Coronavirus. Domingo de Ramos: el Papa llamó a no desanimarse ante el drama de la pandemia
ROMA.- En una misa de domingo de Ramos totalmente atípica, sin fieles, en una Basílica de San Pedro impresionantemente vacía y con los pocos fieles presentes separados por la distancia interpersonal obligatoria, el Papa llamó a vivir este momento de confinamiento y temor sin precedente en el mundo, sin desanimarse, sino volviendo a lo esencial y al servicio de los demás. E invitó a los jóvenes a mirar a los "verdaderos héroes que salen a la luz en estos días".
"El drama que estamos atravesando nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Porque la vida se mide desde el amor", recordó, en una celebración que abre los ritos de la Semana Santa transmitida por streaming y televisión, como obligan los nuevos tiempos.
"Hoy, en el drama de la pandemia, ante tantas certezas que se desmoronan, frente a tantas expectativas traicionadas, con el sentimiento de abandono que nos oprime el corazón, Jesús nos dice a cada uno: ‘Ánimo, abre el corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios, que te sostiene’", dijo Francisco en su sermón, pronunciado ante el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, ubicado detrás del famoso baldaquino de Bernini.
Por su voluntad, como cuando el viernes 27 de marzo presidió una oración extraordinaria por el fin de la pandemia con la impartición de la bendición urbi et orbi e indulgencia plenaria, lo acompañaran dos símbolos religiosos únicos. El ícono bizantino de la Virgen Salus Populi Romani, que hizo traer de la Basílica de Santa María de la Mayor y que en el VI siglo salvó a Roma de una plaga y en XIX del cólera. Y el crucifijo milagroso de la Iglesia de San Marcello al Corso utilizado en diversos barrios de Roma durante una "peste negra" que aquejó a la ciudad eterna en 1522.
En una escenografía esencial, marcada por una planta de olivo el Papa, vestido con paramentos rojo, bendijo una palma. Pero no hubo la tradicional procesión de palmas y ramas de olivo –elementos que evocan la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén- que normalmente suele tener lugar al aire libre, en una Plaza de San Pedro repleta de fieles y de peregrinos de todo el mundo. Esta vez se contaban los presentes con las manos en el templo vacío. Y no había más de treinta personas.
"Queridos hermanos y hermanas: ¿Qué podemos hacer ante Dios que nos sirvió hasta experimentar la traición y el abandono? Podemos no traicionar aquello para lo que hemos sido creados, no abandonar lo que de verdad importa. Estamos en el mundo para amarlo a Él y a los demás. El resto pasa, el amor permanece", recordó el ex arzobispo de Buenos Aires en su homilía, inspirada en el Evangelio de la Pasión según Mateo, leído por tres sacerdotes.
Como había hecho en la oración extraordinaria en la que imploró a Dios el fin de la pandemia, Francisco volvió a recordar que en este tiempo de aislamiento no hay que perderse en cosas insignificantes, sino centrarse en lo importante y "redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve". "De este modo, en casa, en estos días santos pongámonos ante el Crucificado, que es la medida del amor que Dios nos tiene. Y, ante Dios que nos sirve hasta dar la vida, pidamos la gracia de vivir para servir. Tratemos de contactar al que sufre, al que está solo y necesitado. No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer", aconsejó.
"Es cierto que puede costarnos amar, rezar, perdonar, cuidar a los demás, tanto en la familia como en la sociedad: puede parecer un vía crucis", admitió. "Pero el camino del servicio es el que triunfa, el que nos salvó y nos salva la vida", agregó. Al celebrarse a nivel diocesano la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), Francisco también tuvo palabras especiales para los jóvenes. "Queridos amigos: miren a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días. No son los que tienen fama, dinero y éxito, sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás. Siéntanse llamados a jugarse la vida", pidió. "No tengan miedo de gastarla por Dios y por los demás: ¡La ganarán! Porque la vida es un don que se recibe entregándose. Y porque la alegría más grande es decir, sin condiciones, sí al amor. Como lo hizo Jesús por nosotros".
El Papa volvió a hablarle a los jóvenes más tarde, en la oración mariana del Angelus -que presidió desde la Basílica-, cuando recordó que para hoy estaba previsto que la Cruz de la JMJ de Panamá pasará a los jóvenes de Lisboa. "Este gesto tan sugestivo fue postergado al domingo de Cristo Rey, el 22 de noviembre próximo", indicó. "A la espera de ese momento, exhorto a ustedes, jóvenes, a testimoniar la esperanza, la generosidad, la solidaridad que todos necesitamos en este momento difícil".
Recomendó luego a las personas y familias que no podrán participar en las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa "recogerse en oración en casa, también ayudadas por los medios tecnológicos". Volvió a manifestarse espiritualmente cerca de los enfermos, de sus familiares y de todos aquellos que los curan con abnegación y rezó por los difuntos.
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