“Todos los avances científicos de las últimas décadas parecen darse cita en un solo cerebro, el del matemático húngaro”, afirma el escritor chileno Benjamin Labatut, quien publicó una novela en la que explora la mente del matemático
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“En este mundo solo hay dos tipos de personas: Jancsi von Neumann y el resto de nosotros”. Así -cuenta el escritor chileno Benjamín Labatut- describió el físico húngaro Eugene Wigner a su compatriota Von Neumann, el matemático que protagoniza su última novela, MANIAC.
En “Un verdor terrible” -el libro que lo hizo conocido a nivel mundial a partir de su selección como finalista del Booker Prize International 2021- Labatut ya se había adentrado en las oscuridades y paradojas de la ciencia y los científicos del siglo XX.
Pero en su última obra, titulada con las siglas de la computadora que creó Von Neumann (Mathematical Analyzer Numerical Integrator and Automatic Computer), todos los avances científicos de las últimas décadas parecen darse cita en un solo cerebro, el del matemático húngaro.
Von Neumann participó en el proyecto Manhattan, que desarrolló la bomba nuclear; es considerado junto a Alan Turing el padre de la computación; fue uno de los creadores de la Teoría de los Juegos y de la estrategia detrás de la Guerra Fría, y, sin embargo, su nombre pasa desapercibido para una gran mayoría.
El matemático, quien durante su exilio en Estados Unidos cambió el Jancsi de su nacimiento por un mucho más americano John, es definido por el autor chileno como “un tipo de una enorme complejidad”.
Y para adentrarse en él, Labatut hace lo que nunca había hecho: recurre a muchos para hablar de uno (además de Wigner, otras 14 personas describen etapas de la vida de John Von Neumann).
“A mí, en realidad, no me gusta la chorrera de voces, realmente no lo disfruto”, le dijo a BBC Mundo desde Chile antes de participar en el HAY Festival de Cartagena, que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 25 y el 28 de enero.
–¿Por qué, entonces, el personaje de Von Neumann necesitaba “esa chorrera de voces”?
–Porque Von Neumann requiere algo distinto. Los milagros que han descubierto otros científicos, por lo general, se circunscriben a un área. Son genios en la física o en la matemática, descubrieron un monstruo dentro de una ecuación, abrieron nuestra visión del mundo hacia un ámbito específico.
Pero Von Neumann es único, en el sentido de que prácticamente no hay área de la ciencia moderna que no haya tocado con su pensamiento y muchas de sus ideas siguen teniendo impacto.
Tú hablas con gente que está estudiando la forma en que se comunican las células con cáncer y están aplicando ecuaciones de Von Neumann, un matemático puro. Yo en realidad hubiese querido usar un narrador, porque me interesan más las ideas que las técnicas de la novela clásica. Y, sin embargo, acá era imposible.
Es una lección medio sacada del libro anterior, en el que el matemático Alexander Grothendieck dice que mientras más complejo es un objeto, más puntos de vista son necesarios para verlo.
En el caso de Von Neumann eso se aplica al 100%. Es algo tan colosal que la única manera de no amarrarlo, de no disminuirlo con una perspectiva autoritaria única, simplista, era el coro.
–Al comienzo de la novela, tú -que apelas a la ficción- lo defines como “el hombre más inteligente del siglo XX”, mientras que su biógrafo Ananyo Bhattacharya -que escribe desde la no ficción- lo llama “el hombre del futuro”. ¿De qué manera su inteligencia es superior a todas las demás?
–Hay dos aspectos fundamentales. El primero es la velocidad, una velocidad incomparable, inhumana.
Von Neumann construyó el primer computador moderno, que se convirtió en la base de todos los computadores, y estos de alguna manera nos han dado una perspectiva similar a la que él tenía sobre las cosas: esa capacidad inmediata, el cómputo, el cálculo. Su mente es sinónimo de computar.
Lo segundo es la abstracción y la lógica. Von Neumann era capaz de tomar algo y verlo en aspectos lógicos, y eso te permite cosas maravillosas. Por ejemplo, se sienta y dice, “bueno, cómo tendría que funcionar cualquier organismo que se replique a sí mismo”, sea mecánico o biológico, y pone las ecuaciones en el papel.
Y tú puedes ver en su texto el funcionamiento del ARN y del ADN, más o menos 10 años antes de que supiéramos de ellos. Entonces, para mí eso sigue siendo profundamente misterioso, que la lógica matemática nos muestre estas cosas.
–Dices que parece que no hay ámbito que no haya tocado, su biógrafo lo llama “el Einstein olvidado” y en la película “Oppenheimer”, de Christopher Nolan, es el gran ausente. Si estuvo en todo, ¿cómo es que su nombre parece perdido?
–Porque es como el Espíritu Santo, es la tercera persona divina que está en todos lados y en ninguna parte. No es fácilmente comprensible. Si tú le tratas de explicar a un niño lo que es el Espíritu Santo no lo va a entender. Luego le dices, el padre y el hijo, y eso sí lo entiende.
