El ambiguo rol de Israel en la guerra: con cautela, empezó a entregar su tecnología a Ucrania
Entregará tecnologías avanzadas de detección de amenazas aéreas para prevenir a la población en caso de disparos de misiles y drones enemigos
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PARÍS.- Israel comenzó a abrir con extrema prudencia su arsenal a Kiev, tras meses de tergiversación y crispaciones. Una decisión inesperada después del retorno al poder de Benjamin Netanyahu, ya que la vieja relación personal que mantiene el inoxidable primer ministro con el presidente ruso, Vladimir Putin, permitía pensar todo lo contrario.
“Israel va a entregar a nuestro país tecnologías avanzadas de detección de amenazas aéreas. Son sistemas de alerta geográfica mucho más precisos que los que tenemos en Ucrania para prevenir a la población en caso de disparos de misiles y drones enemigos”, indicó recientemente el embajador de Ucrania en Israel, Yevhen Korniïtchouk, que agregó que la solicitud ucraniana databa de varios meses atrás.
Ya en octubre de 2022, el precedente gobierno israelí, liderado por Yaïr Lapid, había anunciado que entregaría a Ucrania un sistema de alerta para los civiles, excluyendo nuevamente el envío de armas. El Estado hebreo teme las represalias rusas en Siria, donde Moscú mantiene un contingente desde 2015. Esas fuerzas dejan a la aviación israelí atacar intereses iraníes -segundo padrino del régimen sirio-, sobre todo cuando se trata de impedir la transferencia de armamento a proximidad de sus fronteras con Siria y el Líbano.
“Rusia tiene una enorme capacidad de daño en su calidad de vecina, porque sus tropas se encuentran delante de nuestras puertas en Siria”, analiza una fuente israelí. “De modo que, está lo que uno dice ante las cámaras y lo que uno hace por detrás: nosotros seguimos hablando con Rusia y negociando con Moscú, aun cuando el Kremlin esté furioso porque apoyamos a Occidente”, agrega.
Varias fuentes occidentales indican, en efecto, que Israel estaría discretamente ayudando a Kiev con inteligencia y tecnologías militares -sistemas de guiado de disparos, de visión nocturna e infrarroja-, a través de sociedades privadas y terceros países, sin que nadie haya podido hasta ahora verificar esa información.
No hay dudas de que la presión de Washington sobre el gobierno israelí ha sido fuerte en estos meses. Como consecuencia, Israel habría aceptado transferir a Ucrania un depósito estratégico de municiones de artillería norteamericanas depositadas en su territorio, según indicó recientemente The New York Times. Cerca de la mitad de las 300.000 municiones destinadas a Ucrania -o sea el equivalente de lo que dispara la artillería ucraniana en tres meses- ya fue enviada a Europa y será entregada a través de Polonia, según responsables israelíes y estadounidenses citados por el diario.
Esos gestos sin duda restablecerán en parte las relaciones israelí-ucranianas, deterioradas desde el comienzo de la invasión rusa debido a la postura “neutra” del Estado hebreo en el conflicto. Desde el principio, Israel condena la invasión y envía ayuda humanitaria a Ucrania -hasta ahora unos 30 millones de dólares-, pero se niega a sumarse a las sanciones occidentales contra Moscú y entregar armamento a Kiev.
“Sobre Ucrania y Rusia, estamos seguros de algo: hay que hablar lo menos posible públicamente”, anunció Eli Cohen, el nuevo ministro de Relaciones Exteriores el 2 de enero. Pero, al día siguiente, el jefe de la diplomacia israelí llamó por teléfono a su par ruso, Serguei Lavrov, algo que no habían hecho sus predecesores.
Esa llamada desató la ira de la diplomacia ucraniana, convencida de que el nuevo gobierno ultraconservador israelí se preparaba a unirse al campo prorruso.
“No es así. El nuevo gobierno descubre el expediente ucraniano. Se toma el tiempo necesario para hablar con todos y determinar los riesgos y los intereses de Israel. Nuestra posición debería seguir siendo la de otorgar apoyo a Ucrania, tratando de obtener una negociación de paz lo antes posible”, asegura otra fuente israelí.
En todo caso, el ministro ucraniano de Relaciones Exteriores, Dmytro Kuleba, tuvo que esperar hasta el 19 de enero para mantener una primera conversación telefónica con su homólogo israelí. Durante la misma, Eli Cohen anunció la reapertura “en 60 días” de la embajada israelí de Kiev, transferida a Lviv cuando comenzó la invasión rusa. El ministro israelí también aceptó una invitación para viajar a Ucrania, sin fijar fecha.
La tensión entre ambas capitales dura desde el comienzo de la invasión, en febrero de 2022. En septiembre, el presidente Volodimir Zelensky -él mismo de origen judío- declaraba que no comprendía “que sucedió con Israel”, ante una nueva negativa a entregar defensas antiaéreas a Kiev.
Confiado en su larga relación con Vladimir Putin, Netanyahu sueña con convertirse en mediador entre Kiev y Moscú. Obligado a aliarse con la extrema derecha para volver al poder, el primer ministro sabe que Europa y Estados Unidos vigilan de cerca sus decisiones y espera mostrarse indispensable para hablar con Rusia, imitando al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
Armamento “ofensivo” y “defensivo”
“En Israel tenemos mucho talento para hablar a los diferentes campos. Para nosotros también es importante que esta guerra se termine lo antes posible y no degenere en un enfrentamiento no-convencional”, explica el profesor Yonatan Freeman.
Contrariamente a la mayoría de los gobiernos occidentales, Israel integra otro factores cuando se trata del debate entre armamento “ofensivo” y “defensivo”.
“Si se trata de un sistema de ataque, el gobierno israelí no lo entregará a Ucrania. Porque la cuestión ucraniana es secundaria en relación a la presencia militar de Moscú en la frontera de Israel. El ejército ruso está en pie de guerra en Siria. Existe un acuerdo para no obstaculizanos mutuamente. No hay que olvidar también que Moscú apoya a Irán, la principal de nuestras amenazas. Y no solo desde un punto de vista retórico. Si Moscú decidiera sostener el esfuerzo iraní de adquirir el arma nuclear, todo cambiaría para nosotros. Obviamente nos gustaría estar del buen lado de la historia. Pero la necesidad de seguridad nacional nos obliga a la realpolitik”, explica Zvi Magen, exembajador israelí en Moscú e investigador en la universidad de Tel Aviv.
En una región potencialmente hostil, Israel erige como siempre su seguridad nacional en prioridad absoluta. Pero también otras medidas potenciales de retorsión inquietan al gobierno.
“Si Israel entregara sus sistemas antimisiles Ucrania, sus capacidades serían analizadas y disecadas por los rusos, que podrían después revelar sus fallas a sus enemigos inmediatos de Hezbollah (libanés) o de Hamas (palestino)”, señala el geopolitólogo francés Frederic Encel.
Encel también menciona la necesidad de Israel de preocuparse por la seguridad de los judíos de Rusia. A fines de diciembre, el exgran rabino de Moscú -en exilio desde hace meses- los llamó a “dejar el país mientras puedan hacerlo”, temiendo que terminen siendo culpabilizados por el fracaso militar de Putin.
“A lo largo de su historia, Israel tuvo siempre que calibrar su política extranjera en función de los riesgos que corren los judíos del extranjero”, analiza. Y concluye: “Israel teme que, criticando abiertamente a Rusia, la condición de su comunidad allí se deteriore todavía más”.
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