El abrumador triunfo del “rechazo” en Chile demostró que la calle no es lo mismo que la voluntad popular
Hay varias claves que explican por qué fracasó la convención constituyente
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SANTIAGO, Chile.- La política chilena por años fue “aburrida”. En especial si la comparábamos con lo que veíamos del otro lado de la cordillera. “Políticas de los consensos” y “democracias de los acuerdos” fueron las cosas que primaron por casi 30 años, y que de paso le permitieron dar un salto trascendental en todos los índices, incluida la desigualdad. Sólo la pobreza se redujo del 60% al 6,8 por ciento.
Pero de súbito el “estallido social” del 18 de octubre de 2019 lo cambió todo. Y si bien habían existido algunas señales ellas fueron inadvertidas, aunque sus causas todavía no las logramos dilucidar del todo.
De ahí vino la crisis política más grande en 50 años y un itinerario constitucional que suponía la elaboración de la nueva Constitución que se votó el domingo. Y el resultado fue tan categórico como inédito: solo en Kenia y en Zimbabwe se habían rechazado propuestas; el 62% que alcanzó el rechazo no estaba en la mente de nadie.
La pregunta es por qué este rechazo tan categórico y tan transversal (sólo en 8 de 346 comunas ganó el apruebo). Y las respuestas son varias.
En primer lugar, los miembros de la Convención respondieron a un momento particular de la historia que sobreponderó a los grupos de izquierda y de izquierda radical. Al poco andar ya se empezó a ver la disociación entre el país y lo que ocurría ahí dentro, donde las posiciones identitarias y partisanas estuvieron a la orden del día.
En segundo lugar, hubo una serie de escándalos de forma que transformaron al organismo a ratos en un verdadero circo.
Finalmente, el texto terminó siendo completamente refundacional. Chile empezaba de cero. Se formateaba el disco duro. Ya no éramos una nación sino que múltiples naciones. Ya no había Poder Judicial sino que “sistema” judicial. Los pueblos originarios tendrían escaños reservados en un número completamente desproporcionado. A la naturaleza se le sindicaban derechos y la actividad privada quedaba en entredicho o sometidos a la venia de la autoridad.
Así llegamos al domingo 4. Con una salvedad: el voto se hizo para esta circunstancia obligatorio. Ello hizo que votaran casi 5 millones más de personas que en la última elección presidencial.
Los cierres de las campañas fueron decisivos. La campaña del “apruebo”, tras una enorme intervención gubernamental en favor de esa opción, cerró con un acto masivo que congregó a 300.000 personas en la “9 de julio de Santiago” (la Alameda). El cierre de la opción “rechazo”, cerró sobre el cerro San Cristóbal con no más de 400 personas.
Y nunca fue más cierto que la calle no es lo mismo que la soberanía popular. Chilenos y chilenas se volcaron en masa a rechazar una propuesta tan excesiva como extravagante. Y ese rechazo es inevitable extenderlo a un gobierno que apenas lleva seis meses de mandato, que se erigió en contra de los 30 años exitosos del país, y que hoy queda sumido en una crisis profunda. Mal que mal, su destino estaba inexorablemente atado al nuevo texto constitucional.
La llave hoy la vuelve a tener la derecha, a la que se ha sumado una parte importante de la ex Concertación de centroizquierda, que cruzó el Rubicon por primera vez, y que configura un nuevo escenario político en materia de alianzas. Todos se han comprometido con volver a empezar. Con darse una nueva oportunidad. Con aprender de los errores y con anclarse al centro.
Así comienza un nuevo capítulo del otro lado de la cordillera. Si un guionista hubiera propuesto una trama como la que ha vivido Chile desde el 2019, se lo habrían rechazado por inverosímil. Pero la realidad, una vez más, ha superado la ficción. Y a partir de esta semana veremos cómo se empieza a escribir este capítulo
El autor es decano de la Facultad de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez
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