de Allison fueron retrucados por Lawrence Freedman, un venerable historiador y analista militar británico, quien desaconsejó imponerles condiciones a los ucranianos y señaló que no hay evidencia clara de que Putin -quien hasta ahora ni siquiera usa la palabra “guerra” para referirse al conflicto en Ucrania-, estaría dispuesto a utilizar armas nucleares.
“Rusia no enfrenta una amenaza a su existencia”, dijo Freedman. “La que enfrenta una amenaza existencial es Ucrania... y los ucranianos no van a abandonar la lucha”.
Ishaan Tharoor
Traducción de Jaime Arrambide
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