Según una investigación, este idioma, además de practicarse en el Principado de Asturias, se utiliza en León y Zamora
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¿Te atreves a descifrar este refrán? L’home que nun tien mieu al llunes, tampoco lu tien al diañu. Si no consigues entender todas las palabras aun sabiendo francés o portugués, no te preocupes. No es que hayas perdido conocimientos, es que es otro idioma.
La frase significa “el hombre que no tiene miedo al lunes, tampoco se lo tiene al diablo” y está escrito en bable, la lengua que se habla en el Principado de Asturias, una comunidad autónoma del norte de España.
También tiene hablantes en la zona norte de León (conocida como Babia) y en algunos focos de Zamora, ambas provincias españolas de Castilla y León. El término bable es hoy menos popular y en algún momento se usó para referirse a esta lengua de modo despectivo, por lo que la mayoría de los expertos, así como quienes lo usan, se refieren al idioma como “asturiano”.
Es de origen románico, como el castellano, el portugués o el francés. Procede del latín.
Las particularidades del idioma
El asturiano utiliza el alfabeto latino y, al igual que el castellano, cuenta con cinco vocales. Sin embargo, no utiliza como propias la j, la k y la w, aunque sí aparecen cuando se trata de palabras prestadas, como ocurre con Jaén, Kenia o Witiza.
Tiene un género “neutro de materia” que se usa para pronombres incontables. Por ejemplo la lleche ye frio para decir “la leche está fría” o la carne ye blando para decir “la carne está blanda”.
El plural femenino termina en -es. Por ejemplo: Compreme unes chaquetes muy guapes. Otra característica es que los pronombres se ponen después del verbo en las oraciones afirmativas. Entroi la fame para decir “Me entró el hambre”.
El “xe” es un fonema específico del asturiano. Se usa en palabras como xente (gente) o xabaz (salvaje).
Y la “l” latina se palataliza, de forma que luna por ejemplo se dice lluna. “Todo es en forma simple. Esto es un reajuste del paso del latín a las lenguas románicas”, le dice a BBC Mundo Claudia Elena Menéndez Fernández, profesora adscrita de la Universidad de Oviedo, especialista en Filología Románica y Asturiana.
En “peligro”
El “Atlas Unesco de las lenguas del mundo en peligro” usa un rango de colores que van del blanco (vulnerable) al negro (extinta) para ilustrar la situación en la que se encuentran los idiomas en el mundo.
El asturiano aparece marcado en amarillo, en peligro. “Con el asturiano no hay peligro inminente, pero sí importante. Hay 400.000 hablantes pero no todos lo transmiten ni lo usan para hablar con sus hijos o nietos”, apunta Menéndez.
Actualmente, alrededor de 250.000 personas tienen la habilidad de entender, hablar, leer y escribir el asturiano, un 25% de la población, asegura Xosé Antón González, presidente de la Academia de la Llingua Asturiana (ALLA). “Las actitudes lingüísticas de los asturianos mejoraron en los últimos 40 años, mejoró la valoración cultural. Antes había una situación de desprestigio, menosprecio”, dice González.
Aquí entra en juego la disglosia, es decir, la coexistencia de dos lenguas donde una se prestigia y la otra se minusvalora. “El castellano se promueve en el ámbito de las instituciones. El asturiano es la lengua baja, queda en el ámbito familiar, en un contexto informal”, señala González.
Así, la gente lo habla en casa, pero no está instaurado en la administración pública, no se usa para trámites oficiales ni se ve, de modo sistemático, en hospitales, por poner un ejemplo. Esto es algo que no ocurrió de la noche a la mañana, sino que se inició con la implantación del castellano como lengua por parte de los Reyes Católicos en el siglo XV.
Y el empujón final lo dio el franquismo (1936-1975), durante el cual se prohibió y persiguió las lenguas que se hablaban en España que no fueran el castellano. “En la memoria reciente de los asturianos se tiene que el sistema educativo ridiculizaba, prohibía y castigaba físicamente su uso”, cuenta González.
