Dos líderes en rumbo de colisión por el plan iraní
Durante seis años, el presidente Barack Obama y el primer ministro Benjamin Netanyahu estuvieron en rumbo de colisión por sus estrategias para frenar las ambiciones nucleares de Irán, un esfuerzo de alto riesgo que ambos líderes ven como un punto central de sus legados. La relación entre ambos países, históricos aliados, se puso a prueba como pocas veces antes en los últimos días.
La disputa con Irán puso en el foco de la atención las desavenencias de una relación que fue fría desde el principio. Obama y Netanyahu no tienen ninguna química personal, lo que los deja virtualmente sin ningún tipo de reserva de buena voluntad para superar sus discrepancias políticas.
Apenas meses después de asumir la presidencia, Obama irritó a Israel cuando, en un discurso al mundo árabe, desafió la legitimidad de los asentamientos judíos en territorios reclamados por los palestinos, y dijo que el Holocausto era la justificación de la existencia del Estado de Israel, no algún vínculo histórico de los judíos con su tierra.
La Casa Blanca se enfureció en 2010 cuando, durante una visita del vicepresidente Joe Biden, el gobierno de Netanyahu desafió a Obama y anunció planes para construir nuevos complejos de viviendas en Jerusalén Este. Nuevos planes de construcción de viviendas ese año frenaron los esfuerzos de Estados Unidos para reanudar el diálogo de paz entre israelíes y palestinos.
A pesar de sospechar que Netanyahu había apoyado a su rival en la campaña de 2012, Obama trató de relanzar las relaciones con el primer ministro israelí después de ser reelegido.
Hizo su primer viaje como presidente a Israel y los dos líderes hicieron un gran esfuerzo para mostrase más cercanos: se llamaron por su nombre de pila y recorrieron algunos de las sitios sagrados de la región juntos.
Pero ese período de recomposición duró poco. Un nuevo intento para retomar la negociación árabe-israelí colapsó. Funcionarios israelíes fueron fulminantes en sus críticas a Kerry, que había auspiciado el diálogo. El ministro de Defensa lo tildó de "obsesivo" y "mesiánico". El gobierno de Obama devolvió las gentilezas a mediados del año pasado con una inusual crítica a Israel por las bajas civiles durante la ofensiva en la Franja de Gaza.
Piedras en el camino
Las relaciones entre Israel y Estados Unidos no siempre fueron perfectas antes de Obama y Netanyahu. La cuestión de los asentamientos ha sido una espina permanente en las relaciones, agravada por un profundo descontento de Washington por las operaciones militares israelíes en el Sinaí, Irak y el Líbano durante las administraciones de Gerald Ford, Ronald Reagan y George H. W. Bush, que llevaron a esos presidentes a tomar o considerar sanciones.
Pero a pesar de todo, Estados Unidos siempre permaneció como el mayor benefactor del Estado de Israel, con un aporte de 3000 millones de dólares por año en asistencia, y una cerrada defensa de las críticas en la ONU y otros foros.
"Recuperamos las buenas relaciones antes y lo volveremos a hacer ahora porque, en última instancia, está basada en intereses mutuos", resumió Dore Gold, ex embajador israelí ante la ONU y un asesor informal de Netanyahu.
Julie Pace y Matthew Lee