EE.UU.: Un resultado que no cambia demasiado para la Argentina
La demora en la resolución de las elecciones norteamericanas no modifica al menos una certeza: nadie espera que algo cambie demasiado para la Argentina, cualquiera sea el resultado. Ventajas (relativas) de la periferia.
Más allá de afinidades personales, solo algunos temas podrían alterarse en la relación entre ambos países si Joe Biden resultara elegido (como desearía una mayoría de argentinos) o si Donald Trump fuera reelegido (como pocos ansían por acá).
La prudencia pública que ha mantenido el gobierno argentino sobre sus preferencias no impide saber que reina en su seno un fervoroso deseo de que triunfe Biden. Tanto como una derrota de Trump.
Como es habitual en la política local, las expresiones de deseos en materia internacional suelen estar sesgadas por la ideología antes que regidas por la conveniencia, a contrapelo de las grandes potencias, para las cuales el interés nunca cede a las tentaciones de la amistad. La administración de Alberto Fernández (y mucho más el ala cristinista) no es ajena a la ideologización de las relaciones, por lo que la discreción en esta ocasión es doblemente valorada por los analistas internacionales.
El mérito se lo atribuyen al embajador en Washington, Jorge Argüello, cuya experiencia previa en Estados Unidos le evitó caer en inoportunas y costosas parcialidades. Sobre todo para un país endeudado y en crisis, dependiente en gran medida de las relaciones con la potencia que preside los tres organismos de crédito importantes para la Argentina: el FMI, el BID y el Banco Mundial. Cuestión de pesos (o, mejor dicho, de dólares, que tanto faltan).
La identificación con ciertos valores progresistas del Partido Demócrata influye más que otras consideraciones, sobre todo por la ilusión que les genera a los oficialistas el ala progresista encabezada por Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez. Sus postulados los acercan al populismo de izquierda en el que se reconoce el kirchnerismo. No importa que su proyecto económico, centrado en el mercado interno, pueda entrar en colisión con las necesidades comerciales de la Argentina.
La opción del oficialismo por Biden encuentra algunas razones concretas para justificar la conveniencia de un eventual triunfo suyo. La atención del Partido Demócrata al medio ambiente y a los derechos humanos podría darle a la Argentina alguna ventaja regional, sobre todo frente a Brasil. Con una derrota de Trump, Jair Bolsonaro perdería su referente y justificador. También a un aliado en materia (anti) ecológica y sobre libertades y derechos civiles. Biden podría incomodarlo mucho.
Esa puede ser una oportunidad para la Argentina a los efectos de mediar en "el patio trasero". No solo con su gran socio comercial del Mercosur, sino también en el intríngulis venezolano. Aunque no se espere que un gobierno demócrata cambie demasiado su mirada frente al autoritario régimen de Nicolás Maduro.
Expertos independientes coinciden con el Gobierno en otro punto sobre eventuales beneficios de un triunfo de Biden: consideran que por pertenencia y sensibilidad podría entender mejor la crítica situación de la Argentina. Claro que los analistas ponen un asterisco que los funcionarios prefieren no mirar: los antecedentes argentinos, y aún más los del kirchnerismo, no suelen ayudar a la benevolencia, y no por motivos ideológicos, sino por su performance en eficiencia y en transparencia, en el manejo de los recursos y en el respeto de las instituciones.
Menos definida aparece la posición del principal conglomerado opositor. En Juntos por el Cambio, las posiciones de Pro difieren de las de sus socios del radicalismo, más afines estos a los demócratas por razones políticas. El macrismo, después de haber apostado en 2016 por la derrotada Hillary Clinton, terminó siendo beneficiado por la vieja relación que el magnate norteamericano tenía con Mauricio Macri.
Las poco ortodoxas gestiones de Trump para que en 2018 el FMI le diera a la Argentina un crédito de excepción, por monto y rapidez, no se olvidan. No solo porque fueron decisivas para que Macri rompiera 90 años de tradición política y lograra ser el primer presidente no peronista en terminar su mandato.
Con esos antecedentes, los macristas acusan de miopía al oficialismo: aducen que el personalismo trumpista, tan poco respetuoso de las instituciones como efectivo, podría volver a facilitar las negociaciones de la Argentina con el Fondo. Lo mismo, para que el delegado de Trump al frente del BID, Mauricio Claver Carone, firme los créditos que la Argentina ansía recibir. Especulaciones.
Lo concreto es que las consecuencias para la Argentina tardarán mucho más en conocerse que la revelación del ganador de estas elecciones. También, que serán mucho menos determinantes que el interés que despiertan. Consecuencias de vivir en los márgenes del mundo.
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