Ejercicio físico y aprender a cocinar, lavar y planchar: la rutina de Evo Morales en la Argentina
Es el día cincuenta de su refugio en la Argentina y Evo Morales, que llegó al país el 12 de diciembre tras dimitir el 10 de noviembre a la presidencia de Bolivia en medio de protestas y denuncias por fraude electoral en los comicios en los que buscaba su cuarto mandato, responde a la primera pregunta con un chiste. Está sentado en la cabecera de una mesa larga de madera, en uno de los salones de la sede de Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires en el barrio de San Telmo. Minutos antes estuvo con Roberto Baradel, líder del gremio. Viste una camisa clara a rayas y de manga corta, un pantalón oscuro, lleva su pelo grueso con raya al medio como siempre y dice a LA NACION: "Estoy muy bien aquí. Soy el próximo dirigente de la CTA. Por si acaso ya estoy afiliado". Después ríe.
A horas de comunicar que su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), analiza nombrarlo a distancia candidato a legislador para las elecciones que tendrán lugar el 3 de mayo, el exmandatario de 60 años se muestra contento. Conforme. Habla y cuenta sobre su vida lejos de Bolivia. Asegura que se llama Evo por culpa de un calendario católico que se usaba en el campo y decisión de su padre, y que de chico sus compañeros de clase lo cargaban por su nombre. Que desde que se fue del país ya vivió en cinco lugares distintos, que en Buenos Aires primero estuvo en Colegiales pero que ahora duerme en un departamento que le prestaron por un mes en Liniers. Que pronto se mudará de nuevo. También afirma que tiene la misma rutina que llevaba cuando estaba en el gobierno. O casi. "Me levanto temprano y a las 5.30 hago ejercicio. Cincuenta minutos sin parar en la cinta y una hora de elongación. Sin descanso. Sin agua. Tengo que recuperar mi estado físico. En Bolivia hacía una hora y cuarto de aeróbico y tres mil abdominales. En tres tandas. Dos o tres veces por semana. Ahora estoy buscando gimnasio", relata.
No quiere perder la costumbre. El mate no le gusta. En breve cumplirá tres meses fuera de su país (primero estuvo en México, luego pasó unos días en Cuba, volvió a México y después se instaló en la Argentina) pero todas las mañanas desayuna o maíz picado con azúcar o buñuelos o tortillas o maíz morado. Aunque no cocina. No sabe. Lo admite y también recuerda un momento que él mismo definió como vergonzoso. Durante sus primeros días en el exilio quiso prender el horno y no supo cómo hacerlo. "Busqué una chispa y no encontré nada y llamé para preguntar. Me dijeron que apriete un botón. Hacía 30 años que no prendía una cocina. Ahora al menos preparo mi desayuno y plancho mis camisas y lavo a mano mi ropa interior en la ducha", admite.
A la oficina que montó en la Ciudad llega cerca de las 8. "A las 10.30 como un poco de harina de coca con miel. Sirve para las personas mayores. Me hace muy bien. Hace cuatro años que la tomo". Desde ahí habla con los referentes del MAS. Todos los miércoles. Acá y en Bolivia. Brinda entrevistas a los medios. Organiza actos, visitas, como la que hizo a las Madres de Plaza de Mayo a fines del año pasado o las reuniones con sus abogados Baltazar Garzón y Eugenio Zaffaroni, quienes lo defienden frente a la causa penal en su contra por sedición y terrorismo. Tiene el celular a mano. Es su forma de mantenerse cerca. Durante el mes que estuvo como refugiado del gobierno de Andrés Manuel López Obrador gastó cuatro mil dólares de teléfono.
Además de él, de su exvicepresidente Álvaro García Linera, de varios de sus ministros, de sus asesores, de su equipo de prensa, Morales está en Buenos Aires con sus hijos. Evaliz y Álvaro llegaron a fines de noviembre en un vuelo comercial que partió de La Paz. No viven con él. "Ellos están juntos en otro lugar. Mi hijo se va a ir a Vaca Muerta, consiguió trabajo de ingeniero civil. Se lo llevan a Neuquén. Lo contrató una empresa. Mi hija va a trabajar en una institución de derechos humanos. Su sueño es hacer una maestría acá".
Con el presidente Alberto Fernández habló antes de llegar. Nunca después. Sin embargo está agradecido por el apoyo que demostró no bien presentó la renuncia. Por eso, por recibirlo acá y por encargarse de que no le pase nada. Al haber pedido refugio en el país, condición que aún no fue ratificada pero que sin embargo ostenta por tan solo pedirlo, según confirmaron a La Nación desde Cancillería, al expresidente lo cuida el Estado. "La seguridad mía acá depende del gobierno argentino", dice y agrega por eso: "Mi gran preocupación son las amenazas a las inversiones en la Argentina. No puedo perjudicar a la Argentina con mi presencia".
Hay solidaridad. Llega una diputada y me aporta 500 dólares. Tengo unos pesitos bolivianos guardados también. Estaba rechazando pero ahora acepto porque tengo mis gastitos
Morales, los ojos chatos, pecas en la cara, la voz rasposa, un reloj en la muñeca izquierda con la hora boliviana ("En todos mis viajes nunca cambié el reloj. No sé por qué. Es la ‘hora-Evo’. Yo soy puntual y madrugador") y la costumbre de alzar apenas los brazos al costado cada vez que siente que dice una obviedad, asegura que acá tiene pocas cosas. Que trajo una "maletita" con la que se movía, en la que transportaba bebidas y su harina de coca con miel. Fue después que le enviaron sus documentos y sus "trajecitos". Todo en una sola valija. Aquí no tuvo que comprar nada porque, afirma cuando sonríe, le sobran los regalos. "No sé si a otros le pasará lo mismo, quizá sea igual o mejor, pero a mí me sorprendió". A la hora de explicar cómo cubre sus gastos en la Argentina recurre a la misma idea: "Hay solidaridad. Es muy interesante. Llega una diputada y me aporta 500 dólares. Tengo unos pesitos bolivianos guardados también. Estaba rechazando pero ahora acepto porque tengo mis gastitos".
Cuando no está aquí, en la sede de San Telmo, está en su departamento de Liniers pero hace lo mismo. Sigue con las charlas, las reuniones, los planes. Los sábados y domingos juega al fútbol. Así se despeja. En el último encuentro, contra el sindicato de camioneros, metió tres goles y, aunque su equipo perdió, se muestra orgulloso. No mira noticieros. Sí se imprime algunos artículos de diarios internacionales que hablan en su contra. Las muestra en esta entrevista. En televisión solo mira los canales deportivos. Tampoco es fanático de las películas. Dice que solo fue tres veces al cine: a ver un documental sobre el futbolista brasileño Pelé, a ver "Avatar" y a ver una película que hicieron sobre él, "Evo Pueblo".
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