Días sin sol y problemas respiratorios en el corazón del drama amazónico
PORTO VELHO.- La crisis provocada por el descomunal aumento de los incendios en la Amazonia se siente con intensidad en Porto Velho, la capital del estado de Rondonia, en el corazón de la selva amazónica brasileña. El sol no llega a verse claramente en ningún momento del día; una persistente neblina cargada del humo recuerda todo el tiempo la cercanía de los focos de fuego, envuelve a la ciudad con un calor sofocante y multiplica los problemas respiratorios entre su medio millón de habitantes.
Por orden del presidente Jair Bolsonaro, las fuerzas armadas montaron aquí el centro de comando para las acciones de combate de las llamas, en una operación que bautizaron "Verde Brasil" aunque por ahora el color que más se ve es el negro de la espesa vegetación de los alrededores carbonizada.
Desde enero hasta el domingo pasado, en todo el país se han registrado ya 80.626 incendios forestales, más de la mitad de ellos en la Amazonia, un aumento del 87% en comparación con el mismo período del año pasado.
"Las quemas para limpiar la tierra son comunes para esta época del año, en la temporada seca, pero nunca en mi vida había visto algo así. No sé si es deforestación o qué, pero algo no está bien y nos está afectando a todos", resaltó a LA NACION Edi Alencar, una jubilada de 72 años que no se separa de sus gotas de colirio para evitar que se le irriten los ojos mientras iba al supermercado.
Los ancianos y los niños son quienes más sufren los efectos del humo que viene desde la selva. Estos días, en la sala de espera del Hospital Infantil Cosme e Damião, constantemente hay padres de niños con problemas que se repiten: tos, gargantas resecas, dificultades para respirar, narices que sangran por inflamación de las mucosas, ojos irritados y fiebre.
Mientras acariciaba el pecho de su hija Ana Julia, de 6 años, la cocinera Juliane Chagas, 30, explicó el malestar que aqueja a la nena desde hace quince días. "Está con una tos seca, que no es catarro. Empieza a la tarde y por la noche no consigue dormir. Ya intentamos con jarabe y con inhalaciones, pero nada la calma", remarcó en su segunda visita al médico esta semana.
Afuera, un repentino y breve chaparrón llevó a que varios padres se agolparan en la puerta para celebrar la inesperada llegada del agua. "Ojalá con un poco de humedad nos traiga un poco de calma. Yo tengo a tres de mis hijos con tos y rinitis y ya hasta han perdido días de clase", señaló la profesora Regiane Martins, 38.
En unos minutos de descanso, el pediatra Daniel Pires, director general adjunto del hospital, explicó que el momento más crítico fue dos semanas atrás, cuando pasaron de atender 120 niños con problemas respiratorios por día a 380. "Nos preocupamos bastante, pero entonces también la lluvia atenuó los efectos", dijo y apuntó que, más allá de tener el tracto respiratorio menor y de estar con su sistema inmunológico en desarrollo, los niños son los más perjudicados por las actuales condiciones ambientales porque suelen pasar tiempo jugando afuera y así quedan más expuestos.
En la sede de 17ª Brigada de Infantería de la Selva, perteneciente al ejército, el movimiento era ayer constante, aunque se mantenía un virtual hermetismo en torno a los operativos de combate a los incendios. Los militares tomaron control de todo el flujo de información que hasta ahora aportaban libremente el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama), y el Centro Gestor y Operacional del Sistema de Protección de la Amazonia (Censipam). Tras una reunión con estos organismos, además de la Fuerza Nacional de Seguridad y el Cuerpo de Bomberos Militares, solo se indicó que el efectivo dispuesto para la Operación Verde Brasil aquí había aumentado de 400 a 900 hombres y mujeres, con cerca de 150 patrullas y 20 aeronaves (aviones y helicópteros) para luchar contra los delitos ambientales, con énfasis en los focos de incendio.
En tanto, desde Brasilia, el presidente Bolsonaro anunció que hoy tendrá un encuentro con los gobernadores de los nueve estados amazónicos (Acre, Amapá, Amazonas, Maranhão, Mato Grosso, Para, Rondonia, Roraima y Tocantins) para revelar "la verdad sobre lo que otros quieren" con respecto a la Amazonia. "Ser un Juan 8.32", resaltó en referencia a la cita bíblica que señala "conoceréis la verdad y la verdad los hará libres".
Escéptico del cambio climático por causa de la actividad humana, Bolsonaro había defendido hasta la semana pasada la postura anti-ambientalista que expresó abiertamente durante toda la campaña electoral del año pasado. Ya en el poder, recortó fondos públicos para organismos ambientales, redujo las operaciones de fiscalización para la preservación de la Amazonia y también las multas aplicadas considerar que eran un obstáculo al desarrollo económico de la región. El mes pasado cuestionó las cifras oficiales del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) que mostraban un tremendo aumento de la deforestación en la primera mitad del año y despidió al director del organismo. La semana pasada llegó incluso a sugerir que detrás de los incendios forestales estaban las organizaciones gubernamentales (ONG) ambientalistas. Sus declaraciones profundizaron la crisis internacional sobre el tema y llevaron a que la Unión Europea (UE) amenazara con sanciones comerciales y con no ratificar el recientemente firmado acuerdo de libre comercio entre la UE y el Mercosur.
En las calles de Porto Velho, el asunto generó muchas polémicas. Hay quienes apoyan al presidente en su cruzada desarrollista y su crítica a las ONG, y quienes creen que el mandatario empeoró la ya delicada situación de Brasil, al borde, de nuevo, de una recesión económica.
"Las ONG’s y los líderes europeos no están realmente preocupadas por preservar la selva, quieren nuestras riquezas. Hasta el agua del río Amazonas se llevan a Europa para vender allá. Recaudan mucho dinero con la selva, pero esa plata no llega a las comunidades indígenas y poblaciones locales que viven de la Amazonia. Nosotros tenemos derecho a desarrollarnos también", se quejó el abogado José Lima, 50, en la parada de un colectivo.
A pocos metros de distancia, en un bar de la Plaza Mariscal Rondón, un grupo de jóvenes estudiantes se lamentaba del apoyo que tiene la visión de Bolsonaro en las generaciones más adultas.
"No se dan cuenta de que con la devastación de la selva perdemos todos y nos quedamos sin futuro aquí. El ‘cartel bovino’, los productores ganaderos que más impulsan la deforestación, solo persigue su interés económico; quienes vivimos acá no les importamos", afirmó Pedro dos Santos, 18, estudiante de informática.
En la esquina, desde los parlantes en la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios, una voz chillona vociferaba sobre el Apocalipsis mientras el sol se ocultaba en la otra orilla del correntoso río Madeira -un afluente del Amazonas-, en medio de una amenazante bruma.
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