A diferencia de lo que sucede estos días, durante la pandemia de 2009 de gripe A, sí había una droga recomendada por la Organización Mundial de la Salud(OMS) y otras entidades de Europa y Estados Unidos. Entonces, los diferentes países gastaron literalmente miles de millones de dólares y apilaron cajas y cajas de oseltamivir (o Tamiflu). Resultó que después de todo no era tan efectivo en la relación costo-beneficio, según un trabajo de investigación publicado en 2014 por Cochrane, quizá la entidad más respetada en revisión de estudios médicos. "Descubrimos que la evidencia pública sobre esta droga es fragmentada, inconsistente y contradictoria", escribió entonces uno de los investigadores en el British Medical Journal (BMJ).
Once años después de aquella primera pandemia del siglo XXI, la Organización Mundial de la Salud consideró que un extraño virus nuevo detectado en una provincia de la China, que generaba neumonías mortales y se extendía por países y continentes, cumplía los requisitos para ser considerado pandémico. Desde entonces, murieron más de 478.000 personas y el final no aparece en el horizonte. Ante este panorama, la OMS quedó en el centro de la escena y se transformó en el eje de críticas de variado espectro.
¿Cómo funciona la OMS?
Con un presupuesto de más de 2500 millones de dólares anuales, la OMS tiene oficinas en 150 países y programas contra enfermedades no transmisibles, transmisibles, de promoción de la salud y preparación, vigilancia y respuesta a las crisis, entre otros. Fundada en 1948, es una de las entidades de la ONU y es par, por ejemplo, de la FAO (encargada de velar por cuestiones alimentarias) o de la Unesco. Tiene más de 7000 empleados y su sede central está en Ginebra, Suiza. Entre sus éxitos suelen citarse los avances contra el tabaquismo, su intenso trabajo contra el Ébola y la casi total erradicación de la poliomielitis (quedan focos en países de credo musulmán que resisten la vacunación).
Aunque menos de las que se le atribuyen, la OMS tuvo algunas marchas y contramarchas sobre temas sensibles durante los más de 100 días que transcurrieron desde que el 11 de marzo declaró la pandemia por el nuevo coronavirus con un virtual impacto en las más de siete mil millones de personas que habitan el planeta.
Respecto al uso del barbijo, en una guía del 4 de abril, el organismo decía que no había que usarlo cuando una persona no presentaba síntomas respiratorios. De a poco, esa instrucción fue cambiando hasta que en una guía fechada el 7 de junio indicó: "Cuando haya una transmisión comunitaria generalizada, y particularmente en lugares donde no sea posible aplicar el distanciamiento físico, los gobiernos deben fomentar la utilización de mascarillas de tela para la población general". Y aclaró: "Existen escasas pruebas de su eficacia y la OMS no recomienda su uso generalizado por la población como medida de control de Covid-19".
Sobre las pruebas de la hidroxicloroquina, un medicamento contra la malaria con efectos secundarios, primero la incluyó en una serie de ensayos clínicos (bautizada Solidaridad) en base a un trabajo con escasísimas evidencias del francés Didier Raoult. Luego, retiró la droga a raíz de un análisis de la revista The Lancet. Más tarde, se detectó que ese análisis también había tenido problemas técnicos y se la volvió a incluir en Solidaridad. Finalmente, fue dada de baja el 17 de junio porque "no reduce la mortalidad en los pacientes hospitalizados por Covid-19".
También generó ruido una afirmación no del todo precisa de una de sus expertas respecto de los contagios de los asintomáticos. Al día siguiente, debió aclarar que sí, que las personas que no tienen síntomas de coronavirus pueden contagiar si están infectadas.
"También hubo dudas respecto de si el frío o las bajas temperaturas favorecen o no la gravedad y la propagación del virus… El problema es que ante estas dudas a veces no se sabe a quién recurrir", aporta Alejandro Andersson, director del Instituto de Neurología Buenos Aires.
Sin libreto
Sin embargo, no todas las culpas deben ser achacadas a los innegables problemas de liderazgo o de comunicación por parte de la OMS: hay asuntos que tienen que ver con la misma dinámica de un virus nuevo que trae consigo un sinfín de problemas más allá de las situaciones clínicas específicas. "No hay libreto" es una de las máximas repetidas por expertos consultados sobre la actuación del organismo. Y es algo que queda expuesto a la luz de las diferentes respuestas de cada país ante la situación. Entre las preguntas pendientes de la ciencia está, por ejemplo, durante cuánto tiempo el cuerpo puede generar inmunidad al coronavirus, si será como la gripe, con cambios estacionales, o como otros que ya no vuelven a enfermar.
Para peor, todo lo anterior se mezcló con tironeos políticos y acusaciones cuyo sustento aún se espera, como en el caso de las declaraciones del presidente de los Estados Unidos que anunció que su país abandonaría el organismo y ya no haría su aporte que, para el bienio 2018/2019, fue de casi 900 millones de dólares (ya había tomado similares decisiones respecto a la UNESCO y al Acuerdo de París contra el cambio climático).
"China ignoró las obligaciones de informar a la OMS y presionó a la organización para que el mundo infravalorara el coronavirus", dijo Donald Trump. Respecto de retirar el financiamiento de la hidroxicloroquina consideró que era "un crimen contra la humanidad".
Pero también hay críticas de quienes creen que la OMS se ve demasiado influida por los laboratorios farmacéuticos y megaempresarios a través de sus fundaciones, que colocaron 4300 millones de dólares en conjunto para su funcionamiento para los años 2018 y 2019.
"Vemos que la OMS perdió objetividad en los últimos años porque el aporte de los gobiernos fue bajando y hoy tiene un 80% de sus fondos que provienen del sector privado", señaló a LA NACION Lorena Di Giano, directora de la Fundación Grupo Efecto Positivo (GEP), dedicada a la búsqueda del acceso universal a la salud. Para Di Giano, el problema se acentuó desde 2009, pero analiza que ante la emergencia actual, las contradicciones pueden deberse a que "se reacciona a medida que se tiene evidencia".
Con el coronavirus se reacciona a medida que se tiene evidencia.
Lo que sí le preocupa es que una vez conseguidos los tratamientos y las vacunas no sean propiedad de las empresas y exista realmente un alcance universal. Por eso destaca la importancia de apoyar el rol de la OMS aunque haya cuestiones de propiedad intelectual que no se puedan resolver en ese organismo. "Eso lo regula la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la OMS poco puede hacer al respecto, justamente eso es lo que buscamos cambiar", agregó.
No es un organismo que haya salido fortalecido de este desafío
"Es indudable que no sale bien parada la OMS, su papel no ha sido el más lucido", afirmó días atrás el ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, en una entrevista con los miembros de la Red Argentina de Periodismo Científico, ante una consulta de LA NACION. Sin embargo, agregó que también se han equivocado en este contexto otros referentes de la ciencia como el BMJ y la revista The Lancet. "Ha habido una batalla política que tuvo a la OMS como epicentro, pero está claro que no es un organismo que haya salido fortalecido de este desafío", completó el ministro.
Pese a tropiezos y zancadillas, la OMS aún sigue siendo la principal entidad y guía para todos los gobiernos del mundo a la hora de lidiar con una pandemia cuyo grado de severidad y alcances todavía son desconocidos.
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