Dunkerque: la maniobra contrarreloj que salvó a los aliados de la matanza nazi
Más de 300 mil tropas fueron rescatadas durante la Operación Dínamo; el exterminio hubiera sido total de no haber contado con el auxilio de la población civil y a la Real Fuerza Aérea Británica
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Tras la veloz invasión alemana a Francia, con la táctica de la guerra relámpago (Blitzkrieg), las fuerzas aliadas quedaron acorraladas en la ciudad portuaria de Dunkerque. Estaban a punto de ser exterminadas por la estrategia y el poderío militar nazi, pero ocurrió un milagro.
Podría haber sido una de las mayores matanzas de la historia en un solo combate, e incluso haber resultado en la capitulación británica, si no fuera porque el ejército alemán se detuvo a menos de cincuenta kilómetros del puerto. De esta manera, durante los primeros cuatro días de junio de 1940, más de trescientas mil tropas habían logrado cruzar el canal de la Mancha hacia Gran Bretaña.
La operación, conocida en la historia como Dínamo, resultó un éxito por una serie de factores imponderables difíciles de prever entre los que se cuentan la inacción de la infantería alemana, las condiciones meteorológicas y la audacia de la población civil inglesa que acudió al rescate de los soldados aliados (mayormente británicos y franceses) con sus embarcaciones particulares.
Capítulo aparte merece la tenacidad de la Real Fuerza Aérea Británica (RAF), pese a las críticas que les dispensaron sus camaradas en tierra, como pudo verse en la película de Cristopher Nolan que recrea aquel memorable rescate (Dunkirk, 2017).
Una catástrofe se cierne sobre Gran Bretaña
“Gran Bretaña se hallaba al borde de una catástrofe que amenazaba su supervivencia”, cuenta a LA NACIÓN el novelista español David López Cabia, experto en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y autor de cinco libros sobre la mayor conflagración del siglo XX. “La presión sobre las fuerzas aliadas cada vez era mayor y el cerco se estrechaba sobre británicos, belgas y franceses”.
En ese contexto, Gran Bretaña planificó la evacuación de la Fuerza Expedicionaria. Según algunas estimaciones, solo podrían rescatar a menos de 100.000 soldados para que, en un futuro, pudieran volver a la batalla. El resto perecería en la matanza o caerían prisioneros de los nazis.
“Dunkerque era el único puerto operativo del que disponían los británicos para evacuar a sus tropas. Sin embargo, cuando parecía que la Wehrmacht estaba a punto de dar el golpe de gracia a la Fuerza Expedicionaria Británica, los panzers alemanes recibieron la orden de detenerse. Se ordenó que los aviones de la Luftwaffe se encargasen de aniquilar la resistencia aliada en el cada vez más reducido perímetro de Dunkerque”, agrega López Cabia.
¿Dónde está la RAF?
Mientras la evacuación de las tropas continuaba (solo el 31 de mayo lograron embarcar a 68.000 soldados), la fuerza aérea nazi comandada por Hermann Göring sembraba el terror en las playas.
Aviones caza Messerschmitt Bf 109, Junkers Ju 87 o Stuka, y bombarderos Dornier Do 17 hacían llover la muerte desde el cielo. Göring se había comprometido a exterminar a los aliados en fuga mientras el ejército alemán se reordenaba.
Todo esto ocurría en el mismo momento en el que cerca de 800 embarcaciones civiles acudían al rescate cruzando el Canal de la Mancha. ¿Dónde estaban los cazas de la Royal Air Force? ¿Por qué solo se veían en el aire las temibles naves de la Luftwaffe?
Brendon Deere, sobrino del héroe neozelandés Alan Deere, que inspiró al piloto interpretado por el actor Tom Hardy en el film Dunkirk, tiene una explicación: “Los soldados habían estado en la playa durante una semana y la RAF (Real Fuerza Aérea Británica) no había sido particularmente visible durante ese tiempo, por lo que existía la percepción de que los pilotos estaban sentados en Inglaterra comiendo huevos con tocino”.
