El avance de la extrema derecha encuentra un freno en una Polonia que gana protagonismo en Europa
La ola que invade Europa se estrelló en el lugar más inesperado: en uno de sus principales baluartes, la conservadora Polonia, donde tras ocho años en el poder, el partido Ley y Justicia parecía imbatible
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VARSOVIA.- La crecimiento de ola populista y de extrema derecha durante los últimos meses parecía imparable: el húngaro Viktor Orban amplió hace un año su mayoría absoluta, en Finldandia entró en el Gobierno, y en Suecia, ya lo condiciona. Y en Alemania, el ultra AfD ya es el segundo más votado en las encuestas. Sin embargo, la ola se estrelló en el lugar más inesperado: en uno de sus principales baluartes, la conservadora Polonia, donde tras ocho años en el poder, el partido Ley y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco) parecía imbatible.
Los datos oficiales, hechos públicos hoy, otorgan una holgada victoria a los tres partidos de oposición, que habían sellado una alianza preelectoral bajo el liderazgo de Donald Tusk en la que se comprometían a gobernar juntos en caso de alcanzar la mayoría absoluta. Y así ha sido. La suma de los 157 diputados de la Coalición Cívica de Tusk, de centroderecha liberal, los 65 de la Tercera Vía, de centro, y los 26 de Lewika, la izquierda tradicional, alcanza los 248 diputados, por encima del umbral mágico de los 230 en el Sejm, la Cámara Baja polaca.
Por su parte, el PiS, nacionalista y ultraconservador, logró el consuelo de ser el partido más votado, con el 35% de los sufragios y 197 diputados. Ahora bien, su caída respecto a las elecciones de 2019 es notable, pues entonces superó el 43% y los 235 diputados. El único posible socio de Gobierno, Konfederacja, se quedó con solo 18 diputados, lejos de sus mejores expectativas. Esta formación, comparte con PiS su xenofobia y conservadurismo moral, pero discrepa radicalmente en política económica. Mientras el PiS es estatista y ha regado de subvenciones a los sectores sociales que lo apoyan, Konferacja es radicalmente neoliberal.
La victoria de la oposición ha sorprendido a muchos analistas, sobre todo porque el PiS contaba con un entorno muy favorable. Sus reformas habían eliminado cualquier asomo de independencia en algunas instituciones básicas del sistema democrático, como el Tribunal Constitutional, los medios de comunicación públicos, o el Fiscal General. En su informe, los observadores electorales de la OSCE concluyeron que la competición electoral “no fue justa”, ya que el partido gobernante “disfrutó de una clara ventaja gracias a sus indebida influencia en los recursos del Estado y los medios públicos”.
Por esta razón, el resultado representa una desautorización clara de las políticas del PiS. “Teniendo en cuenta la participación del 74%, un récord histórico, está claro que la ciudadanía le sacó una targeta roja al PiS y a su política de polarizar a la sociedad. La oposición contará con un mandato popular sólido”, comenta la analista polaca Marta Prochwicz-Jazowska.
No obstante, no está claro si el presidente del país, Andrzej Duda, afín al PiS, elegirá como primera opción a Tusk para encargarle la formación de Gobierno, o se inclinará por el “premier” Tadeusz Morawiecki, por ser el más votado. Tusk ya le apremió públicamente. “La gente está esperando decisiones que muestren las consecuencias de estas elecciones. Por tanto, pido al presidente decisiones energéticas y rápidas”, declaró Tusk, que añadió que los tres partidos opositores están “en contacto constante y preparados para gobernar”.
De hecho, a la oposición le costará traducir la voluntad de cambio de las urnas a las instituciones. Los analistas advierten de que tanto Duda, con capacidad de veto sobre todas las legislaciones, como el Tribunal Constitucional podrían torpedear las reformas de Tusk para restaurar la independencia de algunos órganos del Estado. “Yo no tengo claro que Duda lo vete todo. Él debe pensar en su interés, y en su posible reelección”, matiza Prochwicz-Jazowska.
Próximos pasos
Como no hay ningún antecedente de victoria opositora en un “sistema híbrido”, a medio camino entre la democracia y la dictadura, el nuevo Ejecutivo no cuenta con ninguna hoja de ruta. Al menos, su victoria insuflará esperanza a las oposiciones de países en una situación similar, como las vecinas Hungría y Turquía.
Un ámbito en el que se espera un giro radical es la política exterior, sobre todo la orientada a la Unión Europea. El euroescéptico PiS había abierto numerosos conflictos con Bruselas, que todavía mantiene congelados los 36.000 millones de euros que le corresponden a Polonia del fondo anti-Covid. Se espera que Tusk, buen conocedor de la UE al haber sido presidente del Consejo Europeo, adopte una posición constructiva en las negociaciones para reformas decisivas que afronta la Unión en los próximos meses, antes de la convocatoria de elecciones al Parlamento Europeo del próximo año.
En las capitales europeas cunde la preocupación ante el posible ascenso de la extrema derecha en los próximos comicios, pero el veredicto de las urnas puede suponer una dosis de optimismo. El resultado demuestra que la estrategia de azuzar los miedos de la población ante la llegada de migrantes, uno de los ejes de la campaña del PiS, no es siempre una carta ganadora.
Más allá de las fronteas de la UE, también debió sonreír el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, cuyas relaciones con Varsovia se habían agriado en las últimas semanas. Además, la perspectiva de una coalición entr el PiS y Konfederacja, hostil con Ucrania, era vista con extrema preocupación. Con Donald Tusk al frente, de momento, se mantendrá el consenso europeo sobre el fuerte apoyo a Kiev. Una mayor inquietud suscita a Zelensky el retorno al poder de otro Donald, Trump.
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