Efectos colaterales: la guerra en Ucrania propaga la inestabilidad en países de todo el mundo
Desde el Reino Unido hasta Sri Lanka los gobiernos intenta hacer frente a las consecuencias económicas de la invasión rusa; África occidental y central podría enfrentar una profunda crisis alimentaria por los altos precios de los cereales y fertilizantes
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WASHINGTON.- Para los países vecinos de Ucrania, la guerra trajo aparejada una profunda crisis política y de seguridad nacional. La invasión total de Rusia a un país de la región parece haber puesto fin a la complacencia post Guerra Fría que reinaba en las capitales europeas y haber sacudido los cimientos de la geopolítica continental. Una sangría imparable de refugiados escapa de Ucrania mientras los aliados inundan el país de armas y equipo pesado para apuntalar la resistencia ucraniana. De ambos lados, tanto los oficiales rusos como los ucranianos hablan de este conflicto bélico en términos existenciales: la batalla decisiva por el destino de sus países y del orden político global. Otros entrevén el preludio de una Tercera Guerra Mundial.
Pero la guerra también está impactando a fondo en países muy alejados del campo de operaciones. El caos en Ucrania y el amplísimo régimen de sanciones impuestas a Rusia terminaron de complicar una economía mundial que ya andaba a los tumbos sin lograr recuperarse del todo de la pandemia. Los analistas hablan de enormes disrupciones en las cadenas de suministro, causantes del astronómico aumento de los precios del gas natural y el petróleo, de la caída de las exportaciones agrícolas de Rusia y Ucrania: la sumatoria de esos factores fogonea la inflación en todos los rincones del planeta. Según las cifras del Banco de Pagos Internacionales, el 60% de las economías “avanzadas” están experimentando índices de inflación anual superiores al 5%, y en la mayoría de las “emergentes” la cifra supera al 7% anual.
El bolsillo de los norteamericanos lo siente a la hora de cargar nafta: el precio del combustible se disparó y es probable que el tema domina la agenda de campaña para las elecciones de medio término. En Gran Bretaña, la inflación de precios al consumidor tocó su nivel máximo en más de 30 años.
Pero la situación es mucho más extrema en los países pobres con pocos recursos propios. En el mundo en desarrollo, el costo de las materias primas esenciales —desde la harina y el aceite de cocina hasta el carbón y el gas natural—, ya se había disparado a niveles preocupantes mucho antes del avance de las fuerzas rusas sobre Ucrania.
En algunos lugares, la guerra parece haber sido el empujoncito final ante el precipicio. “Sumada a una despareja recuperación de la pandemia, a la suba de la inflación, y al endurecimiento de las políticas monetarias, la actual guerra ha vuelto aún más inhóspito el panorama para las economías emergentes o de bajos ingresos que estén frágiles o fuertemente endeudadas”, escribió el historiador económico y comentarista geopolítico Adam Tooze.
Es el caso de Sri Lanka, que está al borde de caer en un default temporario de su deuda, en medio de masivas protestas contra el gobierno por los sucesivos cortes de luz y el imparable aumento de la comida y el combustible. “Los efectos de la pandemia de Covid-19 y los efectos colaterales del conflicto en Ucrania han erosionado tanto la situación fiscal de Sri Lanka que a nuestro país se le hace imposible seguir cumpliendo normalmente con las obligaciones de su deuda”, anunció recientemente el Ministerio de Economía ceilanés.
En la otra orilla del Mar Arábigo, en Pakistán, el insoportable aumento del costo de la vida vino a sumarse a una crisis política que se venía cocinando a fuego lento y que el fin de semana pasado terminó con la destitución del primer ministro populista Imran Khan. Sus rivales, ahora en el poder, enfrentan la tarea no menos abrumadora de aplacar la furia popular por la inflación, y acudir a los organismos de crédito internacionales en busca de un nuevo acuerdo para pagar la deuda paquistaní.
“La forma en que el mundo enfrente las crisis de deuda desencadenadas por esta guerra en lugares tan distantes como Sri Lanka y Túnez probablemente sea tan importante para la futura economía mundial como los desesperados esfuerzos de Rusia para eludir las sanciones en sus intercambios comerciales con China y la India”, escribió Tooze.
En gran parte del mundo árabe y musulmán, las cenas iftar del Ramadán de este año se caracterizan por la escasez de alimentos habituales, por los altísimos precios y la escasez de algunos alimentos básicos. Fadhila Khalfawi, una habitante de la ciudad de Túnez, le confesó al Christian Science Monitor que este Ramadán rompe el ayuno con una sopa y una frugal ensalada. “La verdad que no sé mucho de esta guerra, pero lo que veo es que aunque ocurra en Ucrania sus impactos se sienten en Túnez”, dijo Khalfawi.
El trigo que consumen los tunecinos depende en gran medida de las importaciones desde Ucrania y Rusia. Y no son los únicos: países como Egipto, Turquía, Bangladesh e Irán compran más del 60% del trigo que consumen a estos dos países en guerra. Los efectos secundarios del conflicto están a la vista.
Al menos el 20% del trigo sembrado en Ucrania “tal vez no pueda ser cosechado, ya sea porque fue destruido, porque no puede accederse a los sembrados, o por falta de recursos para cosecharlo”, dijo la semana pasada la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. El índice mundial de precios de alimentos de ese organismo alcanzó en marzo su nivel más alto desde que comenzaron los registros, en 1990.
“La agencia de la ONU rebajó a 469 millones de toneladas su pronóstico para el intercambio comercial de cereales, o sea 14,6 millones de toneladas por debajo de su estimación de marzo, atribuyéndolo a la interrupción de las exportaciones de Ucrania y Rusia”, señaló la periodista David J. Lynch. “Esos menores volúmenes comerciales afectarán las importaciones de alimentos en gran parte de Medio Oriente y el norte de África, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria y la estabilidad política en la región.”
“Según el Programa Mundial de Alimentos, unos 41 millones de personas de África Occidental y Central podrían sufrir este año una crisis alimentaria y nutricional, ya que la región enfrenta los precios más altos en una década de productos como cereales, aceite y fertilizantes”, escribió la periodista Amy Cheng.
Como informó recientemente Max Bearak en The Washington Post, los agricultores ucranianos son muy conscientes de la gravedad de la situación. “La realidad es que Ucrania está repleta de granos. Nuestros silos están llenos”, dijo Dmytro Grushetskyi, productor del complejo agroindustrial del centro de Ucrania, y apuntó a la incapacidad de mover su producción en medio de la guerra. “Pero ahora no podemos sacar el grano y nos jodemos todos, los productores ucranianos y el resto del mundo por igual”.
Por Ishaan Tharoor
Traducción de Jaime Arrambide
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