Doce días sin tregua en Chile: las protestas contra Piñera no se aplacan
Miles de personas se manifestaron frente al Palacio de La Moneda; hubo choques con la policía en Santiago y otras ciudades
SANTIAGO, Chile.- Sin pausas, y lejos de sufrir el desgaste después de 11 días de protestas ininterrumpidas, el movimientos social chileno se desplegó ayer en todo el país en otra masiva jornada de manifestaciones, con llamados a marchar hacia el Palacio de La Moneda y el Congreso, con un marcado protagonismo de organizaciones gremiales y nuevos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad en Santiago y otras ciudades.
En una ciudad agobiada, la consigna "Esto no ha terminado" -en referencia a la presión sobre el gobierno del presidente Sebastián Piñera- se transformó en un puntal del movimiento, cuya adhesión transversal generó ciertos interrogantes tras la violencia desatada el lunes. En lo que va de las movilizaciones ya se produjeron 20 muertes.
La protesta fue una señal de que el cambio de gabinete que implementó Piñera no logró aplacar el descontento. Los carteles reafirmaron ayer los principales reclamos del movimiento: nueva Constitución, mejoras salariales y pensiones, y cambios estructurales al modelo neoliberal, con un marcado acento en la administración de los servicios como agua y electricidad, privatizados en Chile desde hace varios años.
En el centro de Santiago, Plaza Italia fue el epicentro de las manifestaciones más pacíficas, con miles de personas reunidas en torno a la estatua ecuestre del general Manuel Baquedano. Sin embargo, y a casi 500 metros de esa zona, el panorama era otro.
Columnas de manifestantes se desplazaron hacia La Moneda y se encontraron con una estricta custodia de policías, lo que generó varios focos de enfrentamientos y la instalación de barricadas que cortaron el paso.
En una de las disputas, un artefacto generó un incendio en la ladera del cerro Santa Lucía, lo que obligó a la rápida intervención de los bomberos. Y a esa misma hora, un observador del Instituto Nacional de Derechos Humanos, Jorge Ortiz, acusó haber recibido el impacto de siete balines en su cuerpo por parte de la policía.
Horas antes, una pacífica marcha de 600 jardineras y de trabajadores de la salud también fue reprimida por la policía cuando se desplazaba por la céntrica Alameda. Las manifestaciones se repitieron en otros hospitales chilenos con reclamos hacia la ausencia de insumos profesionales y deficiencias presupuestarias.
El incendio que se desató anteayer en el corazón de Santiago -luego de que manifestantes saquearan un local comercial e inmediatamente lo prendieran fuego- fue transmitido en cadena nacional y se transformó en el símbolo de un rebrote de violencia que provocó un reproche generalizado.
La potencia de las imágenes reposicionó el tema de los actos vandálicos en la primera línea de la agenda y atenuó de alguna forma la adhesión al movimiento, que alcanzó su punto máximo con la multitudinaria marcha del viernes, que reunió a más de 1,2 millones de personas en Santiago.
"Lo único que estamos viendo en los medios de comunicación es por culpa de este grupo pequeño que cree en la violencia, que no tiene nada que ver con 1,2 millones que marcharon este viernes", dijo Karla Rubilar, la nueva vocera del gobierno de Piñera tras el cambio de gabinete.
Para el sociólogo Mauricio Ríos, esa falta de homogeneidad hace que las movilizaciones tengan múltiples formas. "Y pueden ir desde lo artístico a lo más confrontativo. En la medida en que la gente sienta que sus demandas no son escuchadas podría haber una escalada más compleja", aventuró.
"Por ello es vital entender que es necesario abrir espacios de diálogos con todas las fuerzas vivas, no solo de la clase política, sino todas las fuerzas que puedan dar cuenta del descontento social. De lo contrario, estos espacios pueden ir siendo copados por sectores más reaccionarios que utilizan el temor natural a la violencia, como estrategia política", profundizó.
Lucía Dammert, socióloga de la Universidad de Santiago y directora del centro de estudios Espacio Público, afirmó que no es claro si el recrudecimiento de la violencia podría afectar la adhesión al movimiento. "Rápidamente las fuerzas políticas y la ciudadanía se ha manifestado en contra de los hechos de violencia. Entonces esto generó que el gobierno no haya podido generar una sensación de ganador único", señaló.
"Los hechos de violencia hacen un daño enorme, pero todavía no está claro que pueda disuadir a la gente que salga marchar. Por otro lado, si efectivamente no hay una resolución a las necesidades de la población, puede que se aplaque la protesta, pero va a quedar la sensación de que pueden haber rebrotes de violencia cada vez que haya un movimiento social importante", cerró Dammert.