Egipto se hunde en el caos y la violencia
Mubarak designó a un vicepresidente
EL CAIRO.- El incendio no se apaga, sino que se hace indomable. Crece la revuelta contra el régimen de Hosni Mubarak en Egipto, que ayer se hundió en un caos y un descontrol rayanos con la anarquía, con saqueos, violencia, un saldo de 105 muertos y más de 1000 heridos desde que comenzó la crisis, en un escenario de dramático cambio del statu quo en Medio Oriente.
En una señal de futura transición y del papel clave que cumplirán los militares, por primera vez en sus treinta años en el poder Mubarak designó a un vicepresidente. Se trata del jefe de los servicios secretos, Omar Suleiman, de 75 años, un hombre de gran poder, considerado el más influyente de Egipto, muy respetado en Washington y en la región -clave en la relación con Israel-, ya mencionado como el posible sucesor.
Tal como había prometido anteanoche en un discurso en cadena considerado "ridículo" por la mayoría de los egipcios consultados por esta cronista, Mubarak, de 82 años, también formó un nuevo gobierno, nombrando primer ministro no y designó como premier a Ahmed Shafiq, ex comandante de la fuerza aérea. El cambio no disminuyó la tensión ni calmó el clamor popular, que sólo apunta a una solución: la caída del presidente.
"Fuera Mubarak", decían las pancartas que llevaban ayer miles de manifestantes que marcharon a la vera del Nilo y coparon la plaza Tahrir, epicentro de las protestas. Allí se veían jóvenes, ancianos, mujeres junto con sus maridos e hijos, agitando banderas egipcias, cantando y bailando. Nunca antes en la historia moderna del país la gente había podido salir a protestar durante cinco días seguidos, con el objetivo de sacar al "faraón", hasta hace poco una aspiración imposible.
"El se tiene que ir a Londres, a Francia, a Arabia Saudita o a la Luna, pero se tiene que ir. El es el culpable de que los jóvenes egipcios no tengamos ni trabajo ni futuro", dijo a La Nacion Ahmed Tarif, estudiante de economía de 22 años. Junto con su novia, Karima, y al igual que otros 50.000 egipcios de todas las edades, Ahmed sorteó el toque de queda y las dificultades para circular en una ciudad aún bajo estado de shock para llegar hasta la plaza Tahrir y celebrar el "fin de un régimen autocrático".
Como la mayoría de los presentes, Ahmed y su novia se sacaron fotos y se filmaron junto con los militares, en escenas de gran amistad difíciles de comprender para observadores sudamericanos. A diferencia de la policía, considerada el brazo armado del poder para la represión de los opositores, los militares son muy populares aquí. Representan el orgullo nacional; son como la "selección" nacional, una imagen alimentada por de la liberación del canal de Suez y las guerras contra Israel.
Algunos egipcios hasta se animaron a pintar sobre los blindados grafitis con el lema de la protesta: "Mubarak, andate".
El Cairo había amanecido irreconocible. Otra vez, semidesierta, sin tránsito y evidentemente marcada por las batallas campales del día anterior. Con carcasas de autos de la policía quemados, barricadas, el piso convertido en una alfombra de vidrios, balas de goma y demás resabios de violentos choques entre manifestantes y policía, que ayer no volvieron a repetirse. A diferencia del día anterior, cuando el régimen bloqueó las comunicaciones, sí funcionaban los teléfonos celulares y también Internet, pero parcialmente.
En medio de la gente, eran palpables la frustración y la rabia contra Mubarak, considerado culpable de la corrupción, de la falta de libertad y de que el 40% de los 80 millones de egipcios viva en la pobreza extrema, con menos de dos dólares por día.
Corrían también rumores de todo tipo, como que Gamal, el hijo de Mubarak y probable candidato en las elecciones de septiembre próximo, había dejado el país, o que el mismo presidente estaría por abandonar Egipto en los próximos días en un jet privado, tal como hizo el 14 de enero pasado el ex dictador tunecino Ben Alí, después de una protesta que inflamó al mundo árabe.
Muchos recordaban ayer, de hecho, que también Ben Ali hizo un discurso y reestructuró a su gabinete antes de sucumbir ante la furia popular. Pero Túnez no es Egipto, la nación árabe más poblada y aliada estratégica de Estados Unidos.
Lo cierto es que, como suele suceder a la hora del fin del régimen y ante la ausencia de la policía y la inacción de los militares, centenares de personas aprovecharon el descontrol y la falta de seguridad para saquear centros comerciales, cajeros automáticos y tiendas de diversos barrios.
"Quiero que Mubarak se vaya; quiero libertad, pero también quiero paz; no quiero esta inseguridad, saqueos, ladrones", dijo a La Nacion Mohammed Difousi, contador de 22 años que observaba los saqueos del barrio de El Mohandissen.
Inacción
Fiel reflejo de una situación desbocada, algunas bandas intentaron saquear el Museo Nacional Egipcio -que alberga los tesoros de Tutankamón-. El edificio fue, finalmente, protegido por las fuerzas de seguridad, que no lograron evitar la destrucción de dos momias milenarias.
Mientras al mediodía seguía en llamas el octavo piso del edificio de 14 pisos donde funcionaba la sede del oficialista Partido Nacional Democrático, incendiado anteayer, también sorprendía la inacción total de los carros de bomberos, que dejaron que el fuego se extinguiera solo, ante la alegría de la multitud que filmaba el colapso de un edificio símbolo del poder. La policía sí reaccionó cuando una banda intentó tomar por asalto el Ministerio del Interior y hubo un violento intercambio de disparos que dejó cinco muertos.
Los Hermanos Musulmanes, principal fuerza de oposición, en tanto, manifestaron su fuerte preocupación por voces que hablan de posibles ejecuciones de algunos de sus militantes detenidos en las cárceles. Ayer, la comunidad internacional - entre otros, el presidente norteamericano, Barack Obama, y la Unión Europea- llamó a Mubarak a no usar la violencia para reprimir las marchas.
Ya caída la noche, reinaba un clima de pánico entre los egipcios. La TV mostraba imágenes de los saqueos y daba cuenta de grupos que, ante la virtual desaparición de la policía y la falta de ley, se organizaban para defender sus propiedades. "Sí, quiero que se vaya Mubarak, pero cuando haya alguien que lo reemplace. Esto se está poniendo cada vez peor; la protesta ha degenerado en violencia y en la anarquía", sintetizaba Hanna, directora del business center de un hotel, de 46 años, llorando.
"Sí, uno tiene derecho a protestar, pero no a destruir el país, a saquear y a robar", agregó la mujer, que por miedo a salir a la calle, desde hace días no vuelve a su casa.
UN DIA DE REBELION
- Los muertos: entre ayer y anteayer se registraron 85 muertos (105 desde que se iniciaron las manifestaciones el martes). La violencia no cedió a pesar de que Mubarak formó un nuevo gobierno; el presidente designó ayer por primera vez en 30 años a un vicepresidente, su jefe de inteligencia y hombre de confianza Omar Suleiman.
- Las comunicaciones : el servicio de celulares fue ayer restituido y un servidor francés de acceso a Internet puso a disposición de los egipcios una pequeña ventana para conectarse por vía telefónica a la Red y romper así el bloqueo impuesto por el gobierno.
- Vandalismo : una ola de saqueos se desató en varias ciudades ante la ausencia de la policía. La población, armada con palos y cuchillos, se organizó para defender sus propiedades.
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