EE.UU. marca un récord de arrestos de inmigrantes en la frontera con México: 1,7 millones en un año
Es la mayor cantidad jamás registrada, lo que subraya los severos desafíos políticos y humanitarios que enfrenta el gobierno de Biden en materia de inmigración
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WASHINGTON.- Estados Unidos detuvo a más de 1,7 millón de inmigrantes en la frontera con México en el último año, un nuevo récord histórico que ofrece una medida de la dramática ola de migrantes que huyen hacia el norte en busca de un futuro mejor, dejando atrás la pobreza, la violencia y la devastación provocadas por calamidades de la naturaleza en América Latina.
La cifra, que fue anticipada por The Washington Post y será confirmada por un informe oficial en los próximos días, corresponde a los arrestos realizados por los agentes fronterizos del gobierno federal a lo largo de la frontera sur del país durante el último año fiscal que finalizó en septiembre. Aunque los ingresos de extranjeros sin papeles son constantes desde hace décadas –ni siquiera pararon durante los años de Donald Trump, que implementó medidas draconianas para frenar la llegada de migrantes–, los últimos meses han mostrado picos inusuales, con más de 200.000 inmigrantes detenidos aún en los asfixiantes meses de julio y agosto.
Antaño, las personas que emprendían la procesión hacia el norte provenían en su mayoría de México. Luego comenzaron a viajar más y más centroamericanos de los países del Triángulo Norte, Honduras, Nicaragua y El Salvador, que huían de la narcoviolencia y la pobreza. Ahora en los últimos meses se sumaron cientos de miles de haitianos que ya habían dejado su país para reubicarse en América del Sur, y ahora recorren miles de kilómetros a pie –incluido el peligroso cruce del Tapón de Darién que une Colombia y Panamá– para intentar pisar suelo norteamericano.
Casi la mitad de los inmigrantes detenidos eran mexicanos, pero las cifras que adelantó The Washington Post dan cuenta de que el fenómeno migratorio ahora es mucho más extendido. Las detenciones durante el último año fiscal marcaron un fuerte aumento respecto del promedio durante la última década, cuando los arrestos promediaron alrededor de 540.000 por año.
La crisis humanitaria en la frontera se ha convertido en uno de los problemas más complejos que enfrenta el gobierno de Joe Biden. La popularidad del mandatario ha decaído en los últimos meses debido en gran medida a lo que ocurre en el límite con México. Una encuesta del Centro Pew de fines de septiembre reveló que el 43% de los norteamericanos confían en que Biden pueda tomar buenas decisiones en política migratoria, mientras que el 56% piensa lo contrario. Como la mayoría de los otros sondeos, la encuesta de Pew reveló que la mayoría del país, un 53%, desaprueba la gestión del demócrata.
Los republicanos a su vez han elegido a la inmigración como el arma principal para atacar la gestión de Biden, al denunciar cada vez que puedan una “crisis” –palabra prohibida al hablar de la frontera en la comunicación oficial de la Casa Blanca–, por la cual responsabilizan a las promesas de campaña de Biden, las cuales, a su juicio, alentaron a los migrantes a emprender el viaje a Estados Unidos.
“El presidente ha continuamente negado que esta crisis existe”, disparó el senador republicano Ron Johnson, al inicio de una mesa redonda que los republicanos organizaron en el Congreso para discutir sobre la inmigración.
Biden prometió durante la campaña presidencial una política migratoria más humana, alineada con los valores históricos de Estados Unidos de apertura y aliento a la llegada de inmigrantes, una contracara de la política de “tolerancia cero” que aplicó Trump contra la inmigración ilegal. Al inicio de su gestión, Biden revirtió varias políticas de Trump, e incluso amplió el cupo del país para recibir refugiados. Pero la Casa Blanca fracasó hasta ahora en lograr que el Congreso respalde su reforma migratoria, y también se ha visto forzada por la Justicia a mantener algunas medidas restrictivas de Trump.
El gobierno de Biden se ha propuesto además atacar “las raíces de la inmigración” en América Central con una ofensiva contra la corrupción liderada por la vicepresidenta, Kamala Harris, y una inyección de fondos. Pero esa estrategia mira al largo plazo y ha tenido pocos logros medibles en los últimos meses desde que el gobierno norteamericano comenzó a implementarla.
La Casa Blanca ha dicho también que aspira a hacer frente a la creciente presencia de China en la región con un plan para respaldar los proyectos de infraestructura, una ampliación global de la agenda llamada “Reconstruir mejor” de Biden en Estados Unidos.
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