Después de Trump con Bolsonaro, ¿Biden y Lula da Silva tendrán su propio “bromance”?
Los actuales mandatarios de Brasil y Estados Unidos tienen mucho en común, como antes lo tuvieron sus predecesores bajo un signo político y una relación con la democracia muy diferentes
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WASHINGTON.- El presidente norteamericano, Joe Biden, recibió este viernes en la Casa Blanca a su par de Brasil. La visita de Luiz Inacio Lula da Silva a Washington marcó el encuentro de los líderes de las dos mayores economías y democracias del hemisferio occidental, y se encuadra como una oportunidad para relanzar la relación bilateral tras el caos dejado por sus predecesores, mandatos caracterizados por la polarización, la agitación política y la convergencia ideológica de mandatarios nacionalistas de ultraderecha en ambos países.
Lula llegó a Washington un mes después de que partidarios del expresidente Jair Bolsonaro tomaran por asalto las sedes de los tres poderes del Estado en Brasilia, en un intento fallido por derrocar al líder de izquierda y su nueva administración.
Desde entonces, el gobierno brasileño se ocupó de enfatizar que el decidido apoyo de Biden, tanto a Lula como a las instituciones de Brasil, así como la solidaridad de muchos otros países del mundo, fueron de crucial importancia en ese momento de extrema fragilidad de la democracia brasileña.
La visita de Lula también se produjo una semana después de que Bolsonaro, que todavía no admitió formalmente su derrota en las elecciones del año pasado y sigue extendiendo su estadía en Florida, hablara durante un evento en un hotel propiedad de Donald Trump.
“A Brasil le estaba yendo muy bien”, se lamentó Bolsonaro ese día. “No logro entender por qué la elección se torció hacia la izquierda”, dijo mientras sus partidarios presentes coreaban “¡Fraude! ¡Fraude!”
Bolsonaro se pasó los meses anteriores a las elecciones sembrando sospechas sobre el sistema electoral del país que él mismo gobernaba, y sin aportar la menor evidencia. Según el relato que hizo la agencia AP de ese evento en Miami, cuando se escucharon los gritos de “fraude”, Charlie Kirk –líder de Turning Point USA, la agrupación de ultraderecha norteamericana que le dio ese espacio a Bolsonaro– sonrió con satisfacción.
“Lo único que les puedo decir es que acá, en Estados Unidos, eso nos suena muy conocido”, declaró luego Kirk, que se pasó meses difundiendo información falsa sobre la derrota electoral de Trump.
El bolsonarismo parece tomar muchas consignas del trumpismo, y el propio Bolsonaro fue uno de los líderes mundiales que más tardó en felicitar a Biden por su victoria electoral, mientras que su hijo salió a apoyar a los trumpistas insurrectos que intentaron tomar el Capitolio el 6 de enero de 2021. Esa revuelta extremista tuvo su capítulo brasileño el 8 de enero de este año.
“El ‘bromance’ de Trump y Bolsonaro acercó a sus países durante sus años de mandato, pero ya no está ninguno de los dos, y fueron reemplazados por otros dos líderes que también tienen mucho en común”, dice Brian Winter, veterano analista de la política brasileña y editor de la revista Americas Quarterly. “Son dos estadistas de edad, que lograron derrotar en las urnas la amenaza de la derecha autoritaria y sobrevivieron a insurrecciones en la capital de sus países”.
Por polarizada que esté la política en Washington, la situación que enfrenta Lula es indiscutiblemente mucho más delicada. Bolsonaro es un admirador histórico de las dictaduras militares de derecha que gobernaron Brasil en el pasado. Tras sufrir la derrota en las urnas, algunos de sus partidarios se manifestaron durante semanas ante los cuarteles para reclamarle a los militares que revirtieran de alguna manera el resultado electoral.
Las instituciones de Brasil resistieron y la asonada militar nunca llegó. Los analistas reconocen que el enfático apoyo de Biden al gobierno de Lula jugó un papel clave para refrenar a los elementos de las fuerzas militares que empezaban a contemplar algún tipo de intervención.
“Hay una profunda asimetría en todo esto: lo que ocurre en Brasil no tiene demasiado impacto para Estados Unidos, pero el gobierno de Biden fue crucial para frenar a las Fuerzas Armadas brasileñas”, dice Oliver Stuenkel, profesor de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Getulio Vargas, en relación a las claras señales que los altos mandos del Pentágono le enviaron a sus contrapartes de Brasil, dándoles a entender que si decidían atentar contra la democracia brasileña, cesarían todas las operaciones de seguridad conjunta que hay en marcha entre ambos países.
La visita de Lula a la Casa Blanca, señala Stuenkel, apunta a “blindar a Brasil de un golpe de Estado y a fortalecer el control de Lula sobre las fuerzas armadas”.
“Estados Unidos tiene su cuota de responsabilidad en el ataque a la democracia en Brasilia del mes pasado”, escribió Eduardo Porter, columnista de Bloomberg News. “Fueron los norteamericanos los que les brindaron el modelo para socavar procesos electorales y tomar por asalto la sede de los poderes del Estado. Eso alcanza para justificar que Estados Unidos utilice su peso específico para garantizar que no vuelva a ocurrir.”
A partir de esta reunión bien podría surgir un nuevo “bromance” presidencial. Y tienen muchos temas importantes en agenda, en especial, las acciones contra el cambio climático, y los funcionarios de la delegación brasileña tenían la esperanza de irse de Washington con el compromiso concreto de Estados Unidos de redoblar esfuerzos para frenar la deforestación de la Amazonia y revertir parte del daño que hizo el gobierno de Bolsonaro.
La semana pasada, el gobierno de Lula obtuvo un nuevo compromiso de 217 millones de dólares de Alemania para destinar a ese problema.
El encuentro de Lula con el canciller de Alemania también permitía entrever posibles causas de fricción entre Lula y Biden. El líder brasileño rechazó la postura de la OTAN sobre Ucrania, es decir la idea de enviar ayuda militar para apoyar indirectamente los intentos ucranianos por repeler la invasión, y subrayó que Occidente no estaba haciendo lo suficiente para encontrarle una salida diplomática al conflicto.
Ishaan Tharoor
Traducción de Jaime Arrambide
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