EE.UU. compara a Saddam con Hitler
WASHINGTON (The New York Times).- ¿Otro arreglo con Saddam Hussein? ¿Por qué me hace sentir intranquilo, como si acabara de aceptar que Ted Kaczynski (el terrorista Unabomber) fuese mi cartero porque prometió esta vez, y aseguró, que no habría más cartas explosivas? Uno sabe que tarde o temprano algo va a estallar.
Sin embargo, Bill Clinton hace lo correcto al poner a prueba si ese acuerdo puede satisfacer tres condiciones fundamentales.
En primer término, debe realmente garantizar el libre acceso -y sin trabas- de los inspectores de armas de la UN.
Segundo, el acuerdo debería ser interpretado como una resolución del Consejo de Seguridad de la UN para que no haya ambigüedades al respecto en el futuro.
Y tercero, los Estados Unidos tienen que dejar bien en claro ante Irak y los aliados que, en caso de que haya una violación del acuerdo, empleará la fuerza sin vacilar, sin negociación que valga o sin una aprobación por parte de la UN.
Pero por más que logremos un acuerdo de esa naturaleza, no nos hagamos ilusiones, ya que no es una solución. Se trata de otro arreglo de corto plazo para manejarnos frente a Saddam. Aún no hemos oído lo último de su parte.
¿Qué sucederá en el largo plazo? Antes de analizar eso, tengamos en cuenta una importante lección a partir de esta última ronda de negociaciones: Saddam pestañeó y se echó atrás. Retrocedió ante Kofi Annan porque se convenció de que, a pesar de todas las contradicciones de la política norteamericana, a pesar de todas las manifestaciones pacifistas en la Universidad del Estado de Ohio y a pesar de los gemidos de los aliados, Clinton estaba dispuesto a emplear la fuerza.
Clinton había definido el comportamiento de Irak como una evidente amenaza nacional. No todos en los Estados Unidos comprendieron eso, pero Saddam sí, y no quiso ser vapuleado.
Debido a que Saddam es un dictador, existe la tendencia a presuponer que no tiene una política interna por la que deba preocuparse. Las cadenas periodísticas norteamericanas contribuyen con ese criterio, al entrevistar a todos esos iraquíes en Bagdad que afirman que con júbilo sacrificarían a sus hijos en aras de Saddam. Es absurdo. Ninguna de esas personas es libre para expresar lo que piensa. (Las cadenas periodísticas norteamericanas deberían recordarlo.)
Pistola al cinto
Saddam tiene una verdadera política interna. No puede sencillamente exponer a su ejército ante otro atroz bombardeo por parte de los Estados Unidos. No quiere perder sus palacios, cuya construcción fue tan costosa, y simplemente no puede recibir un golpe tras otro sin exponerse él mismo a un riesgo todavía mayor ante sus propias fuerzas armadas.
Observemos esas secuencias fílmicas en las que Saddam está reunido con sus generales. ¿Por qué creen que Saddam es el único que, en la sala, lleva una pistola en la cintura?
Sin embargo, aun cuando la amenaza de un bombardeo acaso haya surtido efecto, también debemos mencionar otra lección: si Saddam no se hubiese echado atrás y hubiera hecho que los Estados Unidos lo bombardearan, Washington habría estado virtualmente solo. El mundo no estaba con nosotros. Lamento eso, pero es una realidad.
Entonces, ¿qué hacer en el largo plazo? El gobierno norteamericano debe decidir. ¿Desea resolver las contradicciones entre los Estados Unidos y sus aliados, o seguir adelante por cuenta propia y convivir junto a las contradicciones de sus propias decisiones políticas?
Stephen Cohen, especialista en asuntos del Medio Oriente, sintetiza la contradicción de los Estados Unidos con sus aliados:"Para los franceses, los rusos y los árabes, no existen condiciones por las cuales ellos crean realmente que está bien emplear la violencia contra Saddam, mientras que para los norteamericanos no existen condiciones por las cuales crean que las sanciones contra Saddam deban en algún momento quedar sin efecto".
Es decir, los aliados simplemente no creen que uno pueda bombardear a Saddam debido a cualquier amenaza "en potencia" planteada por sus armas, sino solamente si existe una auténtica amenaza o si esas armas son utilizadas. Y los Estados Unidos creen que, dado el carácter maligno de Saddam, de ninguna manera las sanciones deben quedar sin efecto, aun cuando el jefe iraquí cumpla con los inspectores de la UN.
Por lo tanto, una alternativa es llegar a un acuerdo con los aliados. Rusia, Francia y el Consejo de Seguridad podrían aceptar formalmente que, en caso de que Saddam viole el acuerdo, los Estados Unidos pueden emplear la fuerza. Y los Estados Unidos podrían aceptar que si la UN da fe en algún momento que Irak no posee arsenales capaces de producir algún acontecimiento inesperado, los Estados Unidos dejarán sin efecto las sanciones (aunque aún debería haber inspecciones permanentes).
La otra alternativa es que los Estados Unidos convivan junto con las contradicciones de sus propias decisiones políticas. El criterio político del gobierno norteamericano indica que Saddam es una especie de Hitler.
(Traducción de Luis Hugo Pressenda)
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