Después de Trump, ya nada será igual para la prensa de EE.UU.
Nueva York.- En pleno debate y ante 63 millones de televidentes, un candidato presidencial amenaza con encarcelar a su rival y la llama “el diablo”. Denuncia un complot de los medios y presenta una y otra demanda por difamación. Advierte que las elecciones están amañadas, manipuladas por la “prensa corrupta”, y evoca algo que causa escalofríos en Estados Unidos: el fantasma de un fraude electoral.
Le prohíbe a uno de los principales diarios del país cubrir sus actos de campaña. Se burla de un periodista discapacitado y alienta la violencia. Recurre a obscenidades al referirse a las mujeres.
¿Cómo cubrir una campaña y a un candidato de estas características? Muchos creen que Estados Unidos no estaba preparado para un fenómeno de esta naturaleza. La irrupción de Donald Trump en el escenario político norteamericano provocó un verdadero terremoto, pero no sólo para los partidos tradicionales. Para los medios, marcó un antes y un después: terminó por cambiar muchas de las clásicas reglas de juego.
Entre incrédula y fascinada, buena parte de la prensa tardó en reconocer su potencial como candidato capaz de llegar a la Casa Blanca. Luego, hizo esfuerzos para tratar de mantener el equilibrio que caracteriza al periodismo norteamericano. Hasta que decidió que, con Trump, todo cambió: había que reescribir las reglas, modificar el vocabulario y dejar de lado la objetividad.
Mezclando política y espectáculos con un estilo más propio de un caudillo latinoamericano o un autócrata de Europa del Este, Trump despegó en la campaña batiendo ratings y clics: un regalo del cielo para muchos sitios y diarios de Estados Unidos ávidos de audiencia. Cada palabra, cada delirio de Trump, medía. Y el espacio que le regalaba la prensa crecía y crecía. Micrófono en mano y ante las cámaras, el rey del reality show se convertía en gigante.
Thomas Friedman, el célebre columnista de The New York Times, fue elocuente: irónico, preguntó por qué Estados Unidos no había vendido entradas para presenciar la campaña.
"Los periodistas, en conjunto, fallamos en esta carrera presidencial. No entendimos que Trump era distinto, no investigamos lo suficiente hasta último momento", dijo Jeff Jarvis, investigador y profesor de periodismo de la Universidad de Nueva York, a un grupo de medios internacionales, entre ellos LA NACION, al describir lo que el director de uno de los grandes diarios calificó de campaña "casi latinoamericana".
Dean Baquet, editor ejecutivo de The New York Times, coincide en que la irrupción de Trump planteó un verdadero dilema para los medios. "Creo que desafió nuestro idioma. Trump va a cambiar el periodismo norteamericano. Él puso fin a nuestro debate sobre cómo decir abiertamente: esto es mentira. Trump lo logró", afirmó Baquet en una entrevista.
Es verdad, Trump lo hizo. El 16 de septiembre, The New York Times se vio obligado a cambiar 165 años de historia y modificar dos políticas estrictas de su semántica: usó por primera vez la palabra "mentira" en una nota que no era de opinión. Luego, en octubre, cruzó una nueva barrera y publicó obscenidades para reflejar el grotesco video en el que el magnate republicano habla de abusar de las mujeres.
Para los medios, esta campaña plantea un desafío no exento de riesgos. Nunca en la historia hubo un desequilibrio tan abismal en los apoyos de la prensa a uno y otro candidato. Hasta ayer, más de 80 diarios norteamericanos se habían expresado abiertamente por Hillary Clinton. Trump festejó apenas un respaldo: el del tabloide National Enquirer.
La magnitud del vuelco de la prensa hacia la candidata demócrata quebró todos los récords e incluso fue más allá de las fronteras partidarias. Muchos diarios que nunca se habían expresado por algún candidato lo hicieron por Hillary, aun a costa de recibir virulentas amenazas. Otros que nunca habían apoyado a un demócrata también lo hicieron. USA Today rompió 34 años de tradición y se expresó en un editorial sobre la campaña. En rigor, no fue un apoyo a Hillary, sino un rechazo a Trump, al que consideró "un peligroso demagogo".
"Fue un hecho tan inédito que tuvimos que cubrirlo como una noticia desde la redacción", dijo Donna Leinwand, editora de Breaking News de USA Today, a LA NACION.
La revista The Atlantic también le dio la espalda a su historia y se volcó por Hillary. En sus 159 años sólo había hecho lo mismo en 1860 y en 1964. "Donald Trump es una amenaza para la democracia", dijo.
