Efecto Petro: acuerdo con el chavismo para retomar las relaciones entre Colombia y Venezuela
Antes de la asunción del presidente electo, hubo avances para normalizar el vínculo con Caracas tras años de congelamiento
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BOGOTÁ.– Un apretón de manos entre el canciller venezolano, Carlos Faría, y el futuro canciller del gobierno de Gustavo Petro, Álvaro Leyva, confirmó este viernes los nuevos tiempos políticos entre Caracas y Bogotá, adelantados en una conversación telefónica por Nicolás Maduro y el futuro presidente de Colombia solo tres días después de su histórica victoria electoral.
El de los diplomáticos fue un encuentro en territorio venezolano y estuvo presidido por la imagen institucional del propio Maduro, que pese a todo no ha sido invitado a la toma de posesión de Petro.
“Una reunión exitosa, extraordinaria, virtuosa, de unión en el espíritu de Bolívar. El futuro que viene será mejor, de reencuentro de nuestros países”, dijo Maduro, que detalló que en la cita política, en la que también estuvo presente el gobernador del estado fronterizo de Táchira, Freddy Bernal, se trataron 14 temas de interés binacional, incluida la “apertura progresiva económica y comercial de la frontera”. El expolicía Bernal, uno de los dirigentes más radicales de las filas bolivarianas, figura en las listas del Departamento del Tesoro de Estados Unidos acusado de traficar con cocaína y de facilitar armas a la guerrilla de las FARC.
El éxito diplomático, tan perseguido por el chavismo, se dio precisamente en el día que celebraba el natalicio de Hugo Chávez, con quien Petro mantuvo estrechas relaciones durante su mandato (1999-2013). La reunión tuvo lugar en San Cristóbal, la capital de Táchira.
Ambos mandatarios tienen previsto retomar las relaciones entre las “hermanas siamesas”, como las define Maduro, con el nombramiento de embajadores en cuanto se produzca la juramentación del líder del Pacto Histórico el próximo 7 de agosto. El propio Petro adelantó que uno de los favoritos para encabezar su legación en Caracas pertenece a su círculo más cercano, el exsenador Armando Benedetti, que procede de las filas del uribismo.
La reanudación de las relaciones comerciales es una petición de la mayoría de gremios y empresarios de ambos lados de la frontera, incluso todos los candidatos colombianos en la primera vuelta la habían incluido en sus programas de gobierno. Otra cosa es el nivel de las relaciones diplomáticas y políticas entre ambos gobiernos, ya que a Petro se lo fustigó por sus simpatías con el chavismo.
“Normalización ‘gradual’ de relaciones entre Venezuela y Colombia, pero ya anuncian próximo nombramiento de embajadores y funcionarios diplomáticos y consulares. El manejo de la frontera es el tema prioritario”, señala el internacionalista Mariano de Alba.
Una frontera no solo convertida en campo de batalla, sino también el lugar por donde han huido buena parte de los siete millones de personas que integran el éxodo venezolano, según la Red Global de la Diáspora de Venezuela. El gobierno colombiano se ha visto obligado a corregir sus cifras de refugiados, desde 1.800.000 hasta 2.400.000 de emigrantes venezolanos.
Minas de oro
Las regiones fronterizas, sobre todo Apure, son testigo de cómo las guerrillas colombianas del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y Segunda Marquetalia (disidencias de las FARC) estrecharon sus lazos con el chavismo hasta llegar incluso a patrullar con el Ejército venezolano. Los guerrilleros también participan en mecanismos de control social del chavismo y en negocios, como son las minas de oro y coltán en los estados de Bolívar y Amazonas.
Estas dos guerrillas, con la poderosa ayuda de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), lucharon a brazo partido contra el Frente Diez de las antiguas FARC por el control de un pasillo fundamental para el narcotráfico en la región.
La connivencia entre guerrilleros y dirigentes chavistas dificultó aún más, si cabe, las relaciones diplomáticas entre ambos gobiernos, que se hicieron añicos en 2019 con el reconocimiento realizado por Bogotá del opositor Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela, tras el fraude electoral realizado por Maduro en 2018. El presidente Iván Duque, principal aliado de Washington en la región, ejerció como martillo inflexible contra Maduro, que lo acusó de todo tipo de operativos para sacarlo del poder.
Días atrás, el “conductor de victorias”, como lo denomina el sistema público de propaganda, ordenó poner en alerta a sus tropas ante las “amenazas terroristas de última hora que se escuchan desde Bogotá contra nuestra amada patria”.
Al otro lado de la frontera, en Bogotá, Duque aprovechó su balance de mandato ante NTN24. “No me frustra no haber visto la caída de Maduro, me hubiera gustado. ¿Y sabe por qué no me frustra? Porque voy a estar vivo para verla. Uno tiene que sentir de corazón que termine esa horrible noche”, dijo.
Fue precisamente en 2010 cuando el entonces canciller Maduro ordenó retirar a su embajador de Bogotá tras las acusaciones del presidente Álvaro Uribe sobre la presencia de dirigentes guerrilleros en Venezuela, algo que el tiempo ha confirmado con creces.
Las relaciones entre ambos países ya habían sufrido los famosos “vientos de guerra” agitados por Chávez, que solo se calmaron con la llegada al poder de Juan Manuel Santos, a quien el líder chavista denominó “mi nuevo mejor amigo”. La historia se encargó de describir cómo Venezuela se convirtió posteriormente en factor fundamental para los acuerdos de paz con las FARC, una tregua que saltó por los aires en 2015, cuando el ya presidente Maduro ordenó la expulsión de los colombianos que vivían en Venezuela.
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