Divididos y aislados, los islamistas discuten su futuro y, con él, el de todo Egipto
Congregados alrededor de una mezquita utilizada como morgue, un numeroso grupo de islamistas esperaba confiadamente una oleada de apoyo y simpatía popular de otros egipcios. Nunca llegó.
Con sus líderes encarcelados o silenciados, los islamistas siguen shockeados ante la peor matanza colectiva de la historia moderna de Egipto.
Muchos de los que esperaban frente a la improvisada morgue hablaban de guerra civil. Algunos culpaban a los miembros de la minoría cristiana copta por apoyar la toma militar del poder. Unos pocos hablaban abiertamente de recurrir a la violencia. Entre esas opciones se debaten hoy los Hermanos Musulmanes, más sus seguidores que su dirigencia, entre los que hoy parece haber surgido una brecha.
Y el resultado de ese debate interno tal vez sea la variable más crítica y determinante de la próxima fase de la crisis. El gobierno, sostenido por los militares, dejó en claro que está decidido a demonizar y reprimir a los islamistas con una ferocidad que supera incluso la de Gamal Abdul Nasser, el autócrata que proscribió a los Hermanos hace 60 años.
La opción por la que se inclinen los islamistas será la que inexorablemente dé nueva forma tanto a su movimiento como al país.
¿Retomarán la estrategia acomodaticia que sostuvo a los Hermanos durante el gobierno del ex presidente Hosni Mubarak? ¿Redoblarán sus protestas callejeras a pesar de las continuas bajas , o recurrirán al levantamiento armado, como lo hicieron algunos de sus miembros en la década de 1990?
"La solución tal vez llegue bajo la forma de una lista de asesinatos", dijo Ahmed, un joven de 27 años que como tantos otros se rehusó a dar su nombre completo por miedo a las represalias de las autoridades. "Dispararle a cualquiera que lleve uniforme, sin importar si es bueno o malo, porque lo que hicieron ellos con nosotros la otra noche fue exactamente eso", agregó.
Mohammed Rasny, un ingeniero de 30 años, lo interrumpió: "Ésa no es la solución", y agregó que los líderes islamistas resurgirán "con un plan de protesta conjunto".
A pesar del amplio apoyo que aparentemente recibió el accionar policial de los medios de prensa privados y gran parte de los ciudadanos de El Cairo, Rasny dijo creer que el baño de sangre volcará a la opinión pública contra el gobierno puesto a dedo por los militares. "Ya está pasando", dijo.
A la espera de que eso suceda, los islamistas egipcios siguieron descargando ayer su furia en todo el país. En medio una serie de ataques contra templos y negocios de los cristianos coptos, incendiaron al menos una iglesia, en Fayoum.
Frente a la morgue improvisada en la mezquita de El Cairo, algunos islamistas argumentaron que el papa copto, Teodoro II, había convalidado la represión, y señalaron que los ataques a las iglesias en todo el país son una represalia. "Si tras la masacre el papa Teodoro salió a agradecerles a los militares y a la policía, que a nosotros no se nos acuse de sectarismo", dijo Mamdouh Hamdi, un contador de 35 años.
El movimiento, usualmente conocido aquí por su férrea disciplina, parece haberse desprendido de sus líderes tomando un peligroso camino, dijo Ali Farghali, de 47 años y ejecutivo de una multinacional, que también esperaba frente a la mezquita. "Los dirigentes ya fueron, y ahora es la calle la que marca el pulso. Cuando las cosas escapan al control de los dirigentes, la situación es impredecible."
Pero si los islamistas esperaban que la represión del miércoles hiciera que el resto del país le dé la espalda al gobierno sostenido por los militares, aún no hay indicios de que eso vaya a ocurrir. Mohammed el-Baradei, vicepresidente interino, premio Nobel de la Paz y único funcionario que renunció tras la sangrienta represión, fue muy criticado por su dimisión, tanto en los medios públicos como privados.
El ultraconservador Partido Al-Nour, el grupo liberal 6 de Abril y los Socialistas Revolucionarios de la extrema izquierda se manifestaron en contra de la matanza. Pero la mayoría de las facciones políticas denunciaron que los islamistas representan una amenaza terrorista y aplaudieron al gobierno.
Como las principales redes satelitales de los islamistas fueron cerradas por el nuevo gobierno, la cobertura de la TV, tanto estatal como privada, insistió en acusaciones infundadas sobre la amenaza terrorista que implicaban las sentadas de los islamistas en las plazas de El Cairo, o asegurando que fueron los manifestantes los que abrieron fuego contra la policía. A diferencia de los periódicos de todo el mundo, ninguno de los principales diarios egipcios puso imágenes de la masacre en su portada.
Veteranos miembros de Gamaa al-Islamiya, el grupo islamista ultraconservador que hace dos décadas sacudió Egipto con una campaña terrorista y que luego renunció a la violencia, dijo que desde la toma militar del poder tuvieron que frenar a muchos jihadistas para que no vuelvan a sus antiguas prácticas.
"Debido a nuestra experiencia y a nuestra posición en contra del uso de la violencia, los persuadimos de que Egipto no puede permitirse una guerra, que el conflicto armado no le conviene a nadie", dijo Ammar Omar Abdul Rahman, líder de Gamaa al-Islamiya.
Pero tras la represión del miércoles, ese argumento lleva las de perder, dijo Abdul Rahman.
Los actores y las opciones de la crisis egipcia
- La interna islamista
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Traducción de Jaime Arrambide
The New York TimesTemas
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