Perpetró la masacre que más traumó a Noruega y ahora denuncia al Estado por no respetar sus derechos humanos
El fanático de ultraderecha que mató a 77 personas en Noruega en 2011 considera que se están violando sus derechos humanos en la cárcel de alta seguridad en la que se encuentra; desde el Ministerio de Justicia niegan los cargos y solicitan a la jueza que prorrogue este aislamiento
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OSLO.- El autor de la mayor masacre cometida en Noruega después de la Segunda Guerra Mundial presenta un polémico pedido para “salvaguardar sus derechos”. El neonazi noruego Anders Behring Breivik, que mató a 77 personas en un ataque con bombas y rifles en 2011, lanzó un segundo intento de demandar al Estado noruego ante los tribunales para protestar por su régimen carcelario de aislamiento. El recluso acusa al Ministerio de Justicia de violar sus derechos humanos. Según los alegatos de su abogado, Oystein Storrvik, debido al aislamiento, Breivik tiene tendencias “suicidas” y toma antidepresivos para poder soportar la cárcel.
El 22 de julio de 2011, el extremista -actualmente de 44 años- hizo estallar una bomba cerca de la sede del gobierno en Oslo, donde dejó ocho víctimas, y luego mató otras 69 personas, en su mayoría adolescentes, al disparar en un campamento de verano de jóvenes laboristas en la isla de Utoya. Fue condenado en 2012 a la pena máxima de entonces, 21 años, con la posibilidad de confinarlo de manera indefinida si sigue siendo considerado peligroso.
Desde entonces “ha estado en aislamiento y cuanto más tiempo pasa, más constituye una violación de la Convención”, declaró a AFP su abogado, Oystein Storrvik, en octubre. En los documentos judiciales, Storrvik argumentó que “el largo período de aislamiento y la ausencia de interacción real provocan daños psicológicos a Breivik, incluido el hecho de tener tendencias suicidas”. Además afirmó que su defendido ”depende de antidepresivos Prozac para soportar los días de prisión”. El abogado indicó que los únicos contactos de Breivik son otros dos presos a los que ve una hora cada dos semanas bajo estrecha vigilancia, además del personal penitenciario.
El extremista de derecha invocó también otro artículo de la Convención de Derechos Humanos que garantiza el derecho a la correspondencia para exigir menos filtración de sus correos al mundo exterior. Breivik, que antes de sus atentados envió por correo electrónico copias de un manifiesto en el que exponía sus teorías, ha demandado al Estado y también ha pedido al tribunal que levante las restricciones impuestas a su correspondencia con el mundo exterior.
En 2016 enfrentó al Estado noruego por esos mismos dos motivos y, para sorpresa de todos, tuvo éxito parcial en primera instancia. Pero luego fue rechazado en apelación y en 2018 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), con sede en Estrasburgo, Francia, declaró su demanda “inadmisible”.
Storrvik dijo al tribunal el lunes que Breivik tenía esperanzas de que podría tener algún tipo de “relación social” cuando fue trasladado de la prisión de Skien a un complejo más espacioso en Ringerike, cerca de Oslo, en 2022, pero que ahí vio que la celda había sido convertida “en una sala de aislamiento”.
Por motivos de seguridad, el nuevo juicio de cinco días se realiza en el gimnasio de la prisión de Ringerike. En esta prisión a orillas del lago donde se encuentra Utoya, Breivik dispone, en dos plantas, de varias habitaciones que sirven de cocina, sala de televisión con videoconsola y una sala de gimnasio equipada, según la agencia noruega NTB. La misma agencia indicó que las autoridades penitenciarias también colocaron tres periquitos en el edificio para atender su deseo de tener una mascota.
Por su parte, el Estado justifica el aislamiento de Breivik por su peligrosidad y la necesidad de protegerse de los riesgos que plantea para la sociedad, los otros presos y los guardias, así como a sí mismo.
El sistema carcelario noruego tradicionalmente otorga gran importancia a la rehabilitación de los criminales. El famoso preso se beneficia “de una gama muy completa de actividades”, como cocina, juegos, paseos, baloncesto, y “no hay ninguna indicación de que Breivik sufra problemas físicos o mentales debido a su condición de detención”, argumentó el abogado del Estado, Andreas Hjetland. ”Breivik hasta ahora se ha mostrado poco receptivo al trabajo de rehabilitación”, aseguró.”Por ello es difícil de imaginar que las mejoras significativas en sus condiciones de detención sean posibles y justificables a corto plazo”, agregó.
Las apariciones públicas de Breivik a menudo dan lugar a provocaciones (saludos hitlerianos, pancartas militantes, diatribas ideológicas, etc) que sufren dolorosamente las familias de las víctimas y los sobrevivientes. Por esa razón en particular la jueza decidió prohibir la retransmisión de su testimonio previsto para la tarde del martes. ”Existiría un peligro real de que el testimonio de Breivik se desvíe de lo que está en cuestión en este paso para centrarse en su mensaje ideológico”, advirtió la jueza Birgitte Kolrud.
La masacre en 2011
El 22 de julio de 2011, Breivik protagonizó un tiroteo en un campamento estudiantil del partido Laborista en la isla de Utoya, al sur de Noruega, y después detonó una bomba en el centro de Oslo, la capital del país. En total, 77 personas perdieron la vida ese día en la matanza, la peor que registra ese país desde la Segunda Guerra Mundial. Pocas horas después del ataque, Breivik fue arrestado. Éste, admitió haber cometido los hechos y no mostró signo alguno de arrepentimiento durante el juicio. Y en 2012 fue sentenciado a 21 años de cárcel, luego de que las autoridades lo declararan cuerdo.
“Actué en nombre de mi pueblo, mi religión y mi país” declaró el fascista noruego. Aseguró que no se sentía responsable de la matanza porque era necesario “cometer una barbarie para frenar otra aún mayor”. Su objetivo era frenar un imaginario al que se refirió como “la islamización” de Noruega y el resto de Europa.
Después de un primer ataque con coche bomba en Oslo en el que fallecieron ocho personas, el ultraderechista se desplazó a la isla de Utoya donde se celebraba el campamento de las Juventudes Laboristas con cientos de jóvenes de entre 14 y 17 años. Allí, entró disfrazado de policía. “Nos habían reunido a todos en la casa principal para hablar de lo que había pasado en Oslo. De repente, oímos disparos. Primero pensamos que era una tontería. Entonces todos empezaron a correr”, declaraba entonces una de las supervivientes. El tiroteo se prolongó durante una hora y 13 minutos. Algunos se lanzaron al agua para intentar esquivar a Breivik. De las 69 personas que murieron en este segundo atentado, 33 eran menores de edad.
La película 22 de julio (2018) disponible en Netflix se basa en el libro de Asne Seierstad retrata con mayor detalle cómo fueron los ataques en el distrito gubernamental de Oslo y el campamento de los jóvenes laboristas en Utoya.
Agencias AP y AFP
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