El ataque de Hamas es resultado de una falla de inteligencia que a Israel puede llevarle años desentrañar
La pregunta tras la ofensiva del grupo terrorista es cómo es posible que la inteligencia israelí pasó por alto el peor ataque en años
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WASHINGTON.- El ruin ataque terrorista de Hamas fue un verdadero 11 de Septiembre para Israel: no simplemente por el angustioso clamor de venganza que lo siguió, sino por la extraña ceguera que lo precedió.
Las grandes fallas de inteligencia no son simple resultado de la falta de información, sino también de la incapacidad de interpretarla. Los israelíes sabían del odio malevolente que mueve a Hamas y a sus partidarios de Irán. Lo que no supieron apreciar es la creatividad y la competencia de sus enemigos. El ataque fue de un nivel de maldad organizada que les parecía, literalmente, inimaginable.
Así como los norteamericanos nunca imaginaron que los fundamentalistas musulmanes de al-Qaeda tendrían el ingenio perverso de estrellar aviones contra edificios, los analistas de inteligencia de Israel parecen no haberse dado cuenta de que los combatientes de Hamas podían franquear el complejo barricado de Gaza con paracaidistas. Los israelíes evidentemente creían que sus enemigos eran incapaces de operar simultáneamente por tierra, aire y mar. Y ciertamente no valoraron la capacidad de Hamas y sus aliados para guardar secretos.
¿Ahora nos enteraremos —como ocurrió en Estados Unidos después del 11 de septiembre de 2001— que la información necesaria para prevenir el ataque ya estaba dentro del sistema? En algún lugar, la luz roja tendría que haber empezado a titilar. Pero al igual que con aquella frase mortificante que terminó explicando la falla del 11 de Septiembre, los israelíes evidentemente “no conectaron los puntos”. No pudieron ver lo que ahora, por el espejo retrovisor, sabemos que estaba frente a sus ojos.
En 2001, en Estados Unidos, uno de los grandes problemas era que la CIA y el FBI eran enemigos acérrimos y se desconfiaban mutuamente. No compartían la información de inteligencia —y cuando lo hacían, no la apreciaban—, que estaba en sus respectivos silos compartimentados. No sé lo suficiente sobre la inteligencia israelí para establecer equivalencias contundentes. Lo que sí sé es que en el mundo de la inteligencia siempre hay rivalidades y celos profesionales. Para colmo, en ese momento en que la dirigencia política estaba tan desbarajustada, tampoco podría haber impuesto el orden en sus fuerzas de inteligencia.
El Israel de 2023 —en los meses que precedieron al desastre de Gaza— ha sido una pesadilla política interna. En mis 40 años de hacer cubertura de Israel, jamás había visto al país tan dividido. El establishment de seguridad —es decir el Mossad, la inteligencia militar y el servicio de seguridad nacional, conocido como Shin Bet— era un opositor encarnizado del frágil gobierno encabezado por el primer ministro Benjamín Netanyahu. Y se notó…
La elite de inteligencia creía que con sus ataques a la Corte Suprema, Netanyahu estaba destruyendo a Israel. Digo esto porque en los últimos meses varios altos funcionarios del Mossad, incluido un exdirector, me transmitieron directamente ese mensaje. La élite de la seguridad es laica, vive en Tel Aviv y Haifa, y escucha a Mozart. Les molestaba profundamente la alianza de Bibi con partidos ultraortodoxos que por lo general no sirven en el ejército ni van a la guerra, y que defienden un Israel muy diferente y mucho más religioso que el creado con valiente foja de servicios por los popes de la seguridad y sus antecesores.
En los meses previos al ataque de Hamas que rompió la jaula de Gaza, Israel parecía desmoronarse. Miles de israelíes marchaban por las calles de Tel Aviv para protestar contra el intento de Netanyahu de alterar lo que consideraban el carácter fundamental del Estado. ¿Ese caos político contribuyó a que se produjeran los ataques de Gaza? No lo sé, pero seguramente las peleas internas de los últimos meses pueden haber convencido a Hamas y sus partidarios de Teherán de que Israel era internamente débil, y hasta vulnerable.
Antes del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos tenía algo de esa misma fragilidad. El presidente George W. Bush asumió el cargo después de unas elecciones disputadas que solo se resolvió con intervención de la Corte Suprema. Las divisiones de entonces parecen nada comparadas con las de ahora, pero la comisión investigadora de los atentados del 11 de Septiembre dejó documentado que el equipo de Bush no le prestó suficiente atención a las advertencias del director de la CIA, George Tenet, y sus analistas sobre un posible ataque de al-Qaeda.
Las fallas de inteligencia siempre entrañan una extraña arrogancia. Son los tipos duros que trompean a los malos, y ellos mismos empiezan a creerse su tan cacareada reputación. El Mossad y sus agencias vinculadas viven de su aura mítica desde hace generaciones: se los celebra como leones en novelas y programas de televisión, mientras que sus colegas norteamericanos son ridiculizados como “payasos en acción”. Pero a veces los tipos duros no ven el peligro que sí advierten las personas cautelosas.
El juego de los iraníes y sus aliados de Hamas es mucho más complicado de lo que algunos israelíes, en su justificado odio hacia los mulás, podrían imaginar. Irán se siente genuinamente amenazado por el plan de normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudita, y de paso neutralizar la cuestión palestina, carta de triunfo de Teherán. Según fuentes del mundo árabe, en su consternación, Irán llegó a considerar un acercamiento a Estados Unidos, por más que sus aliados ya estuvieran planeando el cruento ataque del sábado.
Las fallas de inteligencia empiezan por un exceso de confianza. A veces, las personas que corren aterradas son las que mejor ven en la oscuridad.
Una reflexión final: cuando decimos que el ultraje de Gaza fue la versión israelí del 11 de Septiembre, debemos recordar la otra gran lección que dejó esa catástrofe, más allá de nuestra incapacidad de verla venir. Estados Unidos reaccionó exageradamente. No se limitó a vengarse y destruir a sus enemigos: quiso rehacer Medio Oriente con largas e infructuosas guerras, como en Irak y Afganistán.
En su máxima expresión, el poderío israelí es calculado y despiadadamente eficiente. Espero que al vengar este ataque, Israel no se genere problemas futuros aún peores.
Por David Ignatius
(Traducción de Jaime Arrambide)
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