El argentino que diseñó la computadora del Apolo 11: “El alunizaje estuvo a segundos de ser abortado”
El físico Ramón Alonso, de 92 años, habló con LA NACION sobre el momento más dramático de la misión que hace 53 años llevó por primera vez al hombre a la Luna
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“Faltaban unos tres minutos para que la nave con Neil Armstrong y Buzz Aldrin se posara sobre el suelo lunar cuando comenzaron a sonar las alarmas a bordo. El Centro Espacial de Houston tuvo que tomar entonces la dramática decisión de seguir con la misión o abortar el alunizaje”, recordó a LA NACION el físico Ramón Alonso, el argentino que diseñó precisamente la computadora del módulo lunar que dio el alerta sobre los errores 1201 y 1202.
A sus 92 años, este porteño que pasó su niñez y adolescencia en el barrio de Belgrano y ahora vive en Boston, hizo a LA NACION un relato pormenorizado de aquel momento histórico que le tocó protagonizar, y del que en estos días se cumplen 53 años (el alunizaje fue el 20 de julio de 1969). Problemas de la edad le impiden desde hace más de una década regresar a la Argentina, país del que su familia tuvo que huir en difíciles circunstancias cuando él tenía 16 años.
Su padre, el lingüista Amado Alonso (1896-1952) -español nacionalizado argentino, fundador del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires y columnista de LA NACION-, fue perseguido por el gobierno de Juan Domingo Perón y en 1946 lo encarcelaron sin motivos claros. “Finalmente, unos amigos de Estados Unidos movieron algunos contactos y la Universidad de Harvard invitó a mi papá para que viajara a dar clases. Así que nos fuimos con toda la familia para allá. Yo era un adolescente, terminé la secundaria, estudié física y estuve dos años en el ejército durante la guerra de Corea. Luego volví a Harvard a doctorarme, en lo que en esa época se llamaba matemáticas aplicadas, que hoy sería informática”, explicó.
Una caja de zapatos
Cuando en 1961 Alonso se unió al Laboratorio de Instrumentación del Massachusetts Institute of Technology (MIT), el proyecto en el que trabajó inicialmente junto a otros tres ingenieros no era el diseño de una computadora para llegar a la Luna, sino al planeta Marte. “En aquellos tiempos una computadora ocupaba toda una habitación y tenía apenas una fracción de la potencia de un celular actual. El desafío era llevarla a un tamaño no mucho mayor al de una caja de zapatos para que no ocupara demasiado espacio en la nave que iba a viajar a Marte”, recordó.
Hasta ese momento, la mayor parte de las tareas de un cohete tripulado estaban a cargo de los pilotos. Pero la NASA había comprobado que una demora de unas décimas de segundo en el encendido o apagado de un motor representaba la diferencia entre el éxito o el fracaso de una misión. Por lo que, cuando abandonaron el objetivo de viajar a Marte y optaron por la Luna, decidieron colocar en la nave la Apollo Guidance Computer (AGC), una computadora que se encargaría de gran parte de las tareas de navegación y guía autónoma, algo así como un piloto automático.
“Frente a la dificultad para reducir drásticamente el tamaño de las computadoras de aquel momento, recordé un libro que había leído de un investigador australiano que hablaba del concepto de ‘memoria de cuerda’, o ‘memoria de núcleos cableados’. Ese sistema permitía almacenar una cantidad de datos relativamente grande para aquel momento, de 72 kilobytes -un celular actual puede tener 64 gigabytes-, en un volumen muy pequeño”, señaló Alonso.
La AGC alcanzó finalmente el tamaño de 61 x 32 centímetros, y 17 centímetros de alto.
Pero el aporte más novedoso del técnico argentino estuvo en el diseño de la “pantalla” o “teclado” de la computadora, el Display Keyboard (DSKY), con el que interactuaron los astronautas. Ahí hubo una indudable influencia de historia familiar, del padre de Alonso.
“Algunos técnicos del grupo querían que los astronautas tuvieran una pantalla con mapas, y diagramas. Pero eso era imposible en aquel momento. La AGC no tenía suficiente memoria”, recordó.
La pantalla de la computadora del módulo lunar, con teclas de dos centímetros de ancho para que los astronautas pudieran presionarlas con sus guantes puestos, tuvo entonces solo dos palabras claves: “Verb” (verbo) y “Noun” (sustantivo), dos términos más cercanos a la gramática y la lingüística en las que se había especializado el padre de Alonso, que a los comandos técnicos que predominaban en los vehículos espaciales. Mediante una serie de claves numéricas, la combinación de ambas teclas generaba órdenes como “Encender”+“Motor”, “Apagar”+”Radar”.
En un antiguo video de aquel momento grabado por el MIT y ahora disponible en YouTube, Alonso explica (entre el minuto 5.38 y el minuto 10) el particular sistema que diseñó para la Apolo.
“La idea se me ocurrió gracias a mi padre. Una vez, cuando era chico, le pregunté a él qué era ser filólogo, y me contestó: ‘Un detective de la palabra. Estudio de dónde provienen las palabras’. Y esa fue mi inspiración para crear el sistema, pensando en las palabras básicas que componen las diferentes órdenes. La NASA terminó aceptándolo a pesar de que no les sonaba suficientemente militar o científico”.