En esta trinidad, el padre es Albert Einstein y, considerando hacia donde va el siglo XXI, el hijo podría ser Turing. Pero el espíritu santo es Von Neumann. Es alguien que opera a todo nivel, y por ende es tan grande que es invisible, pero está metido en cada uno de los aspectos del mundo moderno.
También hay que reconocer que nuestra comprensión es limitada. No tenemos las herramientas intelectuales para entender la mayor parte de sus aportes.
Yo escribí cientos de páginas, porque quise tocarlo todo, y era imposible. No sé cuántas tuve que sacar por razones obvias: yo -y la mayoría de la gente- no comprendemos la matemática pura, pero lo que hizo él en matemática pura también fue colosal.
Por ejemplo, a los 14 años hace una investigación con un matemático, y ese matemático le dedica el resto de su carrera a desarrollar el área que Von Neumann había inventado en un paper en el colegio. Eso pasa una y otra vez. Llega, toca un área y sigue adelante. Y luego la gente tiene que empezar a tratar de ver qué fue lo que nos mostró.
–En el libro aparece la primera mujer de Von Neumann diciendo que, en temas prácticos era un inútil. ¿Cómo se inserta una inteligencia “inhumana” en el mundo cotidiano?
–Yo creo que la mejor forma de entender a Von Neumann es empezar a analizar su “progenie”, y el mejor ejemplo que tenemos ahora son sistemas como el ChatGPT, que manejan toda la información del mundo, pero no entienden nada.
Es un tipo de inteligencia que está desacoplada de cosas que a los demás nos parecen obviedades. No es que sean ignorantes, sino que no tienen ninguna experiencia en los aspectos más básicos de la existencia, los más esenciales.
Es una suerte de compromiso o un sacrificio. O sea, si tú eres un tremendo deportista, que le has tenido que dedicar hasta el último segundo de tu vida a cultivar tu cuerpo, vas a tener huecos en otros lados.
Es lo que ocurre con la inteligencia de Von Neumann: cuando se afila hasta ese punto, cuando se vuelve tan cortante, interactúa con un área de la realidad cada vez más pequeña.
Y la maravilla de la inteligencia humana es la generalidad, que sirve para lavar platos, para abrazar, para saber cómo apartarte en la calle cuando viene alguien caminando, para entender al otro de estas formas tan intuitivas que nos permiten coexistir con millones y millones de personas.
Esta cotidianidad que vivimos los que no somos genios es un preciosidad continua, a la que no tenemos que prestarle mucha atención para poder operar. Pero a una persona que tiene sobredesarrollada la razón, una capacidad de abstracción brutal, le va a ser muy difícil ir a un cumpleaños, celebrar la Navidad o cocinarse el desayuno.
Es lo que mismo que hemos aprendido ahora que estamos desarrollando sistemas o robots para que hagan estas cosas, y nos damos cuenta de que lo más difícil no es que le apunten a un avión en la estratósfera, sino que sepan recoger una taza de la mesa.
–En una entrevista con BBC Mundo hace dos años, citaste una frase de Von Neumann que dice que la ciencia es algo útil para cualquier propósito, pero indiferente ante todo. ¿Se trata entonces de una inteligencia amoral, o es que categorías como moral e inmoral, ético o no ético, no tienen sentido cuando las aplicamos a una mente como la de suya?
–No, los criterios de moralidad y de ética tienen sentido siempre. Von Neumann no es amoral, para nada. El problema es otro. El problema es qué puede ver del mundo una mente como la suya.
Lo que nosotros nos deberíamos preguntar, ante personas como él, es qué son capaces de ver de la realidad que nosotros no somos capaces. Porque todos creemos que vemos el mundo más o menos igual, pero no es necesariamente así.
Y es algo que no solo aplica a gente como él. Cuando uno estudia a los grandes maestros del pensamiento oriental, por ejemplo, las perspectivas que tienen sobre la realidad no son las mismas que tiene uno, no ven al individuo ni la conciencia de la misma manera.
Una de las primeras cosas que uno aprende cuando se pone a meditar en serio es que tú tienes un mecanismo instalado en la cabeza que te presenta todo en categorías de cosas buenas o malas, lindas o feas. Y esos juicios morales no es que no sean importantes, pero te muestran solo un ámbito.
Los grandes maestros morales de Occidente -Cristo, Nietzche, Kant- nos han enseñado una forma de ser humano. Pero hay momentos en que uno tiene que apagarlos, apagar a Cristo, a Kant, no continuamente, pero tiene que poder ver el mundo sin esos filtros.
Ponerse en la cabeza de otras formas de ser humano es tan fundamental como ver el mundo, por ejemplo, desde la matemática o la física.
–Von Neumann participa, por un lado, de la creación de la bomba nuclear y, por otro, del desarrollo de la computación. Dices en el libro que han coincidido el momento más creativo de la humanidad con su momento más destructivo. ¿Crees que es una coincidencia temporal u obedece a toda una coyuntura que es esa mitad tan compleja del siglo XX?
