Duelo por honor: el día que un presidente mató a un periodista en un trágico enfrentamiento
En los últimos días, fueron subastadas las armas empleadas en el combate entre el exmandatario uruguayo Batlle y el escritor Beltrán; cómo fue la histórica contienda
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Las dos pistolas empleadas en uno de los duelos más controvertidos del Río de la Plata fueron adquiridas por el Estado uruguayo a un precio de 11.550 dólares, tras una subasta en Montevideo donde participaron doce personas.
La historia del reto por honor más famoso del Uruguay suma así un nuevo capítulo desde que el dos veces presidente José Pablo Torcuato Batlle y Ordóñez le haya exigido al escritor y político Washington Beltrán Barbat una “reparación del honor por las armas” por considerarse calumniado.
El enfrentamiento terminó con la vida de Beltrán, la incipiente promesa del Partido Nacional, que a sus 35 años recibió un tiro de muerte con una de esas dos pistolas fabricadas en Francia y vendidas en una tradicional armería de Buenos Aires a principios del siglo pasado.
Batlle-Beltrán, el duelo que terminó en una triste muerte
El expresidente Batlle se había ofendido tras la publicación de un artículo sin firma escrito por Beltrán, aparecido el 1 de abril de 1920 en el diario El País, del que era cofundador. La nota fue titulada “Qué toupet” y cuestionaba en duros términos al mandatario, a quien caracterizaba como a un “campeón del fraude”.
“El campeón del fraude, (…) el que quemó el voto secreto que libera al obrero del patrón y al funcionario del gobierno; el que inventó los compromisos escritos arrancados antes de ser electos (…) ¿Para qué seguir si don José Batlle se sabe esto de memoria y mejor que nosotros?”, había tecleado Beltrán, casado con tres hijos y un cuarto por venir.
El combate ocurrió el Viernes Santo 2 de abril de 1920 a las 11 de la mañana en el Parque Central de Montevideo. Los padrinos de Batlle fueron Francisco Ghigliani y Ovidio Fernández Ríos, quienes se habían apersonado en la redacción un día antes para realizar formalmente la propuesta de duelo al periodista: “El señor Batlle y Ordóñez le exige una reparación por las armas y nosotros seremos sus padrinos”.
Beltrán aceptó el reto. El cofundador del que sería el medio más importante del Uruguay eligió como padrinos a sus socios en el diario, Leonel Aguirre y Eduardo Rodríguez Larreta.
Pero Batlle era un experto tirador y él nunca había empuñado un arma en su vida.
Como la tradición del duelo indicaba que el “ofendido” tenía el derecho de elegir el arma con la que se realizaría el enfrentamiento (espada o pistola), Batlle optó por un juego de pistolones fabricados por el armero francés Gilles Mariette y vendidos en suelo porteño en la conocida armería de Ernesto París.
Por aquellos tiempos, los duelos se planteaban “a la primera sangre”, es decir que, con la primera herida, se daba por terminado el combate; o “a muerte”, hasta que uno de los dos falleciera. En este caso se estipuló “a la primera sangre”, estableciéndose un total de dos disparos para cada contendiente.
La primera sangre terminó en muerte.
El par de pistolas del duelo
“Par de pistolas de práctica belgas de retrocarga, calibre 9 mm Flobert. Pavonadas, con decoración en plata ‘arabescos’. Caños octogonales, con inscripción ‘E. París. Calle Rivadavia 20. Buenos-Ayres’, alusiva a la Armería de Ernesto París, fundada en 1857, más tarde Armería Rosetti”, publicó Zorrilla Subastas, cuyo remate se realizó el 6 agosto.
Diego Fischer, autor del libro Qué tupé: Batlle-Beltrán, ¿duelo o asesinato?, confirmó “la autenticidad de las armas en base a dos fuentes familiares” y aportó un dato clave: “En la autopsia los médicos destacan dos veces la forma de la bala, que es como una estrella”. El dato viene a cuento de que el cañón del arma tiene forma de hexágono.
