La divisa estadounidense cerró este martes con la cifra más alta de la historia, lo que responde a factores externos e internos
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El dólar en Colombia cerró este martes a 5014 pesos, la cifra más alta de la historia y motivo de álgidas discusiones entre los colombianos.
Desde que Gustavo Petro llegó a la presidencia, hace menos de tres meses, el peso colombiano se ha devaluado un 14%, la caída más alta de América Latina después de la Argentina y Venezuela.
Pero el peso colombiano ha estado perdiendo valor desde antes: en los cuatro años de Iván Duque se devaluó un 44% y en los ocho de Juan Manuel Santos, un 60%.
En este tiempo las comparaciones con otros países de la región variaron, pero Colombia casi siempre estuvo, sobre todo en los últimos cinco años, entre los países latinoamericanos de mayor devaluación.
La respuesta a por qué el peso colombiano está en crisis depende de quién la responda: algunos les dan más peso a los factores internacionales, otros lo atribuyen a una condición estructural de la economía colombiana en los últimos años y muchos, sobre todo ahora, culpan directamente a Petro.
Y no hay manera científica de establecer qué factor tiene más relevancia.
Cuando la moneda colombiana sobrepasó la barrera simbólica de los 5000 pesos este martes, Petro estaba en Caracas, reunido con Nicolás Maduro. Muchos interpretaron la coincidencia como “otra señal” en contra de lo que esperan quienes mayor influencia tienen sobre el valor del peso, los mercados internacionales.
Antes de montarse al avión, Petro declaró oficialmente el desastre natural debido al invierno que sufre el país, “el peor en 40 años”, dijo, y una causa más de volatilidad económica.
Mientras sigue la discusión política sobre cuánto influye el factor Petro en la devaluación, la capacidad adquisitiva de millones de colombianos sigue en picada, entre otras porque Colombia tiene una particular dependencia de las importaciones -cosa que encarece los alimentos- y acá no existe una tradición arraigada -como en Argentina o Venezuela- de subir salarios.
“Para un país que ha sido amigo de la devaluación para estimular las exportaciones, un dólar a 5000 pesos es más problema que solución, porque genera problemas inflacionarios y de servicio de deuda que hacen más complejo el manejo macro”, dice Mauricio Cárdenas, ministro de Hacienda durante el gobierno Santos.
Estos son los factores externos e internos que los expertos mencionan como propulsores de la devaluación del peso.
Lo externo
Las monedas de muchos países emergentes como Colombia se han devaluado durante el último año debido a la suba de tasas de interés liderada por Estados Unidos, medida que busca contener la inflación en la mayor economía del mundo y atrae inversionistas que estaban en lugares más riesgosos.
La recesión en economías desarrolladas, sin embargo, parece inevitable, lo que aumenta la volatilidad internacional y perjudica a economías de mayor riesgo como la colombiana.
Justo este miércoles se espera que la Reserva Federal de Estados Unidos vuelva a subir su tasa de interés y el dólar siga su senda de fortalecimiento, el más importante en 20 años.
Parte de la volatilidad internacional se debe a los efectos de la invasión rusa a Ucrania, que encareció las materias primas que solía producir Rusia.
En principio, esa volatilidad podría beneficiar a Colombia, porque los precios del petróleo —fuente del 40% de sus exportaciones— se han mantenido altos.
Pero no ha sido así, entre otras razones porque los precios de otros commodities que Colombia suele importar, como el trigo y el maíz, también han aumentado.
El peso colombiano también podría beneficiarse del aumento de las exportaciones del país y de la inversión extranjera directa. Eso es lo que ha mantenido estable al peso mexicano, por ejemplo. Pero esta, una vez más, no ha sido la situación en Colombia, y es ahí donde toca empezar a hablar de los factores particulares de este país.
Lo interno
La economía colombiana estaba en crisis antes de que Petro llegara al poder: el déficit fiscal sobrepasa el 6%, el déficit de cuenta corriente es de 5% y la deuda externa representa un 60% del PIB, una cifra alta que el Estado debe pagar —en dólares— durante los próximos años.
En 2021, la calificación de Colombia ante las agencias de riesgo crediticio estadounidenses fue reducida debido, precisamente, a los temores de que no pague sus compromisos de deuda.
A esta crisis se añade que la sociedad colombiana es una de las más desiguales del mundo, una condición que generó, entre otras cosas, masivas protestas en 2019 y 2021 y que explica, en parte, la elección de Petro, el primer presidente de izquierda y de origen popular en décadas.
El exsenador llegó al poder con promesas de enorme envergadura, entre ellas combatir la desigualad, acabar con la protección de ciertos sectores económicos y mejorar la calidad de vida de los más pobres, que son un 40% de la población, una de las tasas más altas de la región.
Otra de sus promesas fue suspender la firma de contratos de explotación de hidrocarburos, una medida que desde el 7 de agosto ha sido archivada y luego reflotada varias veces por funcionarios del gobierno y por Petro mismo.
Durante las últimas dos décadas la economía colombiana se ha hecho cada vez más dependiente de la exportación de petróleo y carbón. Juntas representan casi la mitad de sus exportaciones. Por eso la sensibilidad del tema.
“La poca claridad sobre la continuación de los contratos de explotación es un factor clave, porque eso manda señales sobre la capacidad de pago de deuda del gobierno y sobre los incentivos para invertir en el país”, dice María del Pilar López, economista de la Universidad de los Andes.
“También estamos observando que las últimas subidas del dólar tienen que ver con inversionistas que están vendiendo sus títulos de deuda pública colombiana, sacando sus dólares del mercado colombiano”, añade la experta.
El Banco de la República reporta, en efecto, que en la actualidad están saliendo de Colombia más divisas que en cualquier otro momento de los últimos tres años.
Y a eso se añade que el gobierno está negociando en el Congreso una crucial reforma tributaria que tiene dos propósitos casi contradictorios: cumplir sus promesas de campaña y dar seguridad a los mercados internacionales.
Lo que resulte de esa negociación, que entre otras plantea mayores impuestos a las empresas de hidrocarburos, marcará no solo el devenir del dólar, sino el resto del gobierno de Petro.
Por Daniel Pardo
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