–Primero, es muy importante aclarar que eso lo dijo George Dyson en “La Catedral de Turín”, que fue una de mis fuentes principales.
Dyson presenta una serie de metáforas fundamentales como esa donde dice que el invento más creativo y el más destructivo de la humanidad surgen básicamente en el mismo instante y se potencian el uno al otro.
Por supuesto que no son coincidencias. Es algo profundamente misterioso, que yo no sé si surge de lo humano o es algo que está un poco codificado en cómo opera la realidad.
Lo estamos viendo ahora con la inteligencia artificial. La gente está contemplando milagros, un mundo como nunca hemos conocido, y al mismo tiempo la extinción de la humanidad. Ese tipo de balances son los que a mí me atraen, porque no tienen ninguna respuesta sencilla, jamás; son una contradicción en su esencia.
Y la literatura para mí es eso; es uno de los aspectos que los humanos hemos creado para lidiar con la paradoja, para abrazarla, que es lo único que uno puede hacer.
Yo en libros me ocupo de la ciencia, su lenguaje y sus metáforas para interactuar con lo que me parece más fundamental, que es el misticismo, el estudio del misterio, para el cual no hay ningún camino seguro y del cual uno no sale igual si se acerca mucho.
Y no elijo a los científicos porque están locos; lo hago porque es gente que se ha atrevido a abrazar con las dos manos lo que quema, lo que arde, lo que te rompe la cabeza en mil pedazos. Porque nuestras cabezas están construidas de forma muy frágil, y el cerebro no está hecho para soportar la contradicción.
–En tu ensayo “La piedra de la locura” dices que la irrupción de lo nuevo es un proceso traumático que solo nos deja temblando, y que quizás la única respuesta es encontrar nuevas historias en los escombros que dejó el colapso de las grandes narrativas. MANIAC cierra justamente con la inteligencia artifical. Quiero preguntarte cómo nos enfrentamos a este nuevo fenómeno.
–Solamente hay un camino posible cada vez que el ser humano se enfrenta a un límite: matar o morir. No solo desarrollamos estos pequeños semidioses de la racionalidad, sino que al mismo tiempo desarrollamos toda nuestra materia oscura, que es lo más importante. No hay que olvidar eso.
Estos mecanismos que estamos creando son profundamente poderosos y misteriosos, pero los grandes saberes del ser humano son todos inconscientes. Lo que te mantiene a ti vivo, lo que nos mantiene como fenómeno humano, todo eso brota del inconsciente y eso siempre va a ser un misterio para el individuo.
No importa cuánto avancen la ciencia o los algoritmos, siempre vamos a ser un misterio para nosotros mismos, y los demás siempre van a ser un misterio para nosotros.
¿Entonces, cuáles son las herramientas con que sondeamos la oscuridad? No puede ser solo la ciencia. Y yo veo un rebrote de todo a mi alrededor.
Cuando gente que tiene 70 años te empieza a decir “Benjamín, qué tal si nos tomamos unos honguitos en la montaña” es porque las personas, incluso las más conservadoras, entienden que llegó la hora de cultivar cosas que se han dejado de lado.
No vamos a salvarnos solamente con la razón. Porque nunca lo hemos hecho. Eso es una ignorancia absoluta, es no entender cómo funcionan las cosas. Ya lo decía (el poeta chileno) Nicanor Parra: somos un injerto de ángel y bestia. Y hay que saber cuándo estar con el ángel y cuándo con la bestia.
Hemos tenido descuidada a la bestia y solamente la asociamos a lo destructivo. Sin embargo, está ahí, nos habita, somos nosotros. Y mucho tiempo encerrada en el departamento le hace muy mal. Hay que sacarla para fuera.
–Volviendo a Von Neumann: después de leer y escribir sobre su vida y su trabajo, ¿sientes que sabes más o menos de él?
–Mira, la razón por la cual la literatura se me ha vuelto algo muy feliz es porque llevo todo lo lejos que puedo mi limitada comprensión. Como no se me han dado las matemáticas -lo que yo veo como un regalo divino-, estoy muy limitado a las palabras, a lo que pueda entender el lenguaje.
Y he hecho una educación bastante prolija de lo irracional. Desde ese punto de vista, Von Neuman es uno de los santos de mi altar. Y tengo cada vez más. Con cada libro voy coleccionando otro. Las perspectivas que te puede dar gente así sobre ti mismo y sobre el mundo son realmente un regalo.
Yo no trato de entender a Von Neumann. Yo lo que quiero es ser infectado, poseído, quiero que parte de su espíritu se cuele dentro del mío. Si no, no sirve escribir. Si es solamente un ejercicio de redacción, para eso hago una biografía. Hay que comerse un pedacito de Von Neumann como en la misa. Así se te mete dentro del ADN.
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