Hasta la revista Foreign Policy quebró un tabú y se expresó en favor de la candidata demócrata. "La lista de motivos por los cuales Trump representa una gran amenaza es tan extensa que es alarmante", afirmó.
Pero la gran pregunta, cuando faltan pocas semanas para el día de la verdad, es cuánto peso tiene la opinión editorial de los diarios en los votantes. El país ya no es el mismo que hace cuatro décadas, ya no es el Estados Unidos de los Papeles del Pentágono y del Watergate, cuando los periodistas eran los héroes y los políticos, los canallas.
La credibilidad de la prensa está cerca de su mínimo histórico: apenas el 32% de los norteamericanos dice que tiene gran o mediana confianza en los medios, según una encuesta de Gallup de septiembre. El Centro Pew, en tanto, reveló que el 74% de los votantes cree que la prensa tiende a favorecer a uno de los bandos.
Así y todo, el 75% cree que los medios tienen un rol central para mantener "en caja" al gobierno. De ahí que, para muchos analistas norteamericanos, el abrumador desequilibrio y el lenguaje apocalíptico que usaron los editoriales para describir una eventual presidencia del candidato republicano pueden haber convencido a algún indeciso. Del resto se encargó el propio Trump.
Claramente se ha caído en un círculo vicioso. Nunca hubo un candidato que reaccionara con tanta virulencia contra los medios. Encerrado en una espiral descendente y cada vez más aislado y verborrágico, Trump ha llevado incluso a que el Comité para la Protección de Periodistas, una organización independiente que tradicionalmente defiende la libertad de prensa en países arrasados por la guerra o afectados por regímenes totalitarios, hiciera la semana pasada una inédita advertencia sobre las elecciones en Estados Unidos.
Muchas organizaciones -entre ellas, CNN y NBC- llegaron al extremo de tener que contratar seguridad especial para los periodistas y camarógrafos que cubren sus actos de campaña, en los cuales las agresiones a la prensa escalaron peligrosamente en los últimos días. Otros, como National Public Radio (NPR), incluso entrenan a sus reporteros como si los enviaran a una zona de guerra.
Pero Trump no puede ignorar que, en parte, le tiene que dar las gracias a la prensa por haber llegado tan lejos. Un estudio del centro Shorenstein, de Harvard, reveló que durante la primera mitad del año atrajo más atención de los medios y tuvo un mejor trato que ningún otro candidato, algo que "ayudó a impulsarlo a la cima de las encuestas republicanas".
Para Jim Rutenberg, columnista de medios de The New York Times, Trump gozó de 2000 millones de dólares en prensa gratis en las primarias, más de seis veces lo que tuvo su principal rival republicano.
Como en buena parte de Estados Unidos y el mundo, muchos en la prensa demoraron en tomar en serio la candidatura del magnate: no midieron cuán profundo calaba su mensaje en una parte de la sociedad.
Un caso de estudio fue el de The Huffington Post. Cuando empezó la campaña, en un rimbombante mensaje anunció que desterraba la cobertura de Trump a la sección Entretenimiento, porque su candidatura era "un espectáculo". Pero el demoledor avance del candidato republicano en las primarias obligó al sitio creado por Arianna Huffington a dar marcha atrás. "Ya no nos entretienes", dijo en diciembre de 2015. Eso sí, al final de cada uno de los artículos sobre la campaña publica una aclaración: "Nota para nuestros lectores: Donald Trump es un mentiroso en serie, un xenófobo rampante, un racista y un matón".
Un tristemente célebre reflejo de lo que representó Trump para los medios fue la frase de Leslie Moonves, CEO de la cadena CBS: "Trump puede no ser bueno para Estados Unidos, pero es bueno para CBS".
"Una de nuestras grandes fallas fue no haber sabido reflejar la cápsula de Petri detrás del apoyo a Trump: los hombres blancos enojados", dijo el profesor Jarvis, un ferviente simpatizante de la candidata demócrata.
Todas las encuestas indican que Hillary ya puede empezar a festejar su regreso a la Casa Blanca, esta vez al Salón Oval. Pero no hay dudas de que Trump, si pierde, no es el único derrotado. En estas elecciones, todo el país perdió. Las heridas que dejó en la sociedad, en la prensa y dentro del Partido Republicano esta campaña tan virulenta y, por momentos, obscena pueden haber sido demasiado profundas. Y pueden haber sentado las bases para la irrupción de otros Trump.
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