¿El asesino de Bob Kennedy en libertad? El debate que divide a la familia por el presidente que no fue
La familia del exsenador y la sociedad norteamericana tienen posiciones encontradas frente a una decisión inminente de la Justicia sobre Sirhan Bishara Sirhan, de 77 años, el hombre que disparó al popular precandidato demócrata en 1968; el relato a LA NACION de un testigo presencial
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Para quienes ya habían nacido en aquel momento, la muerte del senador Robert Francis Kennedy, a los 42 años, el 6 de junio de 1968 fue de esas noticias de tal magnitud, que muchos recuerdan lo que estaban haciendo al enterarse. Para el fotógrafo Richard Drew, que tenía 21 años, el impacto fue indescriptiblemente mayor. “Yo estaba atrás de Kennedy en la cocina del hotel Ambassador de Los Angeles, y de pronto vi la pistola calibre .22 apuntando en nuestra dirección. Instintivamente me tiré al suelo y escuché los disparos”, recordó a LA NACION Drew, que brindó algunos detalles claves de lo ocurrido esa noche.
Transcurrido más de medio siglo, el asesino Sirhan Bishara Sirhan, palestino de nacionalidad jordana, de 77 años, podría salir de la cárcel en las próximas semanas, luego que la junta de libertad condicional del Estado de California recomendara en agosto pasado su liberación. Por primera vez en tantos años, la Fiscalía de Los Ángeles no objetó la decisión. Inicialmente, Sirhan había sido condenado a muerte, pero en 1972 la pena capital fue declarada inconstitucional en ese estado.
Ahora, la posible liberación reavivó viejas divisiones y heridas en el interior de la propia familia Kennedy, y en toda la sociedad norteamericana.
¿Puede andar libremente por las calles el hombre que truncó los sueños de toda una generación? ¿Su liberación sigue significando hoy una amenaza para la sociedad? ¿Cuál es el mensaje que da la Justicia con un magnicida en libertad?
En junio de 1968, dos meses después del asesinato del activista negro Martin Luther King, y transcurridos cinco años de la muerte de su hermano John Fitzgerald Kennedy, luego de ganar las primarias en Dakota del Sur y California Bob se dirigía a lograr la candidatura presidencial demócrata para los comicios de noviembre de ese año (en los que finalmente se impuso de forma ajustada el republicano Richard Nixon frente al demócrata Hubert Humphrey).
Y las esperanzas de muchos estaban puestas en él.
“Mis sueños, como los de millones de estadounidenses, de una salida humana de la guerra de Vietnam, de un futuro estadounidense más brillante, fueron asesinados ese día, cuando yo tenía 27 años. Por violentos que puedan ser nuestros desacuerdos políticos, somos una nación sujeta al imperio de la ley, no al imperio de un revólver. Al recurrir a esto último, Sirhan perdió su derecho a respirar el aire de la libertad”, escribió días atrás en una encendida columna periodística el doctor Laurence Tribe, profesor emérito de derecho constitucional en la Universidad de Harvard.
Ethel, la viuda de Bob, que hoy tiene 93 años y estaba embarazada de tres meses en el momento de la muerte de su marido, también se opone a la libertad del asesino. “Nuestra familia y nuestro país sufrieron una pérdida inefable por la falta de humanidad de un solo hombre. Creemos en la gentileza que le perdonó la vida (a Sirhan), pero (...) no debería tener la oportunidad de aterrorizar de nuevo”, escribió Ethel en un comunicado.
Opiniones divididas entre los hijos
Pero la familia que formaron Ethel y Bob está dividida en su opinión -tuvieron 11 hijos y hoy sobreviven nueve-. Seis hijos apoyan la opinión de su madre, y tres están a favor de la liberación del convicto, y por un motivo sorprendente: tienen la sospecha de que, aunque Sirhan disparó, no fue el asesino.
Incluso el principal defensor de la teoría de la inocencia de Sirhan, es uno de los cinco heridos que dejó esa noche el ataque, Paul Schrade, hoy de 96 años, amigo de Bob.
Robert Kennedy Jr., el tercer hijo de Bob, tenía 14 años en 1968 y estaba como pupilo en la Escuela Preparatoria de Georgetown en Bethesda, Maryland. La madrugada del 5 de junio, mientras descansaba en el dormitorio del colegio, un sacerdote lo despertó y le dijo que había un automóvil esperando afuera para llevarlo a la casa familiar. El cura no le dio más detalles.
Cuando Robert Jr. llegó a la habitación del Good Samaritan Hospital, en Los Ángeles, la cabeza de su padre estaba vendada y su rostro tenía moretones. Su madre estaba junto a él.
