El 70º aniversario del régimen llega en un momento oportuno para un asediado Xi
El Partido Comunista organizará mañana un pomposo desfile para mostrarle al mundo su poderío, en momentos en que enfrenta desafíos políticos internos y externos, como la guerra comercial
PEKÍN.- En esta ciudad ya se ven enormes arreglos florales que exaltan la promesa de marca del líder máximo de realizar el sueño chino. Hay pancartas rojas que instan al pueblo a "acercarse" al Partido Comunista con el "camarada Xi Jinping en su centro". Las autoridades restringieron las actividades de entretenimiento, ordenaron desalojar los departamentos y prohibieron barriletes, globos aerostáticos de papel y hasta las palomas mensajeras, una atractiva característica de muchos barrios.
Para las celebraciones del 70º aniversario de gobierno del Partido Comunista de China, el Estado está preparando una pomposa coreografía para honrar al presidente Xi como el líder irrefutable de una nación en ascenso y como el bastión indispensable contra un conjunto de desafíos que amenazan con deteriorar su poder.
Mañana, el Día Nacional de la República Popular China, Xi presidirá un desfile militar en la Plaza de Tiananmen cuyos preparativos parecen tan ambiciosos y grandiosos como el líder mismo. En él participarán 15.000 soldados y marinos, 160 aviones de caza, bombarderos y otras aeronaves, y 580 tanques y otras armas, así como algunos comandantes militares que nunca se presentaron en público.
Para Xi, el aniversario llegó en un momento oportuno y muy necesario. Le da la oportunidad de disfrutar de los logros del partido en un momento en que sufre cada vez más dificultades, sobre todo por el arrastre económico de la guerra comercial con Estados Unidos. Pero la celebración también llega en un contexto en el que el gobierno elude la condena por las detenciones masivas de musulmanes en Sinkiang, lucha contra una epidemia de fiebre porcina africana que aumentó los precios del cerdo -un alimento de primera necesidad en China- y trata de contener meses de protestas en Hong Kong que se convirtieron en una resistencia abierta contra el gobierno de Pekín.
"La república está construida por cada uno de sus ladrillos", dijo Xi la semana pasada tras desplazarse 40 kilómetros al sur del centro de Pekín en un tren expreso para inaugurar un nuevo aeropuerto internacional, uno de los megaproyectos que China construyó para afirmar su grandeza política y económica. El aeropuerto, con siete pistas y una terminal en forma de estrella realizada por la destacada arquitecta iraquí Zaha Hadid, será el mayor del mundo. Durante el corte de cintas, Xi buscó evocar el espíritu de la fundación de la República Popular China citando uno de los revolucionarios poemas de guerra de Mao Zedong, "El paso de Loushan", sobre una batalla en las montañas de Guizhou en 1935.
Poder consolidado
En siete años de gobierno, Xi ha consolidado exitosamente su poder: purgó rivales, aplastó a los disidentes y eliminó los límites constitucionales de su poder. Xi convirtió al partido en el árbitro de todos los aspectos de la vida china y exige más pureza ideológica para conducir a la nación a lo que en repetidas ocasiones describió como una lucha inmensa y sin tregua.
Xi busca monopolizar el poder como ningún otro líder desde Mao, y para el asombro de algunos críticos hasta se atrevió a ubicarse junto a él en el panteón de los líderes de la China comunista.
"Xi sabe que la historia importa", dijo Timothy Cheek, profesor de historia china en la Universidad de Columbia Británica. "Xi enfrenta lo que enfrentó el bloque soviético en la década de 1980: la falta de convicción en los valores profesados del partido ante la corrupción y las dificultades coyunturales evidentes".
El fracaso ruso es una lección que Xi y otros líderes han estudiado bien. China prosperó como nunca lo hizo la Unión Soviética, principalmente porque manejó la transición hacia un capitalismo de libre mercado que les permitió a millones de chinos alcanzar una mayor prosperidad material.
Ahora el mayor desafío de Xi y del partido es defender esos logros. El crecimiento de China se lentificó hasta tocar su punto más bajo en décadas, con una guerra comercial que afecta la economía y repele a los consumidores. Mientras continúan las negociaciones comerciales, el presidente norteamericano, Donald Trump, sigue despotricando contra China, a la que denominó una "amenaza para el mundo".
"El talón de Aquiles no es la falta de democracia", dice Cheek en relación con los cimientos del poder del partido. "Es la perspectiva de una recesión, de no poder cumplir con los ciudadanos de a pie".
El Día Nacional conmemora el 1º de octubre de 1949, cuando Mao apareció en el mismo balcón de la Puerta de Tiananmen donde estará Xi mañana y proclamó la formación de la República Popular China.
En ese entonces, la guerra civil contra los nacionalistas todavía causaba estragos y el Partido Comunista tenía pocos recursos para gobernar un país tan extenso, empobrecido y golpeado por la guerra. De 1949 a 1959, se organizó un desfile militar cada Día Nacional, pero la tradición se interrumpió durante los años más oscuros del régimen de Mao, que incluyeron la Gran Hambruna y la Revolución Cultural. El desfile se reanudó en 1984, supervisado por Deng Xiaoping, el líder que comenzó reformas que abrieron la economía china.
"El régimen diseñó cuidadosamente los desfiles y celebraciones por el Día Nacional para comunicar la imagen de sí mismo que quiere mostrar ante el pueblo chino y el resto del mundo", dice Susan L. Shirk, experta en China de la Universidad de California, San Diego, que estuvo en las gradas de la Plaza de Tiananmen durante el 35º aniversario. En esa época el partido quería promover políticas capitalistas ante una generación que había crecido con las comunistas, así que el desfile contenía pancartas con consignas como "el tiempo es dinero".
"Hoy -agrega Shirk-, China se parece más a un Estado de seguridad nacional". El desfile contará con un despliegue de fuerzas armadas que según analistas militares son las más eficientes, las más integradas y las mejor equipadas de toda la historia china.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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