Dividido por el Covid y otros conflictos, el mundo se unió para la exploración del espacio
Pese a las rivalidades políticas y económicas, el lanzamiento del telescopio James Webb puso de relieve el entendimiento internacional de cara a las estrellas
NUEVA YORK.- Estados Unidos era un país dividido, pero eso no impidió que algunas partes del Telescopio Espacial James Webb se construyeran en un estado republicano y se probaran en un estado demócrata.
Rusia y la Unión Europea están enfrentadas por Ucrania y otros temas, pero los científicos y cosmólogos de ambos bandos se beneficiarán enormemente de los descubrimientos que muy pronto estarán al alcance de sus ojos.
Y si bien la pandemia descalabró la cadena de suministros a nivel global, ningún confinamiento detendrá la trayectoria del telescopio hacia las estrellas: las partes fueron ensambladas en muy diversos países, luego testeadas en Estados Unidos, y el producto final terminó en una plataforma de lanzamiento de la Guyana Francesa, de donde partió hacia el espacio exterior el día de Navidad.
En más de un sentido, la historia del Telescopio Espacial James Webb es inusual en los tiempos que corren, porque es una historia de países que se ponen de acuerdo en pos de un objetivo común. Hoy que los países están divididos por su posición sobre el cambio climático, las migraciones y las enfermedades que se han cobrado millones de vidas, el telescopio —lanzado para buscar planetas potencialmente habitables y observar las estrellas y galaxias más antiguas y distantes— es un poderoso recordatorio de que la cooperación internacional en proyectos a gran escala sigue siendo posible.
“Me gusta pensar que la ciencia es una forma de moderar algunas de las tendencias extremistas que tenemos en este planeta”, dice Martin Barstow, profesor de astrofísica y ciencia espacial en la Universidad de Leicester, Inglaterra, supervisor del centro de control de misión del telescopio. “Y siempre he considerado el espacio como un terreno de cooperación, incluso en los momentos difíciles.”
Con la cooperación también llega la competencia. China, que no participó del proyecto, tiene intenciones de lanzar su propio telescopio espacial, que sería una especie de competidor del James Webb. China también se ha asociado con Rusia en varias misiones, sobre todo desde que la alianza espacial ruso-norteamericana empezó a agrietarse por las tensiones políticas entre ambos países.
Empresa conjunta
De todos modos, la concepción y el lanzamiento del telescopio, un proyecto que llevó más de 30 años, involucró no solo la cooperación de científicos de todo el mundo, sino también compartir el costo de 10.000 millones de dólares, cubierto en gran parte por Estados Unidos. A diferencia del vehículo rover Perseverance enviado a Marte —un proyecto mayormente estadounidense lanzado el año pasado y supervisado por la NASA—, el Telescopio Espacial James Webb fue una empresa conjunta de la NASA, la Agencia Espacial Canadiense y la Agencia Espacial Europea, y es el observatorio espacial más grande y costoso jamás construido.
De hecho, el proyecto del telescopio no sufrió alternaciones ni siquiera cuando hubo turbulencias políticas a ambos lados del Atlántico. El proyecto trascendió el ascenso de Donald Trump en Estados Unidos, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea y la creciente popularidad de los movimientos nacionalistas en Europa, incluidos muchos cuyos seguidores son antivacunas.
Cuando la pandemia obligó a imponer restricciones a los viajes en todo el mundo, los científicos alemanes tuvieron que idear la forma de probar de manera remota las partes del telescopio que estaban en Redondo Beach, California.
“Íbamos todo el tiempo a Los Ángeles por temas del telescopio, hasta que de pronto no se pudo viajar más”, dice Oliver Krause, del Instituto de Astronomía Max Planck, Alemania, que ahora está trabajando en el sucesor del telescopio Webb, cuya construcción ya está en marcha en California. Krause dice que los equipos se pasaron semanas tratando de idear una solución.
Rompecabezas
Las contribuciones del propio Krause fueron piezas claves del rompecabezas de ingeniería: los rodamientos que permiten que la cámara y el espectrógrafo de infrarrojo medio del telescopio puedan alternar entre diversos modos operativos. Su equipo en Heidelberg, Alemania, fue elegido para construir esos rodamientos debido a su amplia experiencia en el desarrollo de partes móviles de los telescopios.
“Es una parte crucial, porque si la rueda se atasca en una posición intermedia, de pronto no entra luz al telescopio”, dice Krause, destacando la calidad de la ingeniería alemana. Otras partes del telescopio, como su escudo de protección solar, se construyeron en lugares como Huntsville, Alabama.
Así como las partes del telescopio lograron atravesar fronteras y superar divisiones políticas, también lo hicieron los expertos como Sarah Kendrew, astrónoma y experta en calibración de instrumentos de la Agencia Espacial Europea.
Kendrew ayudó a desarrollar uno de los componentes clave del telescopio, el MIRI, una combinación de cámara y espectrógrafo para longitudes de onda infrarroja media. El dispositivo es capaz de detectar luz de la zona infrarroja media del espectro electromagnético, invisible para el ojo, y puede revelar galaxias tenues, estrellas en formación y planetas que orbitan otras estrellas, conocidas como exoplanetas.
El trabajo de Kendrew con el MIRI empezó en 2008 con una beca postdoctoral en los Países Bajos. Luego se mudó a Alemania, donde se probó el instrumento, y a Gran Bretaña, donde continuó su trabajo sobre el MIRI y otros instrumentos astronómicos. Finalmente, en 2016 se mudó a Baltimore, donde quedó instalado el centro de control de misión del telescopio James Webb.
“La ciencia es una de esas áreas donde hay que aprender a trabajar sin fronteras ni divisiones políticas”, dice Kendrew ya de regreso de Kourou, Guayana Francesa, donde viajó para asistir al lanzamiento del telescopio.
Al final de un año extremadamente difícil y en un mundo desesperado por recibir alguna buena noticia, el mero lanzamiento del telescopio parece contener un mensaje de esperanza. El evento fue seguido con atención desde muchos países y trajo recuerdos de la inauguración de la Estación Espacial Internacional, hace dos décadas, o de las primeras misiones Apolo a la Luna, cuando la gente prendía el televisor para ver cómo se desarrollaba la carrera espacial en todo el mundo.
“La gente siguió el lanzamiento del telescopio James Webb en todo el mundo, incluso en China o en Corea del Norte”, dice Michaël Gillon, un astrofísico belga que formó parte del proyecto. “Porque sea cual sea su religión o su sistema político, a la gente le interesan los descubrimientos y los avances de la ciencia.”
(Traducción de Jaime Arrambide)
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