EI extiende sus huellas de terror por todo Medio Oriente
WASHINGTON.- Estado Islámico se está extendiendo más allá de su base en Siria e Irak para establecer grupos afiliados en Afganistán, Egipto y Libia, lo que plantea la necesidad de una nueva guerra a escala global para luchar contra el terrorismo.
Funcionarios de inteligencia norteamericanos estiman entre 20.000 y 31.500 la cantidad de combatientes de la organización en Siria e Irak. Y existen compromisos menos formales de apoyo de "probablemente un par de cientos de extremistas" en países como Jordania, Líbano, Arabia Saudita, Túnez y Yemen, según un funcionario que habló bajo condición de anonimato.
El teniente general Vincent Stewart, director del Departamento de Inteligencia sobre Defensa, dijo en una evaluación este mes que Estado Islámico (EI) estaba "empezando a tener una creciente huella internacional". Sin embargo, no está claro cuán efectivos sean estos grupos afiliados, ni tampoco si es apenas un cambio oportunista de algunos grupos jihadistas desconocidos que esperan reclutar nuevos miembros apoyándose en la notoriedad de EI.
EI empezó a atraer juramentos de lealtad de grupos y combatientes individuales después de declarar que formaría un califato, o Estado religioso, en junio de 2014. Los analistas en contraterrorismo dicen que EI está utilizando la estructura organizativa de Al-Qaeda para extender su alcance geográfico, pero sin su proceso de selección riguroso, que llevaba muchos años. Esto podría permitir que sus ramificaciones crezcan más rápidamente y más lejos.
"Facciones que fueron alguna vez parte de Al-Qaeda y sus afiliadas, así como organismos leales que de alguna forma trabajaban en tándem con ella, están avanzado hacia lo que ven como una organización exitosa", explicó Steven Stalinsky, director del Instituto de Investigación sobre Medio Oriente en Washington.
El atractivo que ejerce EI, aun en Occidente, quedó demostrado cuando Amedy Culibably, uno de los terroristas que participaron en los ataques de París el mes pasado, declaró su lealtad a la organización.
La semana pasada en Afganistán, un ataque norteamericano con drones mató a Mullah Abdul Rauf Jadim, un ex comandante talibán, que había jurado lealtad a EI y había comenzado a reclutar combatientes. Sin embargo, ese juramento pareció indicar menos una importante expansión de EI que una profundización de las divisiones dentro de los talibanes. No hay indicios de que EI controle territorio en Afganistán, pero dio muestras de su interés en ese país y en Paquistán, y mandó enviados para reclutar milicianos allí.
En forma parecida, hasta hace poco los dirigentes de Al-Qaeda en Yemen utilizaban un lenguaje conciliador para ocultar sus desacuerdos con EI y con su dirigente máximo, Abu Bakr al-Baghdadi. Sin embargo, las tensiones alcanzaron su punto máximo en noviembre, cuando una facción de combatientes de Al-Qaeda en Yemen juró lealtad a Al-Baghdadi.
También en Egipto y Libia organizaciones extremistas activas juraron lealtad a la organización y recibieron su reconocimiento público como "provincias" del supuesto califato. Y ya es evidente que sus operativos están desestabilizando a los países a su alrededor, como demostró la masacre de los cristianos coptos egipcios en territorio libio.
En Egipto, la organización extremista con sede en el Sinaí Ansar Beit al-Maqdis envió emisarios a EI en Siria el año pasado en busca de apoyo financiero, armamento y asesoría táctica, así como publicidad y ventajas para el reclutamiento que podrían conllevar el nombre de Estado Islámico, según funcionarios occidentales. Ansar Beit al-Maqdis empezó a adoptar las decapitaciones, los característicos castigos medievales de EI, aun antes de una fusión formal. Después de convertirse en la provincia del Sinaí de Estado Islámico en noviembre, los videos y declaraciones de la organización empezaron a adquirir más de la sofisticación y crueldad de su nueva organización matriz.
A diferencia de los combatientes de EI en Siria e Irak, la provincia del Sinaí se ha concentrado, hasta ahora, en fuerzas de seguridad del gobierno egipcio, y evitaron, en gran parte, ataques contra occidentales, miembros de la minoría cristiana de Egipto u otros blancos civiles.
Sin embargo, a pesar de las crecientes medidas enérgicas del gobierno en Egipto, los extremistas parecen haberse hecho más audaces desde que se vincularon con EI. La noche del 29 de enero, por ejemplo, la provincia del Sinaí se adjudicó la responsabilidad de una serie de bombazos coordinados contra fuerzas de seguridad en toda la región, en los cuales murieron 24 soldados, seis policías y 14 civiles.
En la vecina Libia, tres organismos distintos han declarado su afiliación a EI, una en cada una de las regiones que la integran: Barqa en el Este, Fezan en el desierto del Sur y Tripolitania en el Oeste, alrededor de la capital. Dado que los combates entre otras milicias regionales e ideológicas ya han sumido al país en el caos, los afiliados a EI representan un obstáculo nuevo en los intentos occidentales para negociar una tregua o un gobierno de unidad.
Funcionarios occidentales, en especial en el sur de Europa, temen que tres "provincias" libias pudieran evolucionar a ser bases para los combatientes de EI que viajan por todo el Mediterráneo, para llegar a Egipto y otras partes del norte de África. El este de Libia ya se convirtió en terreno de entrenamiento de los jihadistas que van a Siria o a Irak, así como un refugio para combatientes egipcios.
Las autoproclamadas provincias de Estado Islámico han agravado la inestabilidad en Libia al introducir la posibilidad de la violencia de islamistas contra islamistas entre quienes apoyan a la organización y los que se oponen a ella. Sin embargo, Tripolitana saltó a la palestra como la provincia que más claramente amenaza a los occidentales y sus intereses. El mes pasado, los combatientes que pelean bajo la bandera de la organización se adjudicaron la responsabilidad de un descarado ataque contra un hotel de lujo en la capital, Trípoli, que es un centro para los visitantes occidentales y dirigentes del gobierno provisional, apoyado por los islamistas.
Se amplía la zona de influencia de EI
Estado Islámico controla territorios en Siria e Irak, pero grupos afiliados ya lanzaron ataques en Libia y Egipto
D. Kirkpatrick y Eric Schmitt
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