WASHINGTON.- La histórica y abrupta caída de Bashar al-Assad en Siria, que puso punto final al régimen de medio siglo de su familia y abrió un nuevo capítulo en la guerra civil desatada en 2011, encontró a Estados Unidos en medio de la transición presidencial, con dos líderes que, a pesar de sus profundas diferencias, ofrecieron una misma lectura: el último giro en Medio Oriente es la última evidencia de una creciente debilidad de Rusia, Irán y Hezbollah, principales aliados de Al-Assad.