Error 1201 y 1202
Tras el lanzamiento de la Apolo 11 el 16 de julio de 1969, hace hoy 53 años, con Armstrong, Aldrin y Michael Collins, el viaje hasta la Luna transcurrió sin mayores sobresaltos. El tiempo a bordo se medía a partir del minuto 0 de la partida desde la base de Cabo Cañaveral con la sigla GET (Ground Elapsed Time). El cuarto día de travesía, a la hora 100.39.53 GET el módulo lunar con dos astronautas se separó del módulo de mando que guiaba Collins y que siguió orbitando alrededor del satélite terrestre.
Dos horas más tarde, a las 102.42.17 GET, cuando el módulo lunar se encontraba a tres minutos de posarse sobre la superficie selenita, se encendió en la pantalla un código que indicaba “Error 1201″ y comenzó a sonar una insistente alarma de alerta. En los dos minutos siguientes se activaron tres veces los códigos 1201 y 1202.
La voz de Armstrong transmitió a Houston su preocupación: ”Tenemos un 1202 … ¿Qué es eso? Dennos una lectura del 1202 en el programa de alarmas…”. Los sensores indicaban también que en ese momento los latidos del corazón del astronauta habían pasado de 120 a 150 por minuto.
Esos dos errores mostraban que la computadora de a bordo estaba recibiendo más información de la que podía procesar por lo que podría haber datos que no estaban siendo registrados.
“La decisión de abortar el alunizaje y que la nave volviera a unirse al módulo de mando, o arriesgarse a continuar con el descenso posiblemente ‘a ciegas’ quedó en manos del centro de Houston”, recordó Alonso.
El origen de la falla, se supo después, fue una “obsesión” de Aldrin, uno de los pilotos de la NASA mejor preparados para acoplar dos naves en el espacio, apodado “Dr. Encuentro en órbita”. Él iba a estar a cargo de esa maniobra crucial que debía realizarse al día siguiente, cuando el módulo lunar y el de mando volvieran a encontrarse en la órbita del satélite para poner rumbo de regreso a la Tierra.
Ante la eventualidad de tener que abortar el proceso de alunizaje, Aldrin había optado por dejar encendido durante todo el descenso el llamado “radar Rendezvous” (radar encuentro), que les indicaba permanentemente dónde estaba la nave comandada por Collins. Ante la enormidad de datos que la computadora de a bordo debía elaborar en el momento del descenso automático, el procesamiento de la información que enviaba el radar Rendezvous desbordó en un 15% la capacidad de la AGC.
El propio Aldrin explicó ese inconveniente en el documental In the Shadow of the Moon.
“El radar del alunizaje comenzó a procesar las señales, pero también dejé encendido el Rendezvous, que controlaba nuestra posición respecto al módulo de mando, por si teníamos que abortar la maniobra y reencontrarnos con Mike lo antes posible. La lista de procedimientos de la AGC no lo tenía establecido, pero yo necesitaba mantener ambas conexiones. Al fin y al cabo, era el Doctor Encuentro en Órbita”, explicó el astronauta.
Alonso por su parte, recordó cómo recibieron los astronautas la orden final desde Houston.
“La decisión ‘Go’ o ‘Abort’ quedó en manos del ingeniero Steve Bales, entonces de 26 años, que era el controlador del vuelo. En los entrenamientos previos al viaje Bales había aprendido que el encendido de la alarma 1202 o 1201 solo representaba peligro si ocurría con demasiada frecuencia o si se verificaba un desvío de la trayectoria prevista. Pero además, la AGC estaba preparada para ordenar sus prioridades en caso de saturación. Por lo que en pocos segundos Bales evaluó la situación junto con los científicos de Computación Jack Garman de la NASA, y Russ Larson del MIT, y decidieron darle al director de vuelo, Gene Kranz, la orden ‘Go’”, señaló Alonso.
Un último inconveniente surgió en el minuto final del alunizaje. La pantalla de la ACG alertó a Armstrong que el suministro de combustible se estaba agotando peligrosamente, y al mismo tiempo él observó por la ventanilla que el programa de aterrizaje automático de la computadora los estaba llevando hacia el centro de un cráter cubierto de rocas.
“En lo que se ha convertido en un momento famoso de este eximio piloto de pruebas, Armstrong comenzó entonces a maniobrar manualmente hacia adelante el joystick de la nave espacial para alejarse del cráter, y así logró alunizar finalmente sobre un lugar más despejado a las 102.45.50 GET”, recordó el experto argentino.
Paradójicamente, tras la llegada del hombre a la Luna, Alonso se alejó de la NASA. “Ya había hecho todo lo que tenía que hacer ahí. Abandoné el programa en 1970 y nunca más diseñé computadoras. Después desarrollé aparatos de prueba para la industria de los semiconductores, estuve un tiempo en el MIT y finalmente puse una consultora”, señaló.
Con sus 92 años, y pensando en aquel momento histórico, Alonso se arrepiente de una sola cosa. “Siento mucho no haber podido estar en Cabo Cañaveral, Florida, el 16 de julio de 1969 para ver el despegue del Apolo 11. Hubiera sido muy significativo para mi estar ahí en persona y sentir: ‘Yo tuve algo que ver con la llegada del hombre a la Luna’”.
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