A día de hoy, apuntan tanto Menéndez como González, el problema para que el asturiano no tenga un empuje mayor es que no es una lengua oficial. “La oficialidad hace que la lengua tenga prestigio, que ocupe espacios, que se aplique la política de normalización lingüística”, reivindica Menéndez.
La Constitución Española de 1978 reconoce el castellano como lengua oficial pero también deja espacio para que cada comunidad autónoma haga cooficial aquella que se hable en su región. Asturias no hizo lo propio cuando promulgó su Estatuto en 1981.
“En Asturias llevamos un retraso de 40 años de puesta en práctica”, recalca González. Ahora, el gobierno autonómico presidido por el socialista Adrián Barbón impulsa su reforma, con el reconocimiento del bable como lengua oficial como punto estrella, algo que también se reivindicó en la calle en protestas multitudinarias y recogidas de firmas en varias ciudades asturianas a finales del año pasado.
A favor están el PSOE, Podemos Asturies y IU-IX, además de Foro Asturias, aunque con condiciones como que la futura Ley de Normalización sea aprobada por tres quintas partes del Parlamento. Y en contra los partidos PP, Ciudadanos y Vox.
También la Plataforma contra la Cooficialidad, un movimiento ciudadano que alega que en Asturias “siempre han convivido, sin ningún tipo de conflicto”, quienes hablan bable y quienes no, y consideraría volverlo oficial una “imposición lingüística”.
Misma región, dos modelos
Lucía Helguera y Rafael Rodríguez nacieron y se criaron en Asturias, pero su experiencia con el asturiano es muy distinta. Aunque partir de 1984 se empezó a ofrecer el estudio del asturiano como materia optativa en el sistema de educación primaria, no todos los centros lo implantaron. Se añade que, en la etapa de educación secundaria, compite con otras materias.
Lucía (1985) nació en Gijón (Xixón, una ciudad costera), sus padres, nacidos en otra región, son castellano parlantes y en su colegio no recibió clases de asturiano. Su aproximación en la infancia fue por curiosidad a través de libros infantiles.
“No es ni siquiera mi segunda lengua. La entiendo, hablo expresiones sueltas, giros. Dudo mucho que sepa escribirlo”. Con 36 años, Lucía es una defensora “a muerte” del asturiano. Tiene camisetas con lemas a favor del idioma, tazas, va a conciertos.
Pero hubo una época en que lo denostaba. “En Madrid, en la facultad, el profesor hablaba del asturiano. Yo decía que era algo que se hablaba el fin de semana en el pueblo y era de paletos (ignorantes). Mis compañeros de Mieres (un municipio del interior de Asturias) me miraban mal”, confiesa. Donde pervivió el asturiano fue en el campo.
Cuenta Xosé Antón González Riaño que con la industrialización a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, “se modernizó Asturias, entre comillas, y la lengua quedó como algo de la clase obrera y campesina”.
De padres y abuelos nacidos en Asturias, Rafael (1978) lo escuchó desde la cuna. Aunque nació en Oviedo (Uviéu, la capital del Principado), en su barrio, con gente de obrera y mucha población migrante de las zonas rurales, “el asturiano estaba vivo”.
Lo hablaba, lo entendía, lo leía. Nunca lo estudió en la escuela. No había esa opción. Con 23 años, en la universidad, por fin tuvo la oportunidad. “Cuando me alfabeticé fue un punto de inflexión. Me dio seguridad el escribirlo sin faltas. Empecé a usarlo en mi trabajo, en mi tesis doctoral”.
Hoy, Rafael es técnico del Servicio de Normalización Lingüística en un municipio de unos 16.000 habitantes. Allí ha dado cursos de asturiano a paisanos suyos, pero también a gente llegada de Cuba o Venezuela. Pero también ve que en su barrio la cosa ha cambiado: “Hay sitios donde se mantiene, otros donde no hay transmisión (del idioma)”.
Claudia Menéndez advierte: ”Sería una vergüenza dejarlo morir. Protegemos el flamenco, el románico. El asturiano también es patrimonio”.
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