El ambiguo interés de Irán
MIAMI.- Al presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, le debe encantar el clima tropical: en los últimos doce meses, se ha pasado más tiempo en América latina que el presidente George W. Bush. La visita de Ahmadinejad a Venezuela y Bolivia la semana pasada fue su tercer viaje a la región desde 2006.
Comparativamente, Bush sólo ha hecho una visita en el mismo período. Lo que es más, Ahmadinejad difícilmente podría estar firmando más acuerdos de cooperación con Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
La semana pasada, horas después de que la canciller de Alemania, Angela Merkel, comparara en las Naciones Unidas a Ahmadinejad con Adolfo Hitler, el presidente iraní recibió una bienvenida de héroe del jefe del Estado de Bolivia, Evo Morales, en La Paz, y prometió 1100 millones de dólares en ayuda a Bolivia en los próximos cinco años. Poco después, en Venezuela, Ahmadinejad firmó un compromiso para crear un fondo de inversión conjunto de 2000 millones de dólares.
Irán ya se ha convertido en el segundo mayor inversionista en Venezuela, después de Estados Unidos, y recientemente inauguró un vuelo comercial semanal de Iran Air entre Teherán y Caracas. Los vuelos están repletos de funcionarios y empresarios cercanos a ambos gobiernos.
Además de abrir una embajada en Bolivia, Irán ha incrementado su personal diplomático en la región. ¿Qué está buscando Ahmadinejad en América latina?
En primer lugar, busca apoyo para defenderse de las demandas de Estados Unidos y Europa para que Irán detenga su programa nuclear o lo someta a observadores internacionales. Venezuela y Cuba fueron, junto con Siria, los únicos tres países que apoyaron el plan nuclear de Irán en un voto en el Organismo Internacional de Energía Atómica, en febrero de 2006.
En segundo lugar, Ahmadinejad quiere contraatacar a Estados Unidos en su propio continente, financia a grupos antinorteamericanos y amenaza con desestabilizar gobiernos afines a Washington, para poder negociar con la Casa Blanca desde una posición de mayor fuerza.
Tras la invasión de Estados Unidos a Irak, el gobierno de Irán parece estar diciéndole a Washington: "Usted se metió en mi vecindario, ahora yo me meto en el suyo".
En tercer lugar, la popularidad de Ahmadinejad ha caído en Irán, y probablemente necesite que la televisión de su país muestre cómo es recibido como un héroe en otros países.
Thomas Shannon, el encargado de Relaciones con América latina del Departamento de Estado, me dijo en una reciente entrevista que Irán "quiere mostrar a sus propios ciudadanos que no es un país diplomáticamente aislado".
"¿Hay preocupación en Washington por las visitas de Ahmadinejad?", le pregunté. Shannon respondió que Estados Unidos está preocupado por los nexos de Irán con Hezbollah, que entre otras cosas fue responsable del atentado contra la AMIA en Buenos Aires, en 1994.
"Lo que nos preocupa es el historial de actividades de Irán en la región, y especialmente su lazos con el Hezbollah y los ataques terroristas en Buenos Aires -dijo Shannon-. El pasado es prólogo."
Mi opinión: si Ahmadinejad estuviera cooperando con la Argentina en la investigación del atentado contra la AMIA o no estuviera pidiendo la "aniquilación" de otros países, no habría nada de malo en que países latinoamericanos aceptaran la ayuda económica de una petrodictadura teocrática.
Pero la creciente presencia de presuntos diplomáticos y empresarios iraníes en Venezuela, Nicaragua y otros países de la región trae aparejado el peligro de que agentes iraníes respaldados por su gobierno empiecen a infiltrar otras naciones para apoyar a grupos terroristas o totalitarios, como probablemente pasó en la Argentina en 1994. La importación del conflicto de Medio Oriente o de la disputa entre Irán y Estados Unidos a territorio latinoamericano claramente beneficia a Teherán, pero es un juego peligroso para los países latinoamericanos.
A menos que Irán pruebe que no estaba involucrado en el ataque a la AMIA, como lo pide el gobierno argentino, los países de la región deberían mantener al régimen fascista iraní a una prudente distancia, antes de que sea demasiado tarde.