Drama en el Mediterráneo: los viajes de la muerte en barcos fantasma
Los cargueros a la deriva con inmigrantes que buscan llegar a Europa son un fenómeno que crece; los traficantes los captan en redes sociales y les cobran miles de euros por el servicio
POZZALLO, Italia.- Rondaban las 23 cuando André Jonsen se asomó a la oscuridad del carguero Ezadeen, varado en alta mar. Ante sus ojos cobraron forma cientos de familias suplicando que las sacaran de aquel barco de ganado, seco de combustible y a la deriva en medio del temporal. "Muchos estaban metidos en jaulas de animales. Había gente deshidratada."
El Ezadeen, interceptado en enero en alta mar con casi 500 personas a bordo, fue el tercer barco fantasma con el que se topó ese marinero islandés en menos de dos meses. "Las condiciones eran igual de malas en los tres", cuenta Jonsen (26 años), curtido en inspecciones a pesqueros en alta mar y que ahora patrulla el Mediterráneo a bordo del Islandés Tyr. La técnica del abordaje la conoce perfectamente, pero enfrentarse cara a cara con la desesperación extrema es una novedad que lo estremeció. "Ésos no son lugares para seres humanos", dice.
La experiencia de Jonsen no es única. La aparición de cargueros fantasma en el Mediterráneo, atestados de refugiados de guerra e inmigrantes, es un fenómeno que cobró especial intensidad en los últimos meses, y que los analistas tratan de discernir si va camino de consolidarse o si, por el contrario, se trata de casos puntuales.
En los últimos diez años, el invierno europeo había sido temporada baja para los traficantes, que encontraban a menos gente dispuesta a morir de frío en los botes de goma. Los cargueros, mucho más seguros y protegidos de las bajas temperaturas, amenazan con poner fin a los patrones estacionales de la migración. El reguero de naufragios de los últimos días hace que el atractivo de esta nueva vía de emigración -más cara, pero también más segura- aumente.
Porque comprar barcos-chatarra, llenarlos de desesperados que pagan miles de euros y abandonarlos a su suerte en alta mar es un negocio lucrativo. El pasaje puede costar tres veces más que en los barcos pequeños, pero, a la vez, dispara las probabilidades de sobrevivir. Los refugiados sirios, muchos de ellos adinerados, están dispuestos a pagar los 5000 euros del pasaje con tal de salvar su vida.
Turquía, principal punto de partida de los navíos, endureció en las últimas semanas su control a los grandes barcos. La preocupación de los expertos se traslada ahora a Libia. Desde diciembre, 14 buques de carga con inmigrantes a bordo fueron interceptados en el Mediterráneo central, según Frontex, la agencia europea para la protección de fronteras, que coordina la patrulla de barcos como el Tyr. En cada barco viajan entre 200 y 800 personas. Sólo el Tyr rescató a 2000 personas en cinco cargueros.
Las entradas de refugiados e inmigrantes a Europa sin documentación se dispararon, según datos de Frontex. Unos 278.000 fueron detectados en su intento de poner pie en Europa el año pasado, el doble que en el pico de llegadas de 2011 (141.000) provocadas por el estallido de la "primavera árabe". Las huidas de los últimos meses las protagonizan en buena parte los sirios que escapan de la guerra en busca de asilo. Unos 3,2 millones de sirios ya dejaron su país, dando pie a la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial.
Entrevistas a emigrantes y refugiados que viajan en barcos fantasma permitieron a Frontex conocer cómo funciona el sistema. Captan a sus clientes a través de redes sociales, como Facebook. Allí, ofrecen sus servicios en árabe a los desesperados. Una vez hecho el primer contacto, se fijan la hora y el lugar de la partida.
Suelen ser barcos oxidados y moribundos, que en lugar de acabar en el desguace terminan a la deriva, cargados de seres humanos en aguas internacionales. Por cerca de medio millón de euros se pueden comprar en Internet embarcaciones como las que ahora afloran en el Mediterráneo. Son barcos sin bandera, matrícula ni armador conocido. Son barcos invisibles que se materializan en las pantallas de los radares cuando ya no necesitan esconderse, sino cuando necesitan justo lo contrario: que los rescaten.
Puntos críticos
La mayoría de los cargueros interceptados zarparon de Mersin, Izmir o Bodrum, en Turquía. Egipto y Argelia, puntos tradicionales de partida de barcos clandestinos, exigen ahora visado a los sirios, lo que contribuyó a que Turquía se convirtiera en un concurrido trampolín a Europa. "Las autoridades turcas endurecieron los controles. Ahora nos preocupa más Libia. Allí hay refinerías en la costa, que hacen que los grandes barcos se acerquen sin llamar la atención. Sabemos que en Libia hay un importante contingente sirio esperando a salir", explica Javier Quesada, del departamento de análisis de riesgos de Frontex. El descontrol político y policial libio acrecienta esos temores.
Raffaele Monte, agente marítimo en Pozzallo (Sicilia), traza un esquema del modus operandi de los contrabandistas: parten de Turquía o de la propia Siria con el Sistema de Identificación Automática (AIS, por sus siglas en inglés) desconectado, por lo que no aparecen en los radares marinos. Entregan a los inmigrantes un teléfono satelital con un número pregrabado del puerto más cercano o de una tercera persona que alerte a las autoridades. El GPS del aparato permite a la marina italiana localizar la embarcación. Los traficantes entonces activan el piloto automático rumbo a Italia, tiran el teléfono al mar y se dan a la fuga en un barco pequeño.
Para Monte, las causas de la irrupción de los barcos fantasma son evidentes. Por un lado, disparan la rentabilidad del tráfico humano y responden a la creciente demanda de desplazados que asuela el mundo. Pero, además, dan salida a barcos que la crisis del comercio marítimo dejó envejecer.
El Mediterráneo que Monte ve con sus binoculares es lo que los analistas llaman "el punto caliente" de entrada a Europa. Unos 170.000 el año pasado, comparados con los cerca de 3000 que entraron por las fronteras terrestres de Ceuta y Melilla en ese mismo período, según datos de la agencia europea. El intenso tráfico de navíos en condiciones extremas convirtió al Mediterráneo en la mayor fosa común del mundo. Por lo menos 3419 personas murieron en ese mar el año pasado, según la Acnur.
El capitán Salvatore Trovato, del puesto de control de guardacostas de Pozzallo, asiste desde hace años al desembarco de miserias humanas en su puerto. Él dice que lo de los barcos fantasma es nuevo, pero que le parece lógico. Que ahora hay más guerras y más gente que necesita escapar de ellas. Le sorprende más la sorpresa ajena. "Aquí siempre llegaron muchos inmigrantes. A nadie le importaba cuando venían en barcos pequeños."
© El País, SL
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