Detrás de su voz moral, una líder enigmática
En las elecciones de 2010, fue la revelación que provocó una sangría de votos en el PT. Hoy, tras la inesperada muerte de su compañero de fórmula Eduardo Campos, Marina Silva podría tener su revancha política contra la presidenta Dilma Rousseff en los comicios de octubre. El escenario es diferente, pero hay algo que juega en su favor: la carismática líder ecologista es aún una opción renovadora para los brasileños.
Con 56 años, Silva es una de las figuras políticas más populares del país y cuenta con suficientes credenciales para lograr que el Partido Socialista de Brasil (PSB), de luto por la muerte de Campos en un accidente aéreo anteayer, la elija como candidata.
Pero no todo el PSB la quiere a Silva. Para algunos, su postura se acerca demasiado a la izquierda y la califican de una política contradictoria, impredecible y de carácter enigmático.
Silva llegó como expatriada al PSB, hace menos de un año, cuando su partido, Red Sustentabilidad, no registró suficientes firmas para anotarse en la contienda.
Los militantes del PSB aceptaron su candidatura a regañadientes, pero tenían en claro que su figura captaría electores, como quedó en evidencia en las elecciones de 2010, cuando sacó el 20% de los votos como candidata del Partido Verde.
Además contaba con una sólida trayectoria política: fue la senadora más joven de Brasil a los 36 años, diputada y ministra de Medio Ambiente del ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva, de 2003 a 2008.
Frustrada por las trabas en la legislación de protección al medio ambiente, abandonó el gobierno de Lula y rompió con el PT. En los años siguientes, criticó la creciente corrupción, lo que le ganó una reputación como una inusual voz moral en la política.
Su estilo antiestablishment y crítico hacia la política tradicional atrajo a los votantes que no se sienten representados por el PT, particularmente a los brasileños más jóvenes, que protagonizaron las masivas protestas anticorrupción el año pasado.
Pero su base electoral es heterogénea. También cuenta con el apoyo de los evangélicos, que representan al 22,2% de la población del país (42,3 millones).
Marina, que no viaja si no lleva una Biblia de equipaje, es una fervorosa creyente. Cambió el catolicismo por el culto evangélico a fines de los 90, cuando una enfermedad la llevó a las puertas de la muerte. Por esos años comenzó a tener sus "experiencias místicas".
Para muchos su personalidad es un enigma: a veces proyecta una imagen distante y en otras se muestra como una dirigente humana.
Criada en una familia de humildes seringueiros (recolectores de caucho) en el estado amazónico de Acre, fue analfabeta hasta los 16 años, cuando decidió dejar el campo y emprender una nueva vida en la ciudad.
En los 70, estudió historia, época en la que conoció al activista sindicalista Chico Mendes y se interesó por el derecho de los trabajadores. Fue en el 85 cuando su destino se cruzó con el de Lula. Ese año se afilió al Partido de los Trabajadores y comenzó a forjar su carrera política.
MARINA SILVA
Dirigente del partido socialista de Brasil (PSB)
- La líder ecologista se afilió al PSB hace menos de un año, pero la muerte de su compañero de fórmula Eduardo Campos catapultó su figura.
- Hija de recolectores de caucho, fue analfabeta hasta los 16 años, cuando abandonó el campo y se instaló en la ciudad.
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