“Realizadas por el armero Gilles Mariette, Lieja (activo entre 1832 y 1865)” y “presentadas en caja original en madera de roble con interior forrado en pana verde, acompañada por cinco balas de época fabricadas por Marcel Gaupillat et Cie., Francia”, describieron desde la casa de subastas.
Como publicó El País, las armas estaban en manos de la familia de Conrado Hughes Delgado y habían pertenecido al expresidente Baltasar Brum. En el remate, que comenzó con un precio base de 2500 dólares, la mayor oferta la hizo un coleccionista uruguayo y fue quien ganó la puja pero, amparado en la ley 14.040 de preservación de patrimonio, el Estado igualó la propuesta y se quedó con las armas que protagonizaron el enfrentamiento más controvertido de la historia rioplatense.
“¿Washington, seguro que no hay duelo?”
Como todavía cuentan por los pasillos del diario, mientras que el expresidente era un experto tirador, Beltrán en cambio “nunca había empuñado un arma de fuego”.
Otra habría sido la historia si el retador hubiera elegido la espada como arma para saldar las diferencias, ya que Beltrán era un destacado esgrimista.
La cronología del duelo detalla que el joven escritor, para no preocupar a su mujer, Elena Mullin Moenckeberg, embarazada de 7 meses, salió de su casa la lluviosa mañana de aquel 2 de abril ataviado con ropa de tenis y una raqueta.
“¿Washington, seguro que no hay duelo?”, desconfió Elena, alertada por los rumores. El hombre lo negó, salió por la puerta y ella no volvió a verlo con vida.
Beltrán llegó pasadas las diez junto a su médico personal Arturo Lussich y sus dos padrinos. Lo propio hizo el retador. Cuando todo estuvo listo, tras una demora por la tormenta, ambos contendientes tomaron la distancia de 25 pasos e hicieron el primer disparo, pero ninguno dio en el blanco, por lo que, según lo acordado, debían disparar una vez más.
Luego de la recarga, Beltrán disparó pero tampoco hizo blanco. Batlle sí: el proyectil 9 mm ingresó en el cuerpo del escritor por la axila derecha, le partió una costilla, cortó la aorta descendente, perforó ambos pulmones, y salió por la espalda. El periodista murió enseguida.
Batlle: “Acabo de matar a un gran hombre”
En aquella época, los duelos se consideraban legítimos de acuerdo con el punto de vista de la honorabilidad de las personas, pero no eran legales, y desde la política se trabajaba en una legislación que pudiera blanquearlos.
Cuando se realizó el duelo Batlle-Beltrán, este tipo de combate aún estaba prohibido en el Código Penal. Por eso, las hipótesis que sostienen que se trató de un crimen y no de un duelo por honor llegan hasta nuestros días.
Tras el trágico episodio que involucró nada menos que a un expresidente y a uno de los dueños de uno de los diarios más importantes del país, se sancionó la Ley de Duelos, otorgándole legalidad al enfrentamiento armado entre un ofendido y un ofensor.
Esta ley se derogó en Uruguay recién en el año 1992, pero fue el expresidente José Pepe Mujica quien, hace cuatro años, pidió que volviese a estar vigente para saldar las controversias del honor. “Yo lo único que lamento es que no exista la Ley de Duelos”, dijo. “Hay cosas que se arreglan así, no se arreglan de otra manera”.
La historia del duelo más famoso del Uruguay se cierra con una paradoja. Como si fuera una burla del destino, al mes siguiente de la muerte de Beltrán, el viernes 21 de mayo de 1920, su viuda dio a luz a una niña.
Cuentan que la mujer sufrió tremenda angustia cuando se enteró de que el día en el que había nacido su cuarta hija también era el del cumpleaños número 64 de quien había matado a su marido.
Batlle, el tirador experto que había salvado el honor a costa de fuego y sangre, tampoco estaba feliz. Cuando volvió del duelo, su hijo quiso abrazarlo, pero él se negó: “No me abraces, no lo merezco, acabo de matar a un gran hombre”.
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