"Efecto Illa": de ministro de Salud a antídoto contra el nacionalismo catalán
BARCELONA.- La pandemia ha cambiado la vida de la población del mundo entero. Pero para pocas personas habrá representado una oportunidad profesional tan valiosa e inesperada como para Salvador Illa, que ayer dimitió de su cargo de Ministro de Sanidad español para consagrarse a su nuevo rol de candidato socialista al Gobierno de la Generalitat de Cataluña.
Político del aparato y desconocido por el grueso de la ciudadanía hasta hace un año, su gestión de la pandemia le ha convertido en uno de los políticos españoles más valorados. Su nombramiento a finales de año ha revolucionado la campaña de las elecciones catalanas, previstas para el próximo 14 de febrero. De hecho, las encuestas pronostican algo impensable hace tan solo unas semanas: una victoria socialista sobre el perseverante independentismo catalán. En la prensa española, lo han bautizado como el "efecto Illa".
En su rueda de prensa de despedida, Illa evitó una vez más entrar en polémicas, una de sus cualidades más apreciadas por la ciudadanía, y justificó su retorno a Cataluña: "Voy donde puedo ser más útil ... Me voy a otra oportunidad que no va a ser cómoda, yo me muevo donde mis compañeros creen que puedo ser más útil". Su relevo será Carolina Darias, hasta ahora Ministra de Política Territorial. En una jugada de billar a tres bandas, su cartera la ocupará Miquel Iceta, líder de los socialistas catalanes y candidato oficial a presidir la Generalitat hasta el calculado cambio de guión del presidente español, Pedro Sánchez, a falta de un mes y medio de los comicios
Ayer, el ya exministro volvió a escuchar las mismas críticas en boca de sus adversarios que ya desencadenó el anuncio de su candidatura. Tanto los partidos de independentistas que gobiernan en Cataluña, como la oposición de derechas a Pedro Sánchez en el Parlamento –entre ellos, acérrimos enemigos–, criticaron el "electoralismo" de la decisión, que podría minar el combate contra la pandemia en el momento más delicado de la tercera ola, que golpea España con extrema dureza.
El diputado del Partido Popular José Ignacio Echániz definió la dimisión de Illa como "una huida en plena batalla", mientras que desde Ciudadanos, de centroderecha, se tildó de "antiética". Incluso sus socios de Gobierno en la Moncloa, los progresistas de Podemos, le afearon también el abandono de sus responabilidades como Ministro de Sanidad. El pasado fin de semana, España registró sus peores datos sanitarios desde la fatídica primavera: 93.822 contagios y 727 muertes, con una incidencia de 885 casos por cada 100.000 habitantes, el doble de la media europea.
Sin embargo, los reproches de la oposición y los partidos catalanistas no están exentos de electoralismo, ya que Illa es un candidato con capacidad de atraer votantes de sensibilidades muy diversas, algo extremadamente complicado en unos tiempos marcados por la polarización política, también en España y en Catalunya. "Su punto fuerte es su personalidad, su condición de discreto y laborioso. Su exposición mediática ha impulsado su popularidad y esto le permite penetrar en el electorado catalanista sin ser independentista", opina el analista demoscópico Juan José Domínguez.
A falta de solo dos días para el inicio de la campaña, todavía no está clara la celebración de los comicios el 14 de febrero. A mediados de este mes, y basándose en la multiplicación de lo contagios de Covid-19, el Gobierno de la Generalitat aplazó la contienda electoral hasta el 30 de mayo. Todos los partidos aceptaron la decisión excepto el Partido Socialista, que lo interpretó como un intento de disolver en el tiempo el "efecto Illa". El Tribunal que debía validar la decisión optó la semana pasada por mantener los preparativos y se espera que adopte un fallo definitivo antes del próximo 8 de febrero.
Después del fallido órdago por parte del movimiento independentista en 2017, que incluyó la celebración de un referéndum de autodeterminación ilegal y la proclamación unilateral de secesión, la política catalana se instaló en un periodo de gran crispación y bloqueo. El Gobierno del presidente Rajoy destituyó al Gobierno de la Generalitat, y la mitad de sus miembros, con el presidente catalán Carles Puigdemont a la cabeza, se exiliaron en varios países europeos, y la otra mitad fue encarcelada al recibir una severas condenas por cargos de "sedición".
Sin embargo, en las elecciones que siguieron en Catalunya, los partidos independentistas obtuvieron aproximadamente el mismo porcentaje de voto (un 47%), y pudieron formar Gobierno. Ante la imposibilidad de investir a distancia Carles Puigdemont, éste escogió como sucesor a un hombre de su confianza, Quim Torra. El nuevo "president" llevó a cabo diversos actos de desafío hacia la legalidad española que propiciaron su destitución por parte de los tribunales, provocando la actual convocatoria avanzada de elecciones.
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