“Pero en realidad habían estado activos en la costa y sobre el mar en batallas aéreas uno contra uno. Sé que la patrulla de mi tío comenzó alrededor de las 4 de la mañana y duró todo el día”, agrega.
Al menos 145 aviones de la RAF, la mayoría unidades del legendario Supermarine Spitfire, fueron derribados durante un período de nueve días. Alan Deere, nacido en 1917 en Westport, sur de Nueva Zelanda, se convirtió en el primer piloto de Spitfire en derribar un Messerschmitt Bf 109. Con solo 22 años, Dunkerque fue su bautismo de fuego.
López Cabia cuenta que los pilotos británicos, lejos de estar ausentes como creían sus pares en la playa, se batieron con gran valor, tratando de dar cobertura a la evacuación.
“La infantería miraba a los cielos con desesperación, pero no veía los aviones de la RAF. Existía un fuerte resentimiento de las tropas terrestres, que creían haber sido abandonados por su aviación. La respuesta se hallaba en que, al disminuir el número de patrullas y aumentar el tamaño de las formaciones, los aviones británicos no podían ser tan omnipresentes como la temida Luftwaffe”, señala.
“Por otra parte, los combates se desarrollaron a varios kilómetros de distancia de las playas o a unas alturas que resultaban imperceptibles para los soldados de infantería”, explica a LA NACIÓN, y agrega: “Cuando arribaron a los puertos ingleses, los recelosos infantes insultaban a quienes marchaban ataviados con el uniforme de la RAF, inconscientes de que los pilotos británicos habían proporcionado una cobertura imprescindible para la evacuación”.
La retirada, probablemente la mayor evacuación aliada durante el principio de la Segunda Guerra Mundial, continuó hasta el 4 de junio de 1940. Más de 330.000 soldados británicos, franceses y belgas lograron salvarse. “La Luftwaffe sufrió mayores pérdidas que la RAF en los combates aéreos sobre Dunkerque. Se le había encomendado una operación que superaba su capacidad”, cuenta López Cabia.
Alan Deere, el “kiwi” que no pudieron matar los alemanes
Los británicos les decían “kiwi” a los pilotos neozelandeses de la RAF por el pájaro típico de su país, y Alan Deere fue el más famoso de ellos tras el final de la guerra.
En Dunkerque comenzaron sus éxitos aéreos, que finalmente relató en un libro autobiográfico titulado Nueve vidas, por las veces en las que fue derribado durante toda la guerra, que incluyeron aterrizajes forzados y eyecciones en paracaídas.
“Los alemanes lo llamaban ‘el kiwi que no pudimos matar’”, cuenta su sobrino Brendon, quien atesora un Spitfire de colección como el de su tío.
En Dunkerque, la última misión de Deere fue el 28 de mayo de 1940, cuando trataba de dar caza a un Dornier Do 17, pero lo impactaron y debió aterrizar de emergencia en la playa, muy cerca de donde las tropas aliadas aguardaban la evacuación.
A diferencia de lo que sucede en la película, Deere no cayó prisionero de los nazis pero, al contrario, tampoco “fue bien recibido por sus compañeros del ejército de tierra”, dice López Cabia. “Las tropas terrestres consideraban que la Royal Air Force no había hecho nada por ayudarles”.
Su foja de servicios dice que Deere realizó diez misiones en Dunkerque y que peleó hasta el final de la guerra. Derribó un total de 32 aviones enemigos (10 de ellos “probables”) y dejó fuera de combate a otros 18. Murió en 1995 a los 77 años.
Sus cenizas fueron esparcidas desde el cielo británico a bordo de un Supermarine Spitfire, en una escena cinematográfica. El característico rugido de su motor Rolls Royce de 12 cilindros en V ofició como la banda de sonido de la historia de un héroe que salvó de la muerte a más de trescientas mil personas.
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