Bob sobrevivió 26 horas a los disparos.
“Me senté en la cama frente a ella y tomé la mano de su gran luchador”, recordó en su libro de memorias. “Recé y me despedí de él, escuchando los aparatos que lo mantenían respirando. Cada uno de los hijos nos turnábamos para sentarnos con él y orar con mamá”.
“Mi papá murió a la 1.44 del 6 de junio, pocos minutos después de que los médicos le quitaron el soporte vital. Mi hermano Joe, de 15 años [el segundo hijo], entró en la sala donde estábamos acostados todos los hijos y nos dijo: ‘Se fue’”.
Robert Jr. es de los que sostiene que Sirhan no fue el asesino. La cuestión de quién mató a su padre lo obsesiona de tal manera, que hace cuatro años fue a visitar al propio Sirhan en el Centro Correccional Richard J. Donovan, de California, y dialogó con él durante tres horas. En su momento la confesión del palestino-jordano fue confusa y solo dijo que el móvil del crimen era la afinidad de Bob con Israel.
Aunque Robert Jr. no reveló detalles de la conversación con el convicto, al salir dijo: “Mi padre fue el jefe de las fuerzas del orden en este país [Fiscal General entre 1961 y 1964]. Creo que no hubiera querido que alguien fuera encarcelado por un crimen que no cometió”.
Hay dos cuestiones que al menos ponen en duda la cuestión de Sirhan como único tirador.
El famoso forense de Los Ángeles, Thomas Noguchi, encontró quemaduras de pólvora en la parte de atrás del saco del senador y en la nuca, lo que indica disparos en contacto cercano desde atrás.
En segundo lugar, se constató que en el lugar hubo hasta 13 disparos, cuando el arma de Sirhan tenía solo ocho balas.
En 1969, en el rechazo final de la corte a las apelaciones, el juez magistrado estadounidense Andrew J. Wistrich dictaminó: “Incluso si la bala del segundo tirador fue la que mató al senador Kennedy, [Sirhan] sería responsable como ayudante e instigador”.
El recuerdo de un testigo clave
El relato que el fotógrafo Richard Drew hizo vía zoom a LA NACION en primera persona sobre lo ocurrido en los primeros minutos del 5 de junio de 1968, confirman las dudas sobre la responsabilidad de Sirhan en la muerte de Kennedy.
“En aquel momento trabajaba para el diario Pasadena Star-News, coincidentemente la localidad de las afueras de Los Ángeles donde vivía Sirhan. Cuando Bob dio su discurso de victoria desde el escenario del hotel Ambassador de Los Angeles, yo estaba detrás de él y podía ver su espalda y a la audiencia. Cuando terminó de hablar, yo salí hacia la cocina atrás del escenario a buscar un vaso de agua porque tenía sed. De pronto me sorprendió ver a Bob atrás de mi y luego pasar hacia adelante. En cuestión de segundos vi la pistola apuntando desde el frente en nuestra dirección”.
Drew recordó que en aquellos tiempos de la Guerra de Vietnam a sus 21 años él formaba parte de la reserva, por lo que su reacción de arrojarse al suelo fue automática. De todas maneras confirmó que Sirhan nunca estuvo detrás del senador ni suficientemente cerca como para que las manchas de pólvora en la parte de atrás del saco de Bob fueran de su pistola.
“Hubo muchos disparos. Cuando me puse de pie, junto con el fotógrafo Harry Benson, de la agencia UPI, nos subimos arriba de una mesa de servicio de la cocina y sacamos las fotos que registran el momento, con el senador herido, pero con vida, en el suelo”.
El impacto para los jóvenes fotógrafos fue tremendo. “Cuando se llevaron a Kennedy, Harry y yo nos abrazamos al darnos cuenta de la enormidad de lo que acabábamos de presenciar”.
En su campaña Bob había logrado sumar apoyo de los sectores más desfavorecidos, blancos y negros, y también para su propuesta para poner fin a la guerra de Vietnam. Solo dos meses antes de su muerte, tras el asesinato de Martin Luther King, durante una visita a la ciudad de Indianápolis, le había dicho a la comunidad negra que era el momento de “trabajar en lo que los griegos escribieron hace muchísimos años: dominar el salvajismo existente en el hombre y volver más apacible la vida de este mundo”.
Habiendo pasado más de medio siglo del magnicidio, Drew tiene la misma inquietud que mueve hoy a millones de norteamericanos. “No puedo dejar de pensar en cómo hubiera sido el mundo si él hubiera llegado a la presidencia. No lo sé, no lo sé...”.
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