Dos universos paralelos separados apenas por el Canal de la Mancha
La política es una aventura peligrosa: las tendencias cambian, a veces brutalmente y con frecuencia, sin avisar. Las elecciones presidenciales francesas -confirmadas ayer por la primera vuelta de las legislativas- y las parlamentarias británicas son una perfecta indicación.
Marcadas por similitudes y profundas diferencias, ambas demostraron, por ejemplo, que el avance aparentemente irresistible del ultranacionalismo y el populismo no es inevitable.
La decisiva y doble victoria de La República en Marcha (LREM), de Emmanuel Macron, frente al xenófobo Frente Nacional (FN), de Marine Le Pen, tanto en las elecciones presidenciales como en la primera vuelta de las legislativas, puede ser interpretada como una nueva manifestación del rechazo de las extremas derechas europeas. En Gran Bretaña, el eurófobo UKIP terminó pagando la semana pasada casi con su desaparición las mentiras y la manipulación del electorado que perpetró en 2016 para llevarlo a votar a favor del Brexit.
Pero las semejanzas prácticamente terminan aquí. En concreto, cuando la primera ministra Theresa May llamó a elecciones anticipadas en abril, el candidato a presidente francés Emmanuel Macron se enfrentaba a la perspectiva de tener que gobernar con una minoría parlamentaria. Siete semanas después, May perdió la escasa mayoría que tenía en los Comunes y hace ahora malabarismos para permanecer en el poder, mientras que el partido de Macron -que no existía hace apenas un año- acaba de provocar un terremoto político en Francia, seguro de obtener una aplastante mayoría en la próxima Cámara de Diputados.
En otras palabras, mientras Macron fue capaz de interpretar con lucidez y exactitud las ambiciones de los franceses, May se dejó obnubilar por el deseo de consolidar su poder y convencer por sus spin-doctors de que su popularidad no necesitaba esfuerzos suplementarios durante la campaña.
Esas cosas suceden y los sondeos pueden equivocarse. Pero el resultado de estas elecciones en ambos países confirma que Francia y Gran Bretaña, a pesar de su proximidad geográfica, siguen siendo dos universos distintos. Sobre todo cuando se trata de su posición sobre Europa.
Profundamente apegados al euro en Francia y alérgicos a la moneda común en el Reino Unido, ambos electorados hicieron opciones diametralmente opuestas en cuanto a la futura relación con la Unión Europea (UE). Mientras los británicos persisten en abandonarla y sólo tratan de decidir si quieren una ruptura brutal o progresiva, votando a Macron los franceses dijeron sí a más Europa, sí a una defensa común y a unos lazos cada vez más estrechos con Alemania, en pos de un destino realmente común.
"Franceses y británicos tuvieron siempre percepciones totalmente diferentes sobre las ventajas de pertenecer a la UE", confirma Charles Grant, director del Centro para la Reforma Europea.
En todo caso, sin querer volver atrás, el Brexit sigue siendo uno de los elementos clave de la reflexión del electorado británico. El hung parliament (Parlamento bloqueado) que acaba de heredar Theresa May parecería ser la confirmación de que los británicos prefieren dejar el bloque en forma gradual y no brutalmente, como proponía la primera ministra.
Pero hay otras diferencias entre ambas orillas del canal de la Mancha. Mientras Emmanuel Macron consiguió dinamitar en Francia el viejo sistema de reparto del poder entre la izquierda y la derecha, creando una fuerza híbrida en el centro capaz de acoger elementos moderados de todos los horizontes, los británicos han reforzado en estas elecciones la tradicional política del bipartidismo.
En ambos casos, los electores parecen haber dado dos respuestas diferentes a los mismos problemas. Tanto franceses como británicos fueron desestabilizados por la mundialización. Todos se sienten aquejados por una inmigración que imaginan incontrolable y amenazados por el desempleo, la pérdida de identidad y el desclasamiento.
Para responder esos temores, Macron prometió reformas económicas y una nueva Europa, más social y menos burocrática. En Gran Bretaña, el reciente éxito de la izquierda obligará a la derecha conservadora a responder al mandato popular y a su exigencia de una política que tenga más en cuenta las expectativas de la gente.
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