Dos Europas enfrentadas por la gloria, o la vergüenza, de la guerra
El 9 de mayo representa para la Rusia de Putin, la derrota de la Alemania Nazi en la “Gran Guerra Patriótica” santifica a perpetuidad la sacralidad y la gloria de la guerra; en París y en Berlín, la fecha simboliza la importancia de la paz
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PARÍS.- Ya en el pasado el presidente Vladimir Putin ha utilizado la celebración anual de la victoria soviética sobre los nazis en 1945 para consolidar su sistemática militarización de la sociedad rusa, exaltar los valores del patriotismo heroico y contrastar el espíritu guerrero de Rusia con la según él decadente moral de Occidente.
Y este año no será la excepción y sin duda tratará de extraer una “victoria” de la destrucción indiscriminada que ha desatado en Ucrania. Inventará alguna excusa para esta guerra que le ha salido mucho menos bien de lo que esperaba, contra la “amenaza nazi” de Kiev apoyada por Occidente.
Mientras tanto, en Europa Occidental, el 9 de mayo tendrá una marca diferente. El presidente francés Emmanuel Macron celebrará el Día de Europa en Berlín y Estrasburgo, sede del Parlamento Europeo, un reflejo de su ambiciosa visión para una Unión Europea de 27 naciones que vaya más allá de su mera gravitación económica, para convertirse en una potencia mundial más federal, pero también más enérgica.
“Será un efecto de pantalla partida”, dice Nicole Bacharan, analista de política exterior francesa. “De un lado, un grandioso desfile militar, y del otro, algo más pesado y lento, pero nosotros, en la Unión Europea, tal vez deberíamos celebrar no estar bajo el gobierno de un dictador”.
Dos Europas cara a cara en un mismo continente: para la Rusia de Putin, la derrota de la Alemania Nazi en la “Gran Guerra Patriótica” santifica a perpetuidad la sacralidad y la gloria de la guerra; en París y en Berlín, la fecha simboliza la importancia de la paz.
Es la visión del mundo del siglo XIX contra la visión del siglo XXI, con potenciales consecuencias de las que el siglo XX dejó varios ejemplos, como la masacre de Verdún, Hiroshima y tantos otros. La guerra de Putin en Ucrania ha demostrado que el riesgo de las grandes conflagraciones no son cosa exclusiva del pasado.
Desde la arrasada Alepo en Siria, hasta la sitiada Azovstal —planta siderúrgica y último bastión de la resistencia ucraniana en la ciudad oriental de Mariúpol—, el mensaje de Putin ha sido siempre el mismo: que a Rusia la fuerza militar siempre le ha servido para cambiar a realidad geoestratatégica a su favor.
Citando un proverbio ruso, en 2014 dijo que “para la comunidad, incluso la muerte es bella”, un rasgo que explicaba “el heroísmo de masas de la nación en los conflictos militares”. También contrastó “las verdades morales superiores” que persigue el pueblo ruso, con la creencia de Occidente de que solo importa el éxito económico.
Eso, por supuesto, es malentender la lógica y el compromiso histórico de Europa con la integración, cuyo objetivo no es meramente la prosperidad, sino la paz que garantiza.
El 9 de mayo de 1950, el ministro de relaciones exteriores francés, Robert Schuman, propuso fusionar la producción de acero de Francia y Alemania para que “cualquier posible guerra entre ambos países sea no solo impensable, sino materialmente imposible”. Esa fue la semilla de una Europa sin fronteras con una moneda común, y el fin de los repetidos suicidios del continente.
Será ese el aniversario que recordará Macron en lunes, en una Europa donde las odas al derramamiento de sangre han sido desterradas.
Pero tras cocinar su resentimiento con Occidente durante sus 22 años en el poder, Putin está convencido de que el presidente francés y toda Europa deberían reconocer otra cosa: el inmenso sacrificio soviético, que con los 27 millones de rusos muertos, salvó a Europa del nazismo.
“Nuestro pueblo estuvo solo, solo en la difícil, heroica y sacrificada ruta hacia la victoria sobre el fascismo”, dijo Putin el año pasado.
“Putin cree que Europa es malagradecida y que si la Unión Europea pudo ser creada es pura y exclusivamente a costa del sacrificio de Rusia”, dice Michel Eltchaninoff, autor francés del libro “En la cabeza de Vladimir Putin”. “Además, él desprecia por completo la idea de que el comercio es un elemento pacificador”.
Y de eso se trata precisamente la Unión Europea con sus 450 millones de habitantes y una economía de 17 billones de dólares. Como alternativa, a los países como Ucrania, Putin les ofrece su Unión Eurasiática, pero Bielorrusia es un ejemplo difícil de vender si del otro lado te ofrecen Berlín o Barcelona.
El magnetismo del éxito democrático europeo, con todas sus falencias, sigue siendo una peor amenaza para Putin que la OTAN, porque desafía la cleptocracia autocrática que construyó con una red de oligarcas que le responden.
Eso explica su violenta reacción frente a la posible asociación de Ucrania con la Unión Europea, y su mayor pesadilla es aquella bandera de la UE que fue desplegada en la fachada del Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania en 2014, cuando el país echó a patadas al corrupto presidente lamebotas de Putin, Viktor Yanukóvich.
Desde que empezó la invasión rusa el 24 de febrero, quedó claro que Putin no solo está en guerra para restaurar el imperio de Moscú subyugando o desmembrando a Ucrania: también está en guerra contra Estados Unidos y sus aliados europeos, a los que considera agentes impíos que humillaron a Rusia tras desintegración de la Unión Soviética y jamás serán perdonados.
Así que esta guerra es más amplia y con más ribetes de los que parece, será larga, y obligará a Europa a volver, al menos en parte, al enfoque militar que viene tratando de evitar desde hace más de tres décadas, cuando terminó la Guerra Fría.
En determinado momento de su extenso gobierno, Putin estaba dispuesto a reconocer los crímenes militares soviéticos. Como primer ministro, en 2010, visitó el bosque de Katyn para conmemorar el asesinato soviético de miles de oficiales polacos, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Denunció las “cínicas mentiras” de quienes ocultaron la verdad de la masacre en Katyn y dijo que “no había justificación para estos crímenes” de un “régimen totalitario”.
Tonight, on the eve of Europe Day, our buildings are shining bright with the colors of the Ukrainian flag.
— Ursula von der Leyen (@vonderleyen) May 8, 2022
Shining as bright as our hope to see peace return to Europe.
And to start weaving our common future with our Ukrainian friends. pic.twitter.com/gtOrewqp3b
“Deberíamos encontrarnos a mitad de camino, dándonos cuenta de que es imposible vivir solo en el pasado”, dijo en aquel entonces Putin.
Pero en Europa, una docena de años después, un punto de encuentro “a medio camino” entre el militarismo ruso llevado al paroxismo místico, y la “paz a través de la unión” francoalemana, resulta casi impensable.
Putin ha elevado una vez más a Stalin al estatus de héroe. Lejos de admitir ninguno de sus crímenes, en Katyn o en cualquier otra parte, hoy el Ejército Rojo es nuevamente el tejido conectivo de una nueva Rusia expansionista.
Cada año, el Día de la Victoria los ciudadanos rusos desfilan con fotografías de sus heroicos antepasados, en evento conocido como “el Regimiento Inmortal”. Y a veces Putin se ha unido a ellos: su padre resultó gravemente herido en la Segunda Guerra. Pero esta vez ha establecido una conexión directa entre la guerra contra Hitler y la actual guerra contra los ficticios “nazis” de Kiev.
Coincidencia de fechas
Frente a este estallido de nacionalismo militarista de una potencia nuclear, y evocando lo que la poeta polaca y ganadora del Nobel, Wisława Szymborska llamaba “magníficas bombas que estallan en amaneceres rosados”, ¿Qué tiene la insípida UE para contrarrestar a Putin? ¿Qué magnetismo tiene su 9 de mayo?
La guerra en Ucrania ha galvanizado a Europa. En general, los europeos entienden la urgencia de incorporar a Ucrania, Georgia y Moldavia a la UE, y se multiplican los llamados a acelerar la toma de decisiones en materia de defensa y política exterior. El primer ministro italiano Mario Draghi reclamó este mes un “federalismo pragmático” en temas de defensa y otras áreas.
El gobierno de coalición de Alemania liderado por el canciller Olaf Scholz apoya la votación por mayoría en temas de política de seguridad y defensa, pero Francia tiene sus dudas y vacila.
La agresión rusa ha empujado a Polonia a apoyar el fortalecimiento de la unión. La victoria de Macron sobre Marine Le Pen, la amiga nacionalista de Putin, dejó aislado al líder antiliberal húngaro, Viktor Orban, en su connivencia con Rusia. Aunque siempre se queja, la UE sigue empeñada en un cambio transformador.
“Es una coincidencia de fechas espectacular”, dijo el politólogo francés Dominique Moïsi en referencia al 9 de mayo. “¿Qué es más real? ¿El poderío ruso y la destrucción de Mariúpol, o la normalidad de la vida europea en Estrasburgo? Tendremos que luchar como demonios para frenarlo, como si nuestro propio futuro estuviera en juego”.
Macron ha sido el principal defensor de una Europa soberana, con suficiente independencia para reclamar una “autonomía estratégica”, y respaldada por el poderío militar europeo junto con la OTAN, y en coordinación con ella.
Seguramente Macron aprovechará el 9 de mayo para exponer esta visión y dejar bien clara la diferencia entre el modelo de guerra de Putin y el imán de paz europeo que Schuman puso en marcha hace 72 años.
Sin embargo, al mismo tiempo Macron está convencido de que con Putin no hay margen alguno de negociación.
Hace tres años, Macron invitó a Putin a la residencia presidencial de verano en Brégancon y declaró que “Rusia es europea, muy profundamente, y creemos en esta Europa que se extiende desde Lisboa hasta Vladivostok”.
La guerra de Ucrania deja malherida, por no decir muerta, esa idea.
“Macron sabe que Ucrania no podría resistir sin Estados Unidos”, dijo Moïsi. “No hay Europa como potencia sin Estados Unidos detrás, porque se pierde a la mitad de los europeos en el intento. La unidad de Occidente es la clave para la unidad de Europa”.
Diga lo que diga Putin el 9 de mayo, esa unidad ha demostrado ser efectiva para defender a Ucrania y dañar a Rusia. El secretario de Defensa norteamericano, Lloyd Austin, quiere que Rusia quede debilitada a largo plazo, “al punto de que no pueda volver a intentar cosas como la invasión a Ucrania”.
Eso no ocurrirá de la noche a la mañana, y los riesgos son evidentes.
En Primera persona, su autobiografía publicada hace más de 20 años, Putin cuenta que una vez, cuando era chico, acorraló a una rata en el derruido departamento comunal donde vivía con su familia en San Petersburgo.
“Pero de pronto la rata se dio vuelta y me saltó encima”, relata Putin. “Me tomó por sorpresa y me asusté. La rata me persiguió a los saltos, escaleras abajo”, hasta que ese niño que sería presidente logró aplastarla con la puerta.
“En esa escalera, entendí de una vez y para siempre lo que significa estar acorralado”, escribe Putin.
Si tal como parece, la historia de la rata refleja las convicciones del hombre que hoy controla el arsenal nuclear de Rusia, entonces sabemos que la respuesta de Putin cuando se siente acorralado, es un ataque directo, y con total inconsciencia.
Por Roger Cohen
Traducción de Jaime